domingo, 3 de septiembre de 2017

LENGUAJE VISCERAL


Cada vez más, los científicos insisten en ubicar el lenguaje distribuido por todo el cerebro, sin embargo parece ser que aquellas palabras y frases que nos salen de forma visceral, sin pensar, como los tacos o las interjecciones, radican en algún punto muy concreto de nuestro hemisferio derecho, el que tradicionalmente alberga nuestros sentimientos, la imaginación o el cálculo aproximativo. Conocí al padre de un amigo que, tras sufrir un ictus, había perdido el habla y solo acertaba a pronunciar un repetitivo “ti ti ti…”. Cuando se enfadaba, por no poder comunicar lo que rondaba por su cabeza pronunciaba un sonoro y claro “¡cagüendios!”. No es el único caso que he conocido de enfermos cerebrales con la limitación de decir, exclusivamente, tacos.

A pesar de lo que puedan decir los pusilánimes y envarados política y léxicamente correctos, los juramentos y blasfemias son inherentes a los seres humanos y el lenguaje no estaría completo sin las palabrotas. Son necesarias e imprescindibles. Pero, ¿cómo utilizarlas? ¿Cómo explicarle a un extranjero la diferencia de matiz entre una maldición y otra expresión airada? ¿Cómo diferenciar un taco de una blasfemia? ¿Cómo explicar el sentido de frases casi iguales que significan cosas tan diferentes? Intentaré dar una somera explicación con el convencimiento de que me voy a dejar en el tintero una gran parte del amplísimo mundo de los juramentos, tacos y palabrotas.

El tema sexual está muy presente en este tipo de expresiones y su número tiene mucho que ver. Así por ejemplo “vale un huevo” o “…un cojón” indica carestía; “echarle dos cojones” “o “…un par de huevos” sugiere fuerza y arrojo y “tres cojones me importa” hace referencia a escasez y nadería, aunque a veces se suele decir “Estaba de tres cojones” para expresar calidad o excelencia. Para recalcar la bondad de algo se dice que “¡está cojonudo!”,  a veces se nombran en gran cantidad para expresar satisfacción o excelencia: “estaba de mil pares de cojones” y para expresar placidez o agrado se dice que “Se está de cojones”. El tamaño importa, como no podía ser de otra manera y nunca se mencionan cuando son pequeños: “¡Menudos cojones tenía el tío!”.
Si de algo se dice que… “¡Tiene cojones!” es porque tiene fundamento o es algo extraordinario. “Por los cojones” suele referirse a improbable o ironía. Sin embargo, cuando se dice “¡Por mis cojones!” denota determinación y resolución de llevar algo a cabo. Lo mismo que cuando se dice "¡Por mis santos cojones!", en cuya acepción se da un marchamo de santidad que corrobora el buen fin de lo propuesto. Por el contrario, pasarse algo “Por el forro de los cojones” quiere decir que no se va a llevar a efecto o que es improbable. “Qué cojones tiene” o “qué huevos tiene” se suele referir a valor aunque a veces indica vagancia o indolencia, en cuyo caso sería más claro la expresión superlativa: “¡Vaya cojones que tiene!” o “¡Qué cojonazos!”.  Cuando se dice “¡Qué cojones!”  o “¡Cojones!” a secas puede indicar sorpresa, admiración, afán de recalcar, contrariedad… Otras veces se mencionan para indicar desacuerdo, “¡Sí hombre…! ¡Los cojones!”.  Cuando se dice “Poner los cojones sobre la mesa” implica que se impuso en una situación de desacuerdo. “Lo que me sale de los cojones” es hacer la propia voluntad y “tener los cojones negros” se refiere a haber estado en muchas ocupaciones o labores. Uno “Manda cojones” cuando se ve sorprendido por la insensatez o el desatino, está “de cojones” si se encuentra placenteramente y se tiene que aguantar si “no tiene más cojones”. A veces se usa para demostrar asombro o incomprensión, “Pero, ¿Qué cojones quiere decir eso?”. Cuando alguien se los toca indica vagancia, ociosidad o indolencia: “Se está tocando los cojones”. Sin embargo si es a otro al que se le tocan quiere decir que se le está incordiando, “¡No me toques los cojones!”. A veces se hace mención a cierto número para construir una frase que indique incredulidad y desapego: “Ya, ¡Y mis cojones treintaytres!”. Finalmente estar “acojonado” expresa miedo, temor o cobardía, sin embargo si algo es “acojonante” es que es fantástico y si es “descojonante” es que es para partirse de risa.

Así como los testículos participan en un montón de expresiones con múltiples significados y sentidos, la polla, el cipote, la chorra, el pito, la verga, el falo, el apio, la pilila, el rabo, el nabo, la minga, el pajarito… no tiene tantos dichos. Si que es cierto que se usa en frases como “Partirse la polla” para expresar una risa exagerada y “ser la polla” alude a una facultad o habilidad especial. Estar "achorrado" viene a significar falta de capacidad, "estar atontado"“Tocarse la chorra” se emplea en el sentido de vagancia, “¿Qué chorra dices?” se usa para expresar falta de comprensión o “¡Qué chorra más da!” para recalcar que algo no tiene importancia, pero la verdad es que hay muchas menos expresiones viscerales con este atributo en cuestión.

El coño también sale a relucir en nuestro léxico intempestivo: exclamado sin atributos, “¡Coño!” expresa sorpresa y admiración y cuando va en interrogación sirve para recalcar la pregunta: “¿Qué coño pasa aquí?” o darle más énfasis “¿Y a ti qué coño te importa?”.  Unas veces se le menciona como destino indeseable, “¡Vete al coño de tu madre!” y otras como lugar despreciativo, “¡Me lo paso por el coño!”. No se suele emplear mucho en el sentido de “tocárselo” como sinónimo de no hacer nada: en ese caso se hace mención a “la breva”, “Estaba todo el día tocándose la breva”. El coño también hace referencia a lejanía, en cuyo caso se le asigna el quinto número cardinal: “Está en el quinto coño”. Se hace referencia a capricho o elección, “Haré lo que me salga del coño”. Otras veces se menciona al órgano de “la Bernarda” para indicar desastre o desorden “Aquello era el coño de la Bernarda”, se supone que porque todo el mundo andaba por allí sin orden ni concierto.

El culo si que tiene un montón de frases adjudicadas. La más extendida es “¡Que le den por el culo!” para indicar desprecio o desdén y “Mandar a tomar por el culo” manifiesta deseo de quitarse a alguien de encima, despreciarlo o como mínimo ignorarlo. “Me da por el culo” indica desagrado. “Le han dado por el culo” quiere decir que ha salido perjudicado. “Le ha salido de culo” denota imperfección y desastre, “Ir de culo” significa que va mal y “Ha quedado como el culo” revela que la actuación ha sido desastrosa. Ser un “caraculo” o un "tontolculo" no precisa explicación y “tener la gracia en el culo” es ser un metepatas, inoportuno e inapropiado.  Por lo general, todas las expresiones que se refieren al culo, y que abundan en el lenguaje coloquial, indican que las cosas han salido mal, no son apropiadas o se sale perjudicado, sea la situación que sea.

Complemento del culo es cagarse en algo o alguien como forma de denostar y vilipendiar una situación o al prójimo. “Mecagüenlaputa” se lleva la palma en el ranking de las deposiciones, aunque “Mecagüendios” no se queda atrás. En esto de defecar virtual o platónicamente (idealmente) hay un amplio muestrario de expresiones, alguna tan común como “mecagüenlaleche”, “cagüenelcopón”, “cagüenlahostia” o “cagüenlomásbarrido” hasta otros más particulares y localistas  como “mecagüen los zapatitos del niño Jesús”, “mecagüen la putísima Concepción, “mecagüentusmuelas” o “mecagüen la madre que me partió el armario”, etcétera. etcétera,  poniendo cada uno su particular destino a lo que le sale del culo dependiendo de lugares, generaciones, costumbres y apetencias, siendo imposible recoger siquiera una aproximación de todas las expresiones que circulan por nuestras gargantas. Aquí convendría hacer mención de “la mierda” tantas veces en boca de todos  y que combina el famoso “vete a la mierda”, que denota desprecio, con el “ganó dinero como mierda”, refiriéndose a abundancia, si bien la comparación, “eso es una mierda” admite pocos matices. Cuando precisamos zanjar un asunto de manera extemporánea, exclamamos el insustituible “¡A la mierda!” y resulta difícil evitar pronunciar “¡mierda!” de forma mecánica cada vez que algo nos sale mal.

Pero si hay un comodín que se utilice en todo tipo de expresiones, favorables y desfavorables, esa es “puta” y sus descendientes y ascendientes, “Hijo puta” y “Puta madre”. Las abuelas se suelen dejar al margen.
El más socorrido e impersonal es “mecagüenlaputa”, imprecación que, sin referirse a nadie en concreto brota en cualquier contrariedad. Cuando "mecagoensuputamadre" está claro que no estoy contento con alguien y es palabra recia de usar selectivamente si no queremos llegar a las manos. Para indicar que algo va bien o ha salido satisfactoriamente se dice “de puta madre”, pero si no estás contento con la actuación de alguien se alude a “su puta madre” aunque esta expresión adquiere tantos significados que convendrá que nos paremos en ella. Si se dice “Vete con tu puta madre” se le anima a alguien a irse a espanzurrar pero cuando se dice “Fuimos de puta madre” quiere decir que el viaje transcurrió sin dificultades. Por lo general, cuando se dice “de puta madre” es que es bueno o ha quedado bien pero si decimos “su puta madre” referido a algún acontecimiento es que algo ha salido mal.
Llamarle a alguien “hijoputa”, “hideputa” o “hijo de la grandísima puta” es un insulto de los gordos, no obstante muchas veces nos referimos a algún con un “¿Qué pasa hijoputa?” aunque hay que tener mucha confianza con él para llamarlo así. A veces también decimos refiriéndonos a alguien “¡Qué hijoputa!” para referirnos a alguien con una cualidad especial o que ha logrado algo digno de mención.
Ser “el puto amo” es destacar en algo, hacer algo muy bien, pero cuando quieres quitarte a alguien de encima y denostarlo se le manda “a la puta mierda”. Hacer mención a “la puta que lo parió” es denigrar a alguien aunque en lenguaje coloquial también se usa entre colegas para destacar algún logro o cualidad. Y está claro que “…una putada” es una faena que te hace alguien, un contratiempo o un revés.

El “joder” tiene también lo suyo. Se es un “jodido” si eres retorcido y difícil de tratar aunque la acepción más común para “estar jodido” es pasar una mala situación. “¡Que te jodan!” es como una maldición que le deseas al prójimo y “¡joder!” a palo seco y a bote pronto es signo de contrariedad y enervamiento, aunque existen multitud de variantes y matices con esta expresión tan manida. Andar “jodiendo la manta” significa incordiar y “¡Hay que joderse!” implica resignación y aceptar las contrariedades sobrevenidas. La “jodienda” tiene muchas expresiones  casi siempre negativas y el habitual “¡…no te jode!” se refiere a asombro o rechazo, aunque su significado y usos son amplísimos.

No podemos olvidarnos de la hostia y el copón. Cuando algo “Es la hostia” se refiere a que es algo grandioso o por lo menos de gran tamaño, aunque su utilización es tan variopinta y con tan múltiples significados que hay que acudir al contexto para saber de qué se está hablando: “ese tío es la hostia”, “hizo la hostia”, “aquello fue la hostia”“jugó de la hostia”, … sin olvidarnos de la imprecación “¡Hostia!”, “¡La rehostia!” y todas las maneras suaves de decirlo que la pacatería ha diseñado a lo largo de los años: “¡La ostrivirí!”, “¡La hosmia!”, “¡Hostitú!” “¡La Hordiga!”, “¡La Hospitalera!”, etc.etc.etc.

Y por supuesto solemos combinar unas imprecaciones y otras y aliñarlas con insultos de lo más variados e imaginativos. A los clásicos “cabrón”, “maricón”, “idiota”, “atontado”, “gilipollas”, “bobo”, “animal”, “cerdo”, “capullo”, “caraculo”, “chulo”, “estúpido”, “gamberro”, “huevón”, “imbécil”, “anormal”, “macarra”, “majadero”, “mamarracho”, “metepatas”, “necio”, “palurdo”, “paleto”, “pardillo”, “pedante”, “pelele”, “pelma”, “pringado”, “ridículo”, “ruin”, “soplapollas”, “soso”, “tontolaba”, “vacaburra”, “vaina”, “zafio”, “zascandil”, “zorrón”…. podríamos añadirles miles y miles en un inventario casi imposible de enumerar.

Dejémoslo aquí, que ya me he cansado y, pienso, que con esta breve reseña, el guiri que se asome a nuestra lengua tendrá una buena dosis de conocimiento para poder conversar y entender nuestro amplio léxico juramentil, orgullo de nuestra lengua e idiosincrasia patria. Amén.

 Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas.



IMANES


Me llama la atención el abrazo protagonizado entre los padres del niño asesinado en la Rambla y el imán de Rubí. Un gesto recogido por la prensa como uno de los momentos más emotivos del acto que tuvo lugar en la plaza del Ayuntamiento de la localidad del pequeño y cuyo gesto arrancó los aplausos de los concentrados al grito de No tinc por.

No me cabe duda que los gestos, solidaridades, ceremonias, simbolismos y actitudes son importantes cuando sucede una catástrofe, una desgracia o un acto terrorífico como el que se vivió en las Ramblas a mediados de agosto. Los familiares de los fallecidos, los heridos, las personas que vivieron ese trance, la sociedad entera necesita algún tipo de ceremonial que conjure el mal trago pasado aunque no cambie el pasado ni sirva de vacuna para el futuro. Es momento de expresar nuestra solidaridad y empatía y, aunque me parece imprescindible que la comunidad musulmana se posicione en contra de los asesinos y a favor de las víctimas, no entiendo demasiado bien ese abrazo.

Porque los responsables religiosos de las mezquitas no son totalmente inocentes, aunque tampoco se les pueda considerar culpables. Ellos predican una religión monoteísta que, lo queramos ver o no, margina a la mujer, reniega de la ciencia y los valores de la ilustración, nos consideran infieles a los que tienen otras creencias religiosas, somos ateos o agnósticos y pretenden extender su alucinante y extemporánea doctrina al resto de la humanidad, unos por las buenas y otros (los protagonistas del desaguisado) por las malas. 

Respeto que cada uno busque su propia filosofía y consuelo vital en la intimidad, que se sirva de las creencias que su comunidad haya podido tener a lo largo de su existencia y que interprete los misterios cósmicos como mejor le venga en gana, pero hay que recordarles que nuestra sociedad no se rige por creencias morales o religiosas, que nos hemos dotado de leyes que dicen, no lo que hay que hacer, sino lo que está prohibido y atenta al resto de la colectividad, que todas las personas tenemos los mismos deberes y derechos y que no admitimos discriminación por razones de nacionalidad, ideología, religión, sexo, etc.

Las personas de nuestra sociedad han luchado por conquistar unos valores de libertad, fraternidad e igualdad, se rigen por principios democráticos y racionalistas, alcanzando  grandes logros tecnológicos y científicos. Nuestros pueblos y ciudades están abiertos a la gente que viene de otras culturas y otras tierras pero es condición sine qua nom que acepten la ley y nuestra forma de vida. Y su doctrina, lo mismo que otras religiones, no se ha actualizado con los principios, valores y descubrimientos consensuados por nuestra comunidad. No podemos tolerar que los prejuicios, la ignorancia y el despotismo se difundan en sus mezquitas, iglesias o sinagogas. Los respetaré cuando desde sus púlpitos y minaretes toleren al diferente, acaten nuestras leyes y consideren a las mujeres de forma equitativa a los hombres. Hasta entonces, sus imanes me repelen. Y sí, tinc por, pero lo venceré, porque los que lucharon por la libertad, el conocimiento y la solidaridad humana también lo tuvieron y lo superaron, aunque les costase la vida.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas