lunes, 10 de noviembre de 2025

ESTÚPIDOS Y ESTUPIDECES 1

 

«...a mí me amamantaron con sus pechos dos encantadoras ninfas, la Borrachera, hija de Baco, y la Ignorancia, hija de Pan (Ninfas inventadas por Erasmo); siempre las encontrarán en mi séquito, junto con el resto de mis seguidores y acompañantes. Si quieren saber de mí sus nombres, lo diré, pero por Hércules, deberá ser en griego.

Ésa que ven con grandes cejas no es otra que Filautía: el Amor Propio. Y ésta de ojos chispeantes y lista para aplaudir se llama Kolakía: Adulación. Ésta que ven media insomne y como si dormitara se llama Lethe: Olvido. A la que apoya sus dos codos y cruza las manos se la conoce por Misoponía: Pereza. La que aparece coronada de rosas y envuelta en perfumes es Hedoné: Voluptuosidad. La de ojos esquivos y mirada huidiza es Anoia: Demencia. Tryfe: Apatía, es conocida por su tersa piel y su torneado cuerpo.

Estos dos dioses que ven entre las ninfas, uno se llama Komom: Festín, y el otro Negreton Hypnon: Sueño profundo».

Erasmo de Rotterdam. Elogio de la estupidez.


Siempre he considerado el humor y la risa muestras de inteligencia humana, pero una cosa es reírse de las tonterías del payaso (que nos pone frente al espejo de nuestros propios errores) y de las idioteces del humorista (que hace chistes de la estupidez ajena y recuerda la parte alícuota de estupidez que todos tenemos) y otra muy diferente la persona que, no teniendo tara en su “máquina de pensar”, se comporta de manera estúpida creando un perjuicio a los demás e incluso a sí mismo. Por otra parte, hacer el tonto en las fiestas y perder la cordura, sensatez y mesura en carnavales, juergas y celebraciones, es algo tan humano como necesario.


Todos somos el estúpido de alguien y nadie está libre de cometer estupideces pero, en esto como en todo, hay grados y no es aquél que comete una tontería, (que puede llegar a reconocerse aun viendo mellada la autoestima), que quien es idiota a tiempo completo, (y se aferra a su disparate como si en ello le fuera la vida). Y aunque consideramos que el desatino y la memez resultan inocuas y despiertan nuestra hilaridad, deberíamos de prestarle la atención que merece. Como dijo Carlo María Cippolla en su opúsculo Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, «el estúpido es mucho más peligroso que el malvado», ya que a éste se le ve venir y presenta cierta lógica, mientras que el primero es imprevisible y no sigue regla ni razonamiento alguno.


Otra característica de la estupidez es «la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona», (segunda ley de la estupidez según Cipolla). No hay diferencias en la gravedad y frecuencia de la estupidez según el sexo, la edad, la raza, el color, el origen étnico, el género, la educación o el grupo social al que se pertenezca.


Por supuesto no es lo mismo un estúpido que tiene una profesión irrelevante, que alguien con un poder extraordinario, como por ejemplo Dolar Trump que, ya en su primer mandato de los EEUU, promovió la construcción de un muro con Méjico perjudicando la economía a ambos lados de la frontera, (a los mejicanos por no poder trabajar en EEUU y a EEUU por ocasionar falta de mano de obra), llamar agujeros de mierda a varios países, intentar comprar Groenlandia, proponer como cura de la Covid-19 la ingesta de lejía, promover el asalto al Congreso por una muchedumbre violenta, desestabilizar el comercio mundial y las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países, saltarse el Acuerdo del Clima de París, poner en serios aprietos a la ONU, la UNESCO, el Tribunal Penal Internacional y perseguir a los habitantes por su color de piel a pesar de ser ciudadanos de pleno derecho... De todas formas la estupidez política no se ciñe a los protagonistas de la acción política ya que tan estúpido es el que decide estupideces, como el que elige a quien decide estupideces. La estupidez del poder y el poder de la estupidez.

Y si bien al hablar de tontos y listos no se han de entender como seres químicamente puros, sino las dos partes que conviven en cada uno de nosotros, hemos de admitir que si no hay seres completamente inteligentes sí los hay completamente estúpidos y que, como apuntó Voltaire, «la estupidez es un virus que lo sufren los que no lo padecen». Para el filósofo y matemático Girolamo Cardano así como para Bertrand Russell, los tontos acostumbran a estar mucho más seguros de sí mismos que los inteligentes, que están llenos de dudas: «Ten presente ante todo que la estupidez consiste, enteramente o casi, en tener un concepto exagerado de sí mismo». No hay peor tonto que el que se cree más listo que los demás.


Si bien los tontos acostumbran a estar mucho más seguros de sí mismos que los inteligentes, tras innumerables estudios y laboriosos razonamientos durante muchos años por personas excepcionalmente inteligentes, se ha llegado a algunas certezas que el tonto, que ha hecho suya la duda absoluta, pone en entredicho: la eficacia de las vacunas, la llegada del hombre a la luna o la redondez de nuestro planeta, que tanto predicamento tienen hoy en día entre algunos sectores de nuestra sociedad. Hace sesenta años a nadie se le ocurría decir que la Tierra era plana, que el sol giraba alrededor nuestro o que los virus se combatían con detergente y sin embargo en la actualidad, a pesar de los avances tecnológicos y el aumento de conocimientos del último siglo, proliferan los que defienden tamañas barbaridades.


Hay incluso estúpidos que escriben libros, como el autor de El triunfo de la estupidez, Jano García, alertando de los riesgos del populismo, la desinformación y los peligros de la masificación, claro que viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Mientras dice algunas verdades, como que la masificación nos atonta, la burocracia nos complica la existencia o presenta la injusticia del endeudamiento de las cuentas públicas como consecuencia del rescate financiero de 2012, también suelta algunas perlas en las que se le ve el plumero: niega la violencia contra las mujeres («la probabilidad de que una mujer sea asesinada es del 0,002%»), niega el derecho al aborto («disparatada idea») y, si bien dice que «las masas son manipuladas y son capaces de las peores acciones...», también afirma que «...una masa bien dirigida bajo unos valores morales ... forjados en los valores cristianos … puede ser un arma de enormes beneficios», en clara alusión al Alzamiento Nacional y la subsiguiente dictadura.


Un estúpido puede decir verdades a medias, retorcer los argumentos para defender lo indefendible e incluso falsear la historia y los acontecimientos para acabar ensalzando una autocracia. Y como buen estúpido, está lleno de certezas y goza de una buenísima opinión de sí mismo. Me viene a la memoria la frase que Ricardo Moreno escribió en su Breve Tratado sobre la Estupidez Humana: «Si tantas conquistas sociales se han conseguido tan lentamente y con dificultad, no ha sido tanto por los malvados que las boicotean y obstaculizan como por los tontos que las reivindican y apoyan».


Creo que el número de estúpidos se ha incrementado exponencialmente en los últimos años e inmediatamente me viene a la mente el chiste del conductor que circula por dirección contraria en la autopista y, al escuchar el aviso de la policía alertando de un piloto suicida, no tiene otra ocurrencia que pensar: ¿Uno? ¡Son un montón los que conducen en sentido contrario!. Así pues, ¿seré yo el estúpido o son los demás?. No sé, pero casi estoy seguro de que un estúpido nunca se haría esta pregunta.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


EL FENÓMENO DE LA ESTUPIDEZ

 

Dudo mucho que, cuando el historiador económico italiano Carlo María Cipolla escribió su opúsculo Allegro ma non troppo, donde incluía Las leyes fundamentales de la estupidez humana, sospechara el éxito y la difusión que iban a tener las escasas treinta páginas de las que consta su ensayo. Lo cierto es que, a pesar de su brevedad, es mencionado en todos aquellos estudios que se atreven a tratar el tema de la estupidez. Veamos qué dice el señor “Cebolla”:

«La Primera Ley Fundamental:

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

La Segunda Ley Fundamental:

La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

La Tercera Ley Fundamental (ley de oro):

Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

La Cuarta Ley Fundamental:

Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

El Macroanálisis y la Quinta Ley Fundamental:

La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

El corolario de la ley dice así:

El estúpido es más peligroso que el malvado».


Para llegar a estas aseveraciones el señor Cipolla se basa en la interacción que mantenemos con el resto de la humanidad y, dado que el ser humano es un ser social, cada acción u omisión genera un coste y unos beneficios, unas pérdidas y unas ganancias, tanto para cada uno de nosotros como para los demás.


Para evaluar esto se sirve de una gráfica en la que el eje de coordenadas horizontal (X o “abscisa”) indica la ganancia (o el perjuicio) que alguien obtiene con sus acciones y el vertical (Y u “ordenada”) los efectos producidos en otras personas. Así pues, dependiendo de en qué cuadrante nos situemos podemos ser calificados de Inteligente, si nuestra acción ha generado un beneficio propio y también ajeno (cuadrante superior derecho), Incauto, si hemos generado un beneficio a otro o a otros pero hemos salido perjudicado (cuadrante superior izquierdo), Pirata, si nos hemos beneficiado perjudicando a otro o a otros (cuadrante inferior derecho), o Estúpido si con nuestra actuación hemos causado un perjuicio a otro o a otros y además nos ha perjudicado.


A pesar de la claridad que aporta este sucinto texto, hay dos cosas en las que más de un autor discrepa de este divertido análisis: la separación entre tontos y listos y el porcentaje invariable de gente estúpida que existe en una población (símbolo ε en el texto) y que según el economista italiano es una constante en cualquier grupo o sociedad humana.


Según Ricardo Moreno en su Breve tratado sobre la estupidez humana, «No es tonto quien dice tonterías, sino quien se apega a ellas como si de un recuerdo con valor sentimental se tratase» y que «...al hablar de tontos y listos no se ha de entender seres químicamente puros... sino... las dos partes que conviven en cada uno de nosotros. Ahora bien, si no hay personas completamente inteligentes, sí los hay completamente tontos».


También Giancarlo Livraghi en su libro El poder de la estupidez dice: «Lo que se echa en falta... es el tomar en consideración nuestra propia estupidez que se da incluso en la gente más despierta. … Es esencialmente cierto que ninguna categoría humana es más inteligente -o estúpida- que otra. … Casi nadie es estúpido por completo y nadie puede confiar en ser siempre inteligente. … necesitamos tomar en consideración el componente de estupidez … que existe en todos nosotros. Todos y cada uno de nosotros podemos tender más a la estupidez en cierta clase de circunstancias que en otras».


Alfredo Ramírez en su Teoría General de la Estupidez Política afirma que «Como si de una inevitable enfermedad se tratara... de todos los seres humanos se puede sospechar que poseen el virus de la estupidez. … No existen, en definitiva, personas estúpidas y personas no estúpidas... todos podemos ser estúpidos en un determinado momento». Y al tratar la estupidez apunta «... no busca servirse de la palabra estúpido en su sentido coloquial, sino en el técnico. Estúpido es aquel que hace estupideces. Y estupideces son actos que perjudican a terceros y a uno mismo. Nada más.»


En referencia a la aseveración de Cipolla de que el número de estúpidos en cualquier momento histórico y en cualquier sociedad dada se mantiene estable, discrepa al sostener que «La estupidez no es algo estable y que afecte a un número fijo de personas sino algo que, en potencia, de modo latente, nos afecta a todos y que en cualquier momento puede mostrarse y tener efectos tanto sobre nosotros como individuos aislados, como sobre toda la colectividad.» Y defiende que «...en el presente, desde finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI, la estupidez potencial que toda la sociedad comparte está en franco crecimiento.» Y parece cierto que, si bien algunas personas estamos erradas en algunas de nuestras acciones, las hay que deberían de estar herradas.


Entre las muchas referencias a las que se alude al tratar el tema de la necedad se suele recurrir al Principio de Hanlon, según el cual «no se ha de atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez», inspirado a su vez en La Navaja de Ockham, principio filosófico y metodológico según el cual «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable».


Otro de los dichos que se suele mencionar es la Ley de Murphy, «si algo puede salir mal, saldrá mal, en el peor momento posible» y, a pesar de su carácter pesimista, incide en la cantidad de veces que las cosas se tuercen por un error que hemos cometido, por no haber hecho las comprobaciones necesarias, por no haber tenido en cuenta una variable de efecto inesperado o por confiar en alguien que no ha hecho bien las cosas... en definitiva por una estupidez. Como dice Giancarlo Livraghi, «es un recurso para la inteligencia saber que es prácticamente imposible evitar lo inesperado, porque nunca está en nuestra mano controlar todas las variables, o porque algunos factores externos (que no podemos controlar) entran en juego cuando menos lo esperamos».


En palabras de Douglas Adams, escritor y guionista inglés, «La diferencia principal entre algo que puede salir mal y algo que de ningún modo puede salir mal es que, cuando sale mal algo que de ningún modo podía salir mal, lo más común es que resulte imposible de resolver o remediar».


Un estudio de por qué las cosas salen mal es La ley de Parkinson, libro no muy querido por muchos teóricos de la gestión porque en él se dicen demasiadas verdades incómodas. «El trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo disponible para su desarrollo completo». Explica también cómo crecen las organizaciones de forma incoherente como fruto de mecanismos jerárquicos y anomalías funcionales sin generar nada valioso para el mundo exterior. Muchas veces las reducciones de personal se hacen para incrementar el beneficio a corto plazo sin mermar los excesos de plantilla en cargos inútiles y entorpecedores. Otra enfermedad descrita por Parkinson es la Ingelitencia: «el ascenso a los puestos de autoridad de personas que sienten celos ingentes del éxito ajeno al par que se caracterizan por la incompetencia. Se reconoce a la persona ingelitente por la terquedad con la que se esfuerza por expulsar a todos los que son más capaces que él mismo».


Otro texto sobre La sana ciencia de la Jerarqueología al decir de su autor, es El Principio de Peter: «Los miembros de una organización (que se rija por la meritocracia) prosperarán hasta alcanzar el nivel superior de su competencia y luego los ascenderán y estabilizarán en un puesto para el cual son incompetentes».


Este principio ha dado origen a otras variaciones y diversos corolario como El Principio de Dilbert, de Scott Adams: «Las personas menos competentes y menos inteligentes ascienden a los puestos donde menos daño pueden causar: la dirección». «El concepto de meritocracia es cada vez más manido y menos auténtico ya que se asciende a alguien por la protección de un poder oligárquico, favoritismo, sumisión, intrigas y otras razones que poco tienen que ver con la capacidad profesional del promocionado. Para intentar resolver los problemas de incompetencia en los niveles altos, algunos consultores sugieren maniobras con apelaciones tan rimbombantes como “sublimación percusiva” o “arabesco lateral”, que no es otra cosa que desplazar (hacia arriba o hacia un lado) a los incompetentes situados en la jerarquía, de modo que ocupen lugares de mera apariencia». Existen casos que van más allá del Principio de Peter, promoviendo a un nivel superior a alguien que ya demostró ser incapaz en el puesto anterior. Muchas veces los juegos de poder y las intrigas de oficina se imponen al mérito y a la calidad y de esa forma se incrementa y multiplica el poder de la estupidez.


Así pues y teniendo en cuenta lo arriba mencionado, Livraghi establece tres corolarios.


«Primer corolario: En cada uno de nosotros reside un factor de estupidez que es siempre mayor de lo que creemos».

Nuestra parte alícuota de estupidez es siempre minusvalorada por nuestra vanidad, nuestro orgullo... y porque es muy frustrante darse cuenta de los errores cometidos. Podríamos decir que la estupidez es inhehiriente a la raza humana, por lo consustancial y doloroso que resulta reconocer los errores.

«Segundo corolario: Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez ajena, el impacto crece de forma geométrica; esto es, por la multiplicación, no por la adición, de los factores de estupidez individuales».

La multitud como un todo es mucho mas estúpida que cualquiera de las personas que la conforman, consideradas individualmente. En manada somos más estúpidos y nos dejamos influir por los individuos más atrevidos.

«Tercer corolario: Combinar la inteligencia de distintas personas es más difícil que combinar la estupidez».

La estupidez es tonta. No necesita pensar, organizarse ni planificar nada con cuidado para generar un efecto conjunto. Transferir y combinar la inteligencia es un proceso mucho más complejo.


En referencia a lo peligrosa que resulta la estupidez, Ricardo Moreno razona que: «La estupidez es más dañina que la maldad, porque es más fácil luchar contra la segunda (porque actúa con una cierta lógica) que contra la primera (que carece de ella). Si pudiéramos suprimir la maldad, el mundo sería un poco mejor. Pero si pudiéramos suprimir la estupidez, el mundo sería muchísimo mejor». «... el motor de la historia es la estupidez y sus derivados (la arrogancia, la hipocresía, la intolerancia, el fanatismo, la envidia, los prejuicios, la ambición desmedida, la avaricia...) y la estupidez carece de leyes y de normas». En definitiva, su peligrosidad radica en ser imprevisible e incansable y en que, como decía Bertrand Russell, «Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas». Los inteligentes, los malvados y los incautos son conscientes de su conducta pero el estúpido no. Como bien dice Ricardo Moreno, «Los tontos ignoran su propia limitación y ni se les pasa por la cabeza la posibilidad de que hacen tonterías igual que cualquier otro ser humano, y no consideran necesario reflexionar sobre su manera de hacer ni mucho menos sobre la responsabilidad que pueda corresponderles de sus propios fracasos».


Muchos autores han llamado la atención sobre la multitud de estudios que se han hecho de la inteligencia y los escasos referidos a la estupidez, cuando tantos ejemplos tenemos a lo largo de la historia del triunfo de la segunda sobre la primera. Pedro Voltes, en su Historia de la estupidez humana, nos da un buen número de ejemplos y no faltan hoy en día, a pesar de los logros conseguidos, personajes y conductas que no pueden ser tachadas sino como estupideces integrales.


A todos nos vienen a la cabeza las ocurrencias de Dolar Trump, que aconsejó alegremente que con luz ultravioleta y un buen detergente se podía combatir la Covid-19 y más recientemente que el paracetamol y las vacunas generan autismo. Como bien dice Alfredo Ramírez en su Teoría General de la estupidez política, libro de 2021, «Trump es un estúpido objetivo y subjetivo por las muchas decisiones tomadas durante su mandato en función de las cuales se puede hacer la valoración indicada: el manejo de la economía, el tratamiento dado a los derechos civiles, la polarización social, la política exterior, etc. Sin embargo, un caso, quizá menor, puede resultar el más revelador de lo que fueron los cuatro años de Trump en la Casa Blanca: el precio de las lavadoras».


Para equilibrar lo que consideraba un abuso comercial de los chinos, impuso aranceles a algunos productos que venían de China. Uno de ellos fue el acero, porque el acero estadounidense resultaba más caro ya que... «los chinos lo fabrican sirviéndose de prácticas desleales, como el dumping». De esta forma las acerías de USA venderían más acero, como así hicieron, pero al ser más caro (y el acero chino también era más caro por culpa de los aranceles), resulto que... todos los productos hechos con acero se encarecieron y, por ejemplo, las lavadoras aumentaron su precio en 100 dólares, que votantes y no votantes del botarate tuvieron que pagar. Veremos qué pasa con los nuevos aranceles en esta nueva legislatura del presidente de la primera potencia mundial con acceso al botón rojo nuclear que puede destruir el planeta diecisiete veces (?). Muchos estamos preocupados por su estupidez pero igual deberíamos de preocuparnos más por la estupidez de los que le han votado en esta segunda legislatura.


Otro presidente de Estados Unidos que todo el mundo recordará por el “asunto” que tuvo con una becaria y que gobernó entre 1993 y 2001 fue Bill Clinton. Desde la entrada de Reagan en la Casa Blanca en 1980 se inició un proceso para eliminar regulaciones en el sistema financiero, aduciendo la eficiencia y capacidad de esos mercados para autorregularse. Entre 1985 y 1989 el gobierno de los EEUU rescató con ciento cincuenta y dos mil millones de dolares a las entidades financieras con problemas. A pesar del desastre, la desregulación bancaria continuó con la administración Clinton, que se afanó en reducir el gasto público y en aplicar una política fiscal restrictiva, a la par que se incrementaba el crédito de la clase media y baja para sufragar sus gastos corrientes, mientras la FED mantenía bajos los intereses. Al final de la legislatura la deuda pública se había reducido sustancialmente y había una época de bonanza que muchos ciudadanos recuerdan con nostalgia. Lo que no tuvieron en cuenta es que esas dinámicas eran insostenibles porque se basaban en el endeudamiento privado y en las cotizaciones bursátiles: en ocho años el Nasdaq creció un 325% y el Dow Jones un 678%. Al final de este periodo los grupos de Lobby del sector financiero apoyaron con millones de dólares para que el Congreso desmantelara el último vestigio de regulación de la Gran Depresión, la Ley Glass-Steagall, y se abrió la puerta a la fusión de actividades bancarias comerciales, bursátiles y de aseguramiento. Se limitó la capacidad de las entidades que debían de regular el naciente mercado de derivados financieros, poniendo las condiciones para una expansión sin precedentes de mega-instituciones financieras, especulación y fraude que reventó con la crisis del 2008 y su posterior rescate del Senado de EEUU (700.000 millones de dólares). Pues bien, al causante de esta gran Depresión se le recuerda por el affaire con una becaria y no por haber dejado sin control a los avariciosos y cortoplacistas banqueros que arruinaron nuestras economías.


Alguien podrá decir que aquello fue obra de malvados que esquilmaron a los pequeños ahorradores, a las clases bajas que quisieron acceder a una vivienda que no se podían pagar y a ejecutivos que cobraron sus incentivos por ventas que luego otros tendrían que encargarse de cobrar, pero el alcance del desaguisado traspasa la propia maldad y se encalla en la estupidez. Lo cierto es que los gestores de la economía desencadenaron la desconfianza entre los inversores y entre los mismos bancos, que ya no se fiaban de los productos financieros que habían comercializado, eliminando la base del negocio bancario: la confianza.


Kary Banks Mullis fue un bioquímico estadounidense que compartió el Nobel de Química con Michael Smith debido a la invención de la reacción en cadena de la polimerasa que permite la ampliación de secuencias específicas del ADN. Sin embargo, el brillante científico no dudó en cuestionar que el VIH causase el sida, negó que el cambio climático fuese causado por el hombre y mantuvo opiniones heterodoxas en ciencias sociales y astrología, demostrando que hasta las mentes más geniales podían albergar abundantes dosis de estupidez.


Pero no hace falta irse tan lejos para comprobar hasta qué punto la estupidez campa por sus respetos y parece no tener fin en este país en el que el rey, máxima autoridad del reino, Capitán General de todos los ejércitos, legítimo heredero de la dinastía histórica según reza la Constitución y la más alta representación del Estado, en su calidad de irresponsable, se nacionalizó en otro país para no pagar impuestos en el suyo. Pero hoy no vamos a hablar de monarquía sino de banqueros.


El 1 de enero de 2002 un desconocido E. G. era nombrado Director General de la Caja de Ahorros de una Autonomía Uniprovincial de quinientos mil habitantes, impuesto por el entonces Presidente de esa Comunidad, la alcaldesa de la capital de esa Comunidad y arropado por un grupo de notables entre los que cabría mencionar a:

R. M. F. Flamante diplomático director de Gabinete de varios ministros, cónsul general en Houston, embajador en Gran Bretaña y Sudáfrica, Jefe de Protocolo de la Casa Real, Secretario de Estado de Seguridad en el Ministerio del Interior, condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, Caballero y comendador de la Real Orden de Carlos III, caballero y comendador de la Orden del Mérito Civil...

A. O. Doctor en Economía y presidente de la sección de Ciencias Empresariales y Financieras de la Real Academia de Economía, director de la mundialmente conocida consultora Bain Company, presidente en España del Grupo Deutsche Telecom, de la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos Culturales y Audiovisuales de España, Consejero de Ericsson España S.A., de la Societé Generale de España, miembro del Consejo Asesor de KPMG y de otro montón de empresas, autor del libro Capitalismo humanista, condecorado con la Gran Cruz del Mérito Civil por el rey de España y «uno de los referentes del nuevo capitalismo»...

A.O.U. Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad Rey Juan Carlos, con despacho propio, ha pertenecido a distintos consejos de empresas (Zetia, Endesa, Lazarejo Sicav, Sexterius, Noscira...) colabora en la Revista de Derecho del Mercado de Valores y asesor en los distintos procesos de fusión de bancos y cajas de ahorros y se le considera el inventor de las SIP (Sistema Institucional de Protección)...

J.T. Licenciado en Derecho, Presidente de la Cámara de Comercio de Navarra desde hace más de 30 años, cónsul honorario de Rumanía en Navarra, vocal del Pleno de Cámara de España, presidente de la Corte de Arbitraje de Cámara Navarra, presidente de la Corte de Mediación de Cámara Navarra, vicepresidente de la Fundación Empresa-UN, consejero de varias empresas y con despacho propio...


Con semejantes avales y consejeros, ¿quién podía dudar de la valía de semejante timonel para dirigir una de las cajas de ahorros que, a pesar de su pequeño tamaño, era una de las más solventes de España?.


Pues bien, el atrevido ejecutivo quiso darle a la entidad una nueva imagen y remodeló todas y cada una de las oficinas con mobiliario en blanco y negro y una vistosa moqueta roja a la par que cambiaba tres veces en cuatro años la imagen corporativa de la empresa.


A continuación comenzó una vertiginosa expansión que le llevó a duplicar las 234 oficinas comprando locales por todos los rincones de la península pero especialmente en el País Vasco y las principales ciudades de España, justo cuando el mercado inmobiliario estaba más caro, teniendo que malvender posteriormente los locales y alquilarlos para conseguir los índices de solvencia que exigía el Banco de España.


En octubre de 2007 anunció la compra del 30% del banco HBW Express de Budapest «Esta operación tiene importantes sinergias con el grupo... que ya posee oficinas en la región... Polonia, República Checa, Rumanía...». Dos años después la entidad congelaba sus planes de expansión en el Este de Europa, ya que el precio de la operación era mayor al valor de mercado de HBW Express que en realidad solo tenía tres sucursales, perdiendo finalmente el 100% de la inversión.


No se arredró el avispado director y ya en junio de 2010 alquiló un espléndido local de 820 metros a solo 400 metros de la Casa Blanca y junto a la sede del Banco Mundial, inaugurado por el presidente de la Comunidad, la alcaldesa de Pamplona, el alcalde de Washington, la mujer del presidente de Colombia, el embajador de España, la Infanta Cristina y su marido el duque de Palma. Eso sí, hasta su cierre en marzo de 2013, y pese a pagar la nómina de una plantilla de seis personas durante esos años, no consiguió la autorización de la FED para operar en EEUU y tuvo que cerrar sus puertas sin llegar a funcionar.


Por otra parte, de las 96 oficinas que se abrieron en la Comunidad Autónoma Vasca, 8 no llegaron a abrir sus puertas. Hubo oficinas que tuvieron más empleados que clientes. La oficina de Bilbao, que costó entre cuatro y seis millones, contó con un costosísimo sistema de cajas de alquiler importado de Alemania (con lectura biométrica de la mano del cliente y transporte automático de la caja a una coqueta salita y que ya había sido colocado en la central de la entidad unos años antes) que, al no operar por falta de funcionamiento, tuvieron que llamar a la sede central para que les dijeran cómo actualizar las claves porque caducaban y desconocían como abrirlas.


Se instaló un pequeño comedor en la sede central de la entidad, con azafata atendiendo el servicio de restauración para ejecutivos que quisieran comer al estilo del que tenía el Deutsche Bank en Berlín. Ni qué decir tiene que el experimento fue un fracaso rotundo ya que se sirvieron dos ensaladas y tres postres en los seis meses que duro el invento, teniendo que tirar a la basura todos los alimentos que pasaron por sus máquinas instaladas para el servicio.


Otra de las ocurrencias del aguerrido ejecutivo fue el proyecto del monte Ezkaba, presupuestado en casi 120 millones de euros en 2005 y que finalmente no se llevó a cabo por falta de liquidez. En el proyecto se incluía un funicular que uniera el monte con la ciudad, un área natural recreativa, un proyecto de edificios acristalados para oficinas de la propia entidad, un centro de ocio, otro de hostelería, 30.000 metros cuadrados de los antiguos espacios aprovechados más 45.000 para las diferentes actividades, que supondrían para sus impulsores «un emblema de la fortaleza emprendedora y cultural» de la Comunidad Autónoma. A la postre el proyecto fue tumbado por la Mancomunidad de los ayuntamientos implicados que se echaron las manos a la cabeza con semejante despropósito.


Entre los años 2008 y 2009, a través de una de las empresas de la entidad, adquirió diversos terrenos que habían sido comprados para especular, ante la que parecía, por un lado, la inminente construcción de una estación del Tren de Alta Velocidad y, por otro, un montón de viviendas que ni una ni otras llegaron a materializarse, quedando como lo que eran: terreno agrícola con un valor muy por debajo del precio de compra.


Durante su jefatura remodeló varias veces la “planta noble” en la que tenía sus despachos, adquiriendo para sus estancias y oficinas butacas de 5.000 euros y sillas de 3.300 euros cada una. Prejubiló a 334 empleados, (después de que la fusión con la otra caja de la Comunidad se había desecho de 156 empleados en el año 2000), con el único fin de quitarse de encima a la vieja guardia crítica con su gestión, aduciendo un ahorro anual más que discutible ya que contrató a otros mil nuevos empleados para atender su alocada expansión y cubrir los puestos vacantes.


Con la excusa de captar y fidelizar a empresarios e inversores, obsequió a más de 150 personas (entre los que figuraban distintos directivos de la entidad) con un viaje de lujo a París de un fin de semana, con un vuelo charter fletado para la ocasión, alojándolos en hoteles de cinco estrellas, comidas en excelentes restaurantes, cenas de gala y actividades de agasajo. Una de estas era la visita al castillo de Fontainebleau, cuyo traslado se realizó en varios autobuses y en el que, durante el trayecto se fingió una avería y... ¡oh sorpresa!, los 150 invitados fueron embarcados en una veintena de helicópteros hasta el señorial palacio. Otra de las actividades que se propusieron a los invitados fue acudir una de las noches, a elegir, entre visitar de forma privada el Petit Palais, un prestigioso museo que en ese momento exponía una colección privada de altísimo nivel, o un típico vodevil parisino. A ver las pinturas acudieron tres personas.


En otro de los “viajes comerciales”, en los que la mitad eran ejecutivos de la entidad con sus esposas y el resto presidentes de distintas empresas y cargos públicos, visitaron Londres, con paseos en lancha por el Támesis, asistencia a un musical, visita al Museo de Ciencia, al Acuario, la Noria del Milenio, visita a la Bolsa y alguna miniconferencia donde echar una cabezadita tras las opíparas comidas con las que se nutrieron. En Berlín tres cuartos de lo mismo. De cueros ajenos largas correas, que dice el refrán.


Ni qué decir tiene que entre 2005 y 2011 (únicos años en que existen datos) se concedieron más de 8 millones en créditos, por debajo de los precios de referencia, a consejeros, miembros de la Comisión de Control, a familiares de primer grado y a sus empresas. También altos cargos de la entidad y sus allegados (y de la entidad resultante de su fusión con otras dos cajitas con las que se conformó lo que eufemísticamente se llamó Banca Cívica), se beneficiaron de estos préstamos blandos, algunos de ellos de dudosa legalidad. Y si esta generosidad se tenía con su equipo, la remuneración del timonel no estaba exenta de fabulosos estipendios: más de 10 millones en sueldo bruto y más 2 millones en un fondo de pensiones. Entre 2010 y 2011, justo cuando la entidad obtenía los peores resultados de su historia, el iluminado ejecutivo ingresó nada más y nada menos que 4 millones de euros.


Se podrían seguir poniendo ejemplos de la megalomanía, incompetencia y acumulación de chanchullos durante la vida laboral de este personaje entre los años 2002 y 2012, año en que la entidad que presidía fue absorbida por Caixabank. Para resumir su final baste decir que, tras una ruinosa salida a Bolsa, la entidad paso de valer 1.300 millones de euros a apenas 200. Las ruinosas inversiones en las distintas empresas de sus allegados, el maquillaje contable y los despilfarros durante los diez años de su gestión, dieron al traste con la Caja fundada por la Diputación Provincial cien años antes para apoyar a los pequeños ahorradores y que había sido el orgullo de la Comunidad.


La gestión del avispado gestor, que cogió una Caja de Ahorros con una cuota de mercado que rondó el 50% en la Comunidad, (la mitad de los ahorros de sus habitantes y la mitad de los créditos concedidos, con una solvencia de más del 75% en sus balances), y la dejó en bancarrota, no puede ser tachada más que de desastrosa, por mucho que se intente echar la culpa al mercado, a la situación financiera del país o al proceloso devenir de la economía. Eso sí, bien aderezado con “sinergias”, “perspectiva holística”, “actitud proactiva”, “soluciones imaginativas” para venderle al cliente no lo que necesitaba, sino lo que sus directivos querían venderle, lectura obligada de ¿Quién se ha comido mi queso?, disponibilidad las 24 horas 7 días a la semana y, como no, Tiempo de crisis, tiempo de oportunidades.


¿Y qué pasó con este individuo? Pues que con la desaparición de la caja que «no la iba a reconocer ni la madre que la parió», (como dijo al coger la dirección de la misma), se le recompensó con la dirección de Criteria, las empresas participadas de la nueva entidad y, con el tiempo, ser nombrado director de la Fundación Telefónica, demostrando fehacientemente el Principio de Peter, la Ley de Parkinson, el Principio de Dilbert, el Principio de Hanlon, la Ley de Murphy, la Navaja de Ockhan y avalando las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana y dejando claro que la diferencia existente entre la estupidez y la maldad es muy difusa, cuando no van de la mano.


¿Y qué dice ahora el fundador y presidente de la Fundación Hermes, nombrado recientemente presidente de Fundación Telefónica?.


Pues habla del agente tabaco, de cuando el tabaco dejó de ser atractivo. «La IA, las redes y la plutocracia digital dejan de ser atractivas. Este efecto tabaco” está produciendo un despertar. La ciudadanía está despertando». Muy ilusionante su análisis. Yo también he dejado de fumar: ayer tres veces.


Dice que... «el modelo político europeo es un modelo moral, ético y cultural antes que político y que no es posible hacerlo sin una tecnología propia». ¿Modelo moral, ético y cultural?. Será por la ultraderecha que crece de forma escandalosa o lo pusilánime que se muestra ante el genocidio de Gaza...


También dice que... «Europa tiene un problema: es un éxito de tal calibre que no se ha reinventado». No sé si se refiere a la sumisión a EEUU o a lo poco que pinta en el panorama mundial.


Apuesta por una IA... «de modelo europeo, cuyo código fuente y cadena algorítmica sea responsable, revocable, trazable y transparente». «No la veo como una amenaza. Tiene que ser civilizada». Muchos expertos alertan de los peligros de la IA pero él, con su fino olfato, solo ve bondades.


Dice que...«Cuatro de cada diez unicornios en Estados Unidos han tenido origen europeo»... y que … «El talento se va porque todavía no tenemos un mercado de capitales estructurado». No sé si se acordará de cuando él estuvo “en el mercado de capitales ” y precisamente dejó un “mercado sin capitales”. Se lo gastó todo, no dejó ni un céntimo.


E insiste... «Mi concepto de IA europea es una IA que nos sirva datos que mejoren nuestras decisiones». Seguro que la IA ética (¿O habría que decir Cívica?) puede competir con lo que están haciendo los americanos o los chinos. Como decía Montaigne, «Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis».


También dice que tendría que haber un sistema … «de certificación algorítmica, que ponga un sello de usabilidad diciendo que una IA te va a servir y no te va a comer, no se va a entrometer, va a ser agéntica con límites. Para eso necesitamos una fórmula: R2T2». Mucha palabra para no decir nada. La IA la controlan las empresas con intereses comerciales incuestionables. ¿Son los gobiernos los que controlan a las multinacionales o son las multinacionales las que están imponiendo sus programas a los gobiernos?.


Y acaba diciendo... «Yo no creo en el debate entre innovación y regulación. A mí, si tengo talento y tengo dinero, la regulación no me estorba». Eso lo dice un individuo que arruinó el buque insignia de la economía navarra y sigue ponderando como si no hubiera pasado nada. Como bien dijo Girolano Cardano, «la estupidez consiste en tener una concepto exagerado de sí mismo» o como decía Erasmo de Rotterdam, «bien se alaba quien no tiene quién lo haga».


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



Bibliografía:

Cipolla Carlo M. Allegro ma non troppo. Ed. Critica 1991

Gil Alberto, Intxusta Aritz, Zamora Patxi, El banquete. Ed. Txalaparta 2013

Livraghi Giancarlo. El poder de la estupidez. Ed. Crítica. 2010

Moreno Castillo Ricardo. Breve tratado sobre la estupidez humana. Ed. Fórcola 2018

Ramírez Nárdiz Alfredo. Ed.Bosch. 2021

Sanabria Antonio, Garzón Espinoza Eduardo. El rescate bancario español: un botín multimillonario. www.cadtm.org/El-rescate-bancario-espanol-un

Voltes Pedro. Historia de la estupidez humana. Ed. Espasa 1999