viernes, 28 de octubre de 2016

CENIZOS Y CENIZAS


El Vaticano ha prohibido la conservación de las cenizas o el acto de esparcirlas por el aire o el mar para “evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista”. Se ve que les molesta que la gente disponga de su voluntad para despedir la propia existencia.

El documento Instrucción ad resurgendum cum Christo manifiesta que “la cremación no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo”. Aunque no ve problemas en la cremación recomienda enterrar a los muertos ya que la incineración “no permite a las personas acostumbrarse a la falta de un ser querido” y que “en caso de que el difunto disponga cremación y dispersión de las cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le ha de negar las exequias”.  No se entiende por qué el Omnipotente puede rehacer un cuerpo de las cenizas pero no lo puede hacer si las hemos desperdigado por ahí. No debe de ser tan “potente”. Y negar el funeral se decanta bastante miserable y rencoroso.

El hecho de conservar las cenizas fuera de los cementerios y lugares sagrados está censurado para “evitar la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación así como prácticas inconvenientes o supersticiones” (sic), aunque se reservan la posibilidad de autorizar alguna excepción según su criterio. Los lugares decididos por ellos, previo pago de la tarifa correspondiente y siempre se podrá comprar alguna indulgencia para saltarnos la norma. Por cierto, si el cuerpo también resucita ¿Con qué edad se supone que lo hace?

Y para terminar, la jerarquía católica afirma que “los muertos no son propiedad de los familiares, son hijos de Dios, forman parte de Dios y esperan en un campo santo su resurrección”. Según ellos los deudos están subyugados a la decisión de la jerarquía católica y por tanto no pueden decidir sobre sus familiares difuntos. Ni siquiera parecen tener autoridad los propios difuntos, ya que mueren en pecado y por tanto son susceptibles de manipulación piadosa de la autoridad sacerdotal. Vivos y muertos todos son suyos.

Para el año 2050 vamos a llegar a los 10.000 millones de personas. Como tarden mucho con lo del Juicio Final y la resurrección de los cuerpos y las almas, y si a esta cifra añadimos todos los fiambres desde el principio del cristianismo, esto va a parecer el camarote de los hermanos Marx. 

Y también dos huevos duros, eso sí: bendecidos.

Suyo afectadísimo, Juanito Monsergas

P.D. Como decía un ingenioso en la web: ya no dejan que echemos polvos ni vivos ni muertos.