domingo, 27 de abril de 2014

El que sea cófrade...



Pasados ya varios días desde la celebración de las procesiones de Semana Santa, las calles de nuestra ciudad por donde transitaron tan piadosas comitivas siguen impregnadas de cera, a pesar de los ímprobos esfuerzos de la empresa contratada por el Ayuntamiento en limpiar la derretida e incrustada suciedad.

A base de potentes y expansivos chorros de agua (supongo que aderezados con algún tipo de detergente), los operarios de tan costosa como evitable tarea convierten los tramos por los que van trabajando en intransitables recorridos de una indiscriminada y pulverizada nube tóxica, salpicando a diestro y siniestro, por efecto de la presión, fachadas y comercios. Sabido es que la cera se elimina de la ropa a base de papel de estraza y el calor de la plancha, pero no parece ser método válido para utilizarlo en nuestras calles.

No me parece mal que se mantengan las tradiciones, siempre y cuando no acarreen al prójimo inconvenientes y perjuicios, pero considero que un gesto tan sencillo como cambiar las velas de cera por otras eléctricas de imitación no sea mucho pedir y no afectará al fervor religioso de sus participantes ni mermará la gratitud divina de sus ceremonias.

El Ayuntamiento se evitaría un gasto innecesario, los comerciantes y vecinos no verían embadurnados sus escaparates y portales, los viandantes respirarían aliviados y los empleados de la limpieza podrían afanarse en otros menesteres más indispensables y menos estériles.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
 

jueves, 17 de abril de 2014

LA “ASIGNATURA” DE RELIGIÓN


Me sorprende la poca respuesta desde el ámbito docente que suscitan las habituales cartas al director aparecidas en su periódico, con la pretensión de equiparar la asignatura de religión (católica) al resto de disciplinas fundamentales de nuestro programa educativo.

Porque lo que pretenden los reiterados escritos no es una enseñanza del hecho religioso (que bien podría abordarse desde la filosofía o la historia) y sus influencias y sinergias en la conformación de las sociedades actuales, sino el adoctrinamiento dogmático de nuestra infancia y juventud.

No me estoy oponiendo a que las congregaciones religiosas puedan impartir, en sus círculos y celebraciones de carácter privativo, entre sus fieles, las interpretaciones y creencias  que estimen oportunas o que se atrevan a defender, las ideas que quieran, por muy peregrinas que éstas sean, sino a que intenten que todos comulguemos con sus ruedas de molino y que a sus ocurrencias se les dé el mismo tratamiento académico que a las matemáticas, la física o el estudio del lenguaje.

Apelan a que la religión (católica) sea considerada un área de conocimiento que incluya la dimensión “trascendente” para que la educación se considere plena y se tenga en cuenta el derecho fundamental (?) a la formación religiosa y moral de los hijos, como si fe y probidad fueran indivisibles o ponderando que los no creyentes careciésemos de moral.

Así pues, la libertad de elección, según su sesgado y manipulado razonamiento, no sería tal si no se ofreciese de forma obligatoria la asignatura de religión (católica), con el mismo valor académico y de conocimiento que el resto de materias que constituyen el saber humano y científico.

¿Homologar el pecado original con el ADN mitocondrial? ¿Los restos arqueológicos con las reliquias? ¿La tabla periódica de los elementos con las virtudes teologales y cardinales?  ¿Los valores del Humanismo y la Ilustración con la obtusa y misógina visión de las jerarquías religiosas?

Me parece mucho más interesante, urgente y productivo incluir estudios de ilusionismo y prestidigitación en nuestro sistema educativo: propician el ingenio, el estudio y las dotes organizativas, desarrollan la concentración
, la destreza manual e intelectual, la paciencia y la autodisciplina y fomentan, la simpatía, la empatía y la seguridad en uno mismo.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

sábado, 12 de abril de 2014

PLAN RENOVE


Aprecio como nadie (y cuando digo como nadie es eso precisamente lo que quiero decir) la labor que D. Juan Luis Sánchez de Muniain desarrolla al frente de la Consejería de Cultura del Gobierno de Navarra y, siendo como es reverente y circunspecto con las tradiciones a la par que moderno e innovador en las formas y planteamientos, me atrevo a pedirle que inicie un plan de renovación de los cirios que tan piadosamente multitud de navarros portan en estas entrañables fechas con motivo de las procesiones de Semana Santa, sustituyéndolos (con el incentivo económico que su apreciada sensibilidad estime oportuno) por velas de iluminación eléctrica, de probada eficacia y respetuosas con la pulcritud deseable del adoquinado de la ciudad, más acordes con los tiempos modernos y ecológicos de este siglo XXI.

Así se evitaría, amén de la suciedad del pavimento y el peligro de incendio (del que a buen seguro sus organizadores carecen de póliza aseguradora por actividades ígneas y pirotécnicas), que ciudadanos tan cargados de buena voluntad como ignorantes de la devota idiosincrasia de estas celebraciones religiosas, pudieran hacer el ridículo entonando religiosas saetas y misericordiosas jotas al paso de la máquina barredora de la mancomunidad que, como colofón de la marcha, lustra el pavimento de los restos cerúleos de los penitentes mozorros.

Ya de paso, podría dar las oportunas directrices a la Consejería de Interior para que controlara el excesivo aforo de espectadores que, todos los años, puebla el trayecto de la procesión de Viernes Santo, impidiendo con tan excesiva aglomeración el tránsito de los vecinos desde y hacia sus domicilios, enclaustrándolos inopinadamente durante la prolongada celebración del evento.

En el convencimiento de que sabrá apreciar el sincero carácter de mi propuesta, reciba una equivalente consideración de su esmerado y diligente proceder.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


martes, 8 de abril de 2014

AFORADOS


A pesar de mi escasa formación académica, y a riesgo de que algún sieteciencias me enmiende la plana, no puedo por menos que airear mi malestar por la aprobación de la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial promovida por el gobierno del Partido Popular que, entre otras “perlas” pretende ampliar la condición de aforados a la reina y los príncipes.

Quizás por mi ingenua confianza en el sentido común, nunca he entendido por qué las personas encargadas de gestionar las ordenanzas y dineros públicos gozan de inmunidad (por no decir impunidad) no ya solo en el desempeño de sus funciones públicas sino en cualquiera de sus actuaciones (tengan o no que ver con su cargo). Precisamente, por el hecho de estar gestionando las leyes o las arcas del Estado, debieran de responder más exhaustivamente de su proceder e incluso no poder acogerse a la prescripción de los delitos.

Si bien es cierto que, ministros, diputados, senadores, presidentes y vocales del CGPJ y otros altos cargos de distintos estamentos del Estado podrán ser juzgados cuando abandonen su cargo, los miembros de la Casa Real no parece que vayan a cambiar su status para poder rendir cuentas ante la justicia de sus “reservadas” y “discretas” actuaciones. Así pues su aforamiento se intuye vitalicio y, a la vista de los acontecimientos que han visto la luz en los casos de corrupción en los que se han visto implicadas ciertas personalidades de la realeza, todavía distanciará más la brecha de desigualdad en el trato de la rendición de cuentas ante la justicia.

En consecuencia, y sabido que “la ocasión hace al ladrón”, lejos de buscar una reforma de las leyes para que los (abundantes) casos de corrupción que jalonan los distintos estamentos gubernamentales del territorio patrio se minimicen o erradiquen, la nueva ampliación servirá para convertir a los delincuentes que se sirven del cargo público para enriquecer sus privadas economías, en “aforrados” sin posibilidad de sanción. La justicia será igual para todos... los que no roben lo suficiente o desde el sitio adecuado.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas.