miércoles, 24 de febrero de 2010

PREJUBILACIONES


Cuando empecé a trabajar, allá por los años setenta, recuerdo que había compañeros míos que se iban a casa con el 100% del sueldo tras haber trabajado 35 años (con cargo a la empresa y no a la seguridad social, todo hay que decirlo), pero eso son cosas a las que no tuvimos acceso los que nos incorporamos posteriormente. También he conocido empresas que han prejubilado (y alguna con cargo a la Seguridad Social) a sus currelas con cuarenta y pocos años y no han sido pocos los compañeros de bancos y cajas que se han largado con cincuenta y dos años con un buen porcentaje de sueldo, contentísimos de adelantar su jubiloso descanso.

Ahora se pone en cuestión dichas prácticas y, si bien particularmente consideraría que me ha tocado la lotería si me ofreciesen la posibilidad, socialmente lo considero una barbaridad: mandar a trabajadores experimentados, en una etapa de su vida en la que todavía pueden trabajar en perfectas condiciones de salud, es inaceptable socialmente. Por no hablar del vacío que dejan en las empresas, que prescinden tan alegremente de tan cualificada mano de obra.

Pero, ¿por qué prejubilan las empresas? Nunca me he creído que fuera por criterios económicos: ¿acaso les puede salir más rentable mandar a alguien a casa pagándole el 80% del sueldo y contratar un nuevo trabajador con el 20% restante? Dudo que, por muy barato que salga una nueva contratación, cueste ese porcentaje y, si así fuera, el coste sería el mismo y se perdería toda la experiencia acumulada por el primero. ¿Entonces? Pues la cosa parece bastante clara: o se eliminan puestos de trabajo o existen motivos más espurios. Por ejemplo que a los nuevos empleados, con la perspectiva de una larga vida laboral por delante, se les puede acogotar y manejar mejor y hacerles meter horas sin pagarles un duro y sin que rechisten. O dicen amén a todo o se les pone de patitas en la calle o, en el mejor de los casos, se les acaba la carrera profesional. Una plantilla más dócil es lo que consiguen con esa medida y no otra cosa.

Así pues, no puedo por menos que (ideológicamente) posicionarme en contra de las prejubilaciones, aunque personalmente me apetezca más que nada en este mundo. Ahora bien, con proclama tan dolorosa, no puedo por menos que tener en cuenta una serie de factores y consideraciones sociopolíticas al respecto.

¿Acaso no habría que tener en cuenta los años de cotización para acceder al ansiado descanso laboral? Y si se atendieran criterios de crisis en las prejubilaciones (como dicen los sindicatos) ¿No habría que estar vigilantes con los maquillajes de las empresas, el falseamiento de sus balances o la ingeniería financiera (tan común en estos días) para saltarse la norma? No son pocos los ejemplos de empresas que, tras luengos y escamoteados beneficios han colocado a sus empleados en el paro, para crear una nueva empresa, volver a contratarlos y birlarles la antigüedad o desprenderse de algunos reivindicativos revoltosos. Y de paso recibir ayudas por creación de empleo.

Y ya que hablamos de empresas, en las que los trabajadores no tienen arte ni parte en su gestión (pero al final son sus paganos), ¿qué tal si hablamos de la remuneración de sus directivos, de sus contratos blindados multimillonarios y sus incentivos que favorecen una gestión de "pan para hoy y hambre para mañana" o "el que venga detrás que arree"?

Puesto que el gobierno (los gobiernos que se van sucediendo, para ser más exactos) plantean la solidaridad como valor social para aplicar sus reformas, no estaría de más que vigilasen el fraude fiscal tan extendido en nuestra sociedad. Cuando al peón se le deja robar una carretilla es porque el patrón desfalca contenedores. Es lo que está pasando: el fontanero, el mecánico, el albañil, nos preguntan si queremos la factura con IVA o sin él y si eso se permite, es porque otros más poderosos están sacando dinero a espuertas. Además, no son pocas las empresas que pagan parte del sueldo en negro.

A pesar de lo que se ha dicho sobre el ladrillo, todavía se sigue pagando en B un buen porcentaje de la compraventa de inmuebles, por mucho que Hacienda diga que persigue los "bin laden" o pregunte a las entidades bancarias quien se lleva los billetes de alta facción (¡a buenas horas, mangas verdes!). No sé para qué hacen oposiciones tan duras los notarios si luego tienen que dar fe de lo que saben a ciencia cierta que es mentira. ¿Por qué no ejercita el Estado y los gobiernos autonómicos la prerrogativa de "tanteo y retracto" sobre las compraventas de inmuebles? Si un inspector de Hacienda se personase en el despacho notarial a la firma del contrato y se quedase el inmueble por el precio escriturado (y el vendedor se quedase sin cobrar el porcentaje consabido o el comprador viese esfumarse el dinero entregado bajo manga), estoy seguro de que nadie se arriesgaría a falsear la compraventa.

Si de verdad estuviésemos interesados en hacer las cosas bien ¿Qué tal si se exige a las entidades bancarias una regulación exhaustiva sobre los productos ofertados, claridad en los contratos y que digan claramente en qué invertimos nuestros ahorros y qué hacen con nuestras hipotecas?. Si los gobiernos democráticos quieren buenas prácticas bancarias ¿Qué tal si regulan los movimientos de capital, miran con lupa las transacciones especulativas (improductivas, pero que conocen perfectamente por el SWIFT), penalizan a las entidades financieras que trabajan con paraísos fiscales y condenan a éstos al ostracismo y al boicot, dejándolos fuera del circuito económico?

Y ya puestos, en un alarde de honestidad, se somete a los partidos políticos y sindicatos a auditorías para investigar su financiación, la transparencia de las donaciones y controlan las actuaciones de los políticos para evitar el lucro desmedido, la información privilegiada, las delictivas triquiñuelas y les hacen declarar sus bienes antes y después del ejercicio, sin permitir que, los delitos de los gestores públicos en el ejercicio de su función, prescriban. No creo que haga falta modificar o hacer nuevas leyes, bastaría con que se cumpliesen las ya existentes.

No me importaría renunciar a una dulce prejubilación (después de cuarenta años cotizados, eso sí) si se tuviera en cuenta lo dicho anteriormente. E incluso alargaría la edad de jubilación si, cumplidas las normas de buen gobierno y buena práctica financiera expuestas anteriormente, se demostrase que tendría que atrasar la fecha de mi retiro, aunque no me quedasen años para disfrutar de la pensión y tuviera que ir a trabajar con el taca-taca y la bolsa del pis colgada a la cintura.

Suyo afectadísimo: Juanito Monsergas

domingo, 14 de febrero de 2010

BARAJAS MARCADAS


S.A.R., tan preocupado por el bienestar de su pueblo, ha llamado a políticos y agentes sociales, dándoles audiencia en sus reales aposentos, para que limen sus diferencias y remen al unísono en aras de reflotar la nave patria encallada en la crisis. Ni que decir tiene que populares, socialistas, nacionalistas y republicanos, otorgando validez a su pleitesía, han acudido a la llamada del vitalicio monarca.

Atrás quedaron los diagnósticos del cáncer que padecía el sistema monetario (gestado en las dos últimas décadas), que achacaban a avariciosos inversores, desreguladas entidades financieras e inactivos gobiernos estatales, autonómicos y municipales como gestores de la burbuja inmobiliaria y la debacle financiera. Quedaron asímismo en el olvido, las grandilocuentes declaraciones avalando, hace apenas un año, la solvencia de nuestras entidades de crédito.

No dudaron los gestores de las arcas públicas en sufragar los desatinos de nuestros próceres financieros, aunque ello no se haya reflejado en la solvencia de la gente de a pie que ve como sus ahorros se esfuman, sus deudas se multiplican y sus empleos se volatilizan. La solución para reflotar el derrelicto en que se ha convertido nuestro doméstico peculio, al decir de los analistas que tan miopes se mostraron en vaticinar la que se nos venía encima, parece ser: contención salarial, abaratamiento del despido y recorte del gasto social. Quien se enriqueció con nuestra miseria puede estar tranquilo.

Más vale que el timonel de la nación, ése que se lleva más de nueve millones de euros anuales en su graciosa nómina y que fue entronizado por el anterior autócrata, toma cartas en el asunto para marcar el ritmo, cual benéfico cómitre.

Aunque bien pensado, más que suerte, lo que necesitamos para remontar, sea un hábil tahúr que complete una escalera real en esta timba en la que se ha convertido nuestra economía. ¿Alguien duda, a estas alturas, que se está jugando con una baraja marcada?

Juanito Monsergas