lunes, 11 de abril de 2016

Respuesta de un anti_teo a la “carta a un ateo”


Me parece que la carta enviada por el señor Alfredo Igartua a Diario de Noticias el 11 de abril realiza, por decirlo suavemente, una interpretación de la historia simplista, tendenciosa, interesada y, en muchas aseveraciones, totalmente errónea. Atribuir la separación de lo material y lo divino,  "la abolición de la esclavitud", "la permuta de la severidad y la venganza” o “la protección de la inocencia” al cristianismo es sencillamente un embuste. ¿Tenemos que agradecer los avances sociales y los logros de la humanidad al cristianismo o hemos conseguido avanzar las más de las veces "a pesar de” la infatigable labor de la Iglesia Católica, la Doctrina Judía o las Enseñanzas del Profeta?

No dudo que, entre los creyentes, haya buenas personas que se afanan en buscar soluciones inteligentes y benévolas que persigan el bienestar humano y procuren una vida mejor y mas respetuosa con la naturaleza y con nosotros mismos, pero estoy convencido de que no tienen el monopolio de la tolerancia, la generosidad y el resto de bondades del género humano, lo mismo que tampoco lo tenemos los escépticos.

Mantener que los diez mandamientos “han regulado la sociedad desde el principio de los tiempos” y que no se pueden comparar con ningún Código Civil es una memez digna de un sinfundamentalista trasnochado. Las creencias religiosas pertenecen al ámbito privado y el Código Civil es un conjunto de normas que hemos acordado entre todos (creyentes y no) para vivir en comunidad y respetar la libertad de pensamiento, la igualdad ante la ley y la solidaridad imprescindible para respetarnos unos a otros. Lo de creer en Jesucristo o en El Espagueti Volador es cosa de cada uno y no se debe imponer al resto de la sociedad por muy convencido que se esté de su doctrina. Tales creencias no deben interferir en el ordenamiento jurídico, inspirado en el Derecho Romano y en los valores de la Revolución Francesa, cuyos principios, hoy por hoy, resultan ya universales.

No creo que los países que se dejan gobernar por las tesis religiosas estén como para dar lecciones a los países laicos y basta echar un vistazo a las noticias para corroborarlo. Lo mismo que pensar que, porque una tradición sea milenaria, merezca más respeto. En todo caso sería motivo para ponerla en duda: lo que verdaderamente indica es que es un anacronismo sin cabida en la actualidad. ¿Debemos respetar la ablación porque sea una tradición milenaria? ¿De verdad piensa usted que gracias a los rezos fervorosos se pudieron combatir las pestes, las plagas de langosta o cuantos males nos hayan azotado a lo largo de nuestra historia? ¿Y la quema de personas, templos, libros, etc que no se ajustaban a su doctrina es muy tolerante, enriquecedor y honroso?

Si le agradecemos a la deidad de turno que gracias a nuestras plegarias nos ha liberado de azotes tan inmerecidos ¿No tendríamos que reclamarle su inhumanidad para con nuestras pandemias cuando los rezos son desoídos? Y a fin de cuentas ¿No deberíamos agradecerle también el envío de las calamidades? Yo particularmente prefiero olvidarme de fantasías y confiar en las vacunas y los antibióticos.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



domingo, 10 de abril de 2016

REALIDADES PARALELAS


El café L., en la Bajada de Javier, será el establecimiento menos molesto que hay en lo viejo y probablemente en toda Pamplona. Lo lleva María desde hace muchos años y sus clientes admiran, además de su rica y deliciosa variedad de bizcochos, su ambiente tranquilo, entrañable y acogedor. Ha decidido sustituir las dos mesas de su “terraza de mesa alta” por dos pequeños estantes, que ocupan menos de la mitad del espacio alquilado, para que los escasos clientes que salen a fumar tengan un apoyo, no ocupar mucho la estrecha calle y salvar la pendiente.

Pues bien, hace unos días se le presentó un municipal para decirle que los estantes eran ilegales. Parece ser que los dilectos agentes, tras hacer oídos sordos, ojos ciegos y bocas mudas de todos los desmanes habidos y por haber de las nuevas cafeterías y los viejos garitos durante tanto tiempo, ahora se van a dedicar a hacer cumplir la normativa “al pie de la letra”. ¡Qué aplicaus!

A esa misma hora, en la Estafeta, la calle está colapsada por las terrazas de amplias cubas, grandes mesas sujetas a la pared (permanentemente, algunas de casi un metro cuadrado), los mostradores a la calle trasiegan bebidas y pintxos que, rápidamente, se distribuyen entre los parroquianos que los engullen con fruición y avidez, abarrotando y haciendo intransitable la calzada.

Al otro lado de la Plaza del Castillo, la calle San Nicolás está congestionada. Los barriles tuneados, las terrazas (más de una ilegal), los ventanales a la calle abiertos de par en par y los mostradores de ingenioso diseño en muchas fachadas, convierten la vieja rúa en una atestada macroterraza compartida que ahuyenta a invidentes, impedidos, vecinos dependientes o que pretendan acercar su coche al domicilio. ¡Váyanse si no son sanos! Esto es sólo para gente guapa.

Mientras tanto el municipal prosigue su recorrido para llevarle el boletín de denuncia al bar T. L., en la calle Calderería, porque hace tres días vieron a un muchacho a la una de la noche echándose un cigarro, con un botellín de cerveza, en la puerta del bar. 

Si no fuera por la confianza que tengo en nuestra policía local pensaría que son ajenos a la auténtica dimensión de los problemas del vecindario y que sólo se ocupan de hacer cumplir la ley a los pequeños comerciantes y hacen la vista gorda con los poderosos. 

Suyo afectadísimo: Juanito Monsergas