viernes, 13 de junio de 2014

CONSULTAS


Cuesta pensar que, dentro de la Policía Municipal de Pamplona, no haya personal con mayores aptitudes en cálculo y contabilidad que el encargado del recuento de la manifestación del pasado 7 de junio, al que se le despistaron las tres cuartas partes de los 15.000 asistentes. Un acto unitario, multitudinario, en el que sólo faltaban los “populares” y que exigió una consulta a la ciudadanía, con mayoría de edad democrática desde hace 40 años, con ganas de pronunciarse al respecto y cansada del rosario de excesos y delitos que se desparraman por una institución impuesta por el Caudillo, iluminada por la gracia de la “inviolabilidad” y con derecho a trinque hasta 7º grado.

Para sorpresa de muchos, yo incluido, el ayuntamiento de Pamplona/Iruña ha sido el primero en solicitar al gobierno central un referéndum entre república o monarquía. Bien es cierto que la moción salió gracias a la adhesión del PSN que, una vez hechas las pertinentes comprobaciones y reflexiones estratégicas, se decanta por desdecirse en la Junta de Portavoces y así poder compaginar “el manual del nuevo izquierdista” con la defensa sin fisuras de la Corona. Los caminos del socialismo son inescrutables.

Como alguien dijo con coherencia y sensatez, no es tanto una cuestión de republicanismo o monarquía sino de democracia: de que, por una vez y sirviendo de precedente, nos pregunten qué tipo de Estado queremos que nos gobierne. Resulta curiosa y esclarecedora la celeridad con la que PP y PSOE se han puesto de acuerdo en defensa de la Casa Real para facilitar la sucesión y no sería de extrañar que muchos súbditos quieran seguir siéndolo.

Uno siempre había pensado que el rey lo era por “designación divina”, rey “por la gracia de Dios”, alguien con un poder absoluto que encabeza el ejército y que tiene a su disposición el reino que presiden él (perdón, Él) y su familia. No me podía imaginar que, personaje tan excelso y rimbombante, acabara sus días tratado como un cualquiera, despojado de toda su magnificencia y rebajado de la cúspide jerárquica. ¿Dónde está la grandeza? ¿Dónde quedan la pompa y el boato? ¿Cómo se deja de ser rey? ¿Qué será lo siguiente, apuntarse a un sindicato?

Si de chaval me hubieran preguntado “qué es un rey para ti”, nunca se me hubiera ocurrido decir: pues ahora no sé, pero dentro de una semana un jubilado.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas