Dudo mucho que, cuando el
historiador económico italiano Carlo
María Cipolla escribió su opúsculo Allegro ma non
troppo, donde incluía Las leyes fundamentales de la estupidez
humana, sospechara el éxito y la difusión que iban a tener las
escasas treinta páginas de las que consta su ensayo. Lo cierto es
que, a pesar de su brevedad, es mencionado en todos aquellos estudios
que se atreven a tratar el tema de la estupidez. Veamos qué dice el
señor “Cebolla”:
«La
Primera Ley Fundamental:
Siempre
e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de
individuos estúpidos que circulan por el mundo.
La
Segunda Ley Fundamental:
La
probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de
cualquier otra característica de la misma persona.
La
Tercera Ley Fundamental (ley de oro):
Una
persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o
grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí,
o incluso obteniendo un perjuicio.
La
Cuarta Ley Fundamental:
Las
personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las
personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan
constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier
circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se
manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
El
Macroanálisis y la Quinta Ley Fundamental:
La
persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
El
corolario de la ley dice así:
El
estúpido es más peligroso que el malvado».
Para
llegar a estas aseveraciones el señor Cipolla
se basa en la interacción que mantenemos con el resto de la
humanidad y, dado que el ser humano es un ser social, cada acción u
omisión genera un coste y unos beneficios, unas pérdidas y unas
ganancias, tanto para cada uno de nosotros como para los demás.
Para
evaluar esto se sirve de una gráfica en la que el eje de coordenadas
horizontal (X o “abscisa”) indica la ganancia (o el perjuicio)
que alguien obtiene con sus acciones y el vertical (Y u “ordenada”)
los efectos producidos en otras personas. Así pues, dependiendo de
en qué cuadrante nos situemos podemos ser calificados de
Inteligente, si nuestra acción ha generado un beneficio
propio y también ajeno (cuadrante superior derecho), Incauto,
si hemos generado un beneficio a otro o a otros pero hemos salido
perjudicado (cuadrante superior izquierdo), Pirata, si nos
hemos beneficiado perjudicando a otro o a otros (cuadrante inferior
derecho), o Estúpido si con nuestra actuación hemos causado
un perjuicio a otro o a otros y además nos ha perjudicado.
A
pesar de la claridad que aporta este sucinto texto, hay dos cosas en
las que más de un autor discrepa de este divertido análisis: la
separación entre tontos y listos y el porcentaje invariable de gente
estúpida que existe en una población (símbolo ε en el
texto) y que según el economista italiano es una constante en
cualquier grupo o sociedad humana.
Según
Ricardo
Moreno en su Breve
tratado sobre la estupidez humana,
«No
es tonto quien dice tonterías, sino quien se apega a ellas como si
de un recuerdo con valor sentimental se tratase»
y que «...al
hablar de tontos y listos no se ha de entender seres químicamente
puros... sino... las dos partes que conviven en cada uno de nosotros.
Ahora bien, si no hay personas completamente inteligentes, sí los
hay completamente tontos».
También Giancarlo
Livraghi en su libro El poder de la estupidez dice: «Lo
que se echa en falta... es el tomar en consideración nuestra propia
estupidez que se da incluso en la gente más despierta. … Es
esencialmente cierto que ninguna categoría humana es más
inteligente -o estúpida- que otra. … Casi nadie es estúpido por
completo y nadie puede confiar en ser siempre inteligente. …
necesitamos tomar en consideración el componente de estupidez …
que existe en todos nosotros. Todos y cada uno de nosotros podemos
tender más a la estupidez en cierta clase de circunstancias que en
otras».
Alfredo Ramírez
en su Teoría General de la Estupidez Política afirma que
«Como
si de una inevitable enfermedad se tratara... de todos los seres
humanos se puede sospechar que poseen el virus de la estupidez. …
No existen, en definitiva, personas estúpidas y personas no
estúpidas... todos podemos ser estúpidos en un determinado
momento».
Y al tratar la estupidez apunta «...
no busca servirse de la palabra estúpido en su sentido coloquial,
sino en el técnico. Estúpido es aquel que hace estupideces. Y
estupideces son actos que perjudican a terceros y a uno mismo. Nada
más.»
En referencia a la
aseveración de Cipolla de que el número de estúpidos en cualquier
momento histórico y en cualquier sociedad dada se mantiene estable,
discrepa al sostener que «La
estupidez no es algo estable y que afecte a un número fijo de
personas sino algo que, en potencia, de modo latente, nos afecta a
todos y que en cualquier momento puede mostrarse y tener efectos
tanto sobre nosotros como individuos aislados, como sobre toda la
colectividad.»
Y defiende que «...en
el presente, desde finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI, la
estupidez potencial que toda la sociedad comparte está en franco
crecimiento.»
Y parece cierto que, si bien
algunas personas estamos erradas en algunas de nuestras acciones, las
hay que deberían de estar herradas.
Entre las muchas
referencias a las que se alude al tratar el tema de la necedad se
suele recurrir al Principio de
Hanlon, según el cual «no
se ha de atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la
estupidez»,
inspirado a su vez en La Navaja
de Ockham, principio filosófico y metodológico según el
cual «en
igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más
probable».
Otro de los dichos que se
suele mencionar es la Ley de
Murphy, «si
algo puede salir mal, saldrá mal, en el peor momento posible»
y, a pesar de su carácter pesimista, incide en la cantidad de veces
que las cosas se tuercen por un error que hemos cometido, por no
haber hecho las comprobaciones necesarias, por no haber tenido en
cuenta una variable de efecto inesperado o por confiar en alguien que
no ha hecho bien las cosas... en definitiva por una estupidez. Como
dice Giancarlo Livraghi, «es
un recurso para la inteligencia saber que es prácticamente imposible
evitar lo inesperado, porque nunca está en nuestra mano controlar
todas las variables, o porque algunos factores externos (que no
podemos controlar) entran en juego cuando menos lo esperamos».
En palabras de Douglas
Adams, escritor y guionista inglés, «La
diferencia principal entre algo que puede salir mal y algo que de
ningún modo puede salir mal es que, cuando sale mal algo que de
ningún modo podía salir mal, lo más común es que resulte
imposible de resolver o remediar».
Un estudio de por qué
las cosas salen mal es La ley de
Parkinson, libro no muy querido por muchos teóricos de la
gestión porque en él se dicen demasiadas verdades incómodas. «El
trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo disponible para su
desarrollo completo».
Explica también cómo crecen las organizaciones de forma incoherente
como fruto de mecanismos jerárquicos y anomalías funcionales sin
generar nada valioso para el mundo exterior. Muchas veces las
reducciones de personal se hacen para incrementar el beneficio a
corto plazo sin mermar los excesos de plantilla en cargos inútiles y
entorpecedores. Otra enfermedad descrita por Parkinson
es la Ingelitencia:
«el
ascenso a los puestos de autoridad de personas que sienten celos
ingentes del éxito ajeno al par que se caracterizan por la
incompetencia. Se reconoce a la persona ingelitente
por la terquedad con la que se esfuerza por expulsar a todos los que
son más capaces que él mismo».
Otro texto sobre La
sana ciencia de la Jerarqueología al decir de su autor, es El
Principio de Peter:
«Los
miembros de una organización (que se rija por la meritocracia)
prosperarán hasta alcanzar el nivel superior de su competencia y
luego los ascenderán y estabilizarán en un puesto para el cual son
incompetentes».
Este principio ha dado
origen a otras variaciones y diversos corolario como El
Principio de Dilbert,
de Scott Adams: «Las
personas menos competentes y menos inteligentes ascienden a los
puestos donde menos daño pueden causar: la dirección».
«El
concepto de meritocracia es cada vez más manido y menos auténtico
ya que se asciende a alguien por la protección de un poder
oligárquico, favoritismo, sumisión, intrigas y otras razones que
poco tienen que ver con la capacidad profesional del promocionado.
Para intentar resolver los problemas de incompetencia en los niveles
altos, algunos consultores sugieren maniobras con apelaciones tan
rimbombantes como “sublimación
percusiva” o
“arabesco
lateral”, que no es
otra cosa que desplazar (hacia arriba o hacia un lado) a los
incompetentes situados en la jerarquía, de modo que ocupen lugares
de mera apariencia».
Existen casos que van más allá del Principio
de Peter, promoviendo a un nivel superior a alguien que ya
demostró ser incapaz en el puesto anterior. Muchas veces los juegos
de poder y las intrigas de oficina se imponen al mérito y a la
calidad y de esa forma se incrementa y multiplica el poder de la
estupidez.
Así pues y teniendo en
cuenta lo arriba mencionado, Livraghi
establece tres corolarios.
«Primer
corolario: En cada uno de nosotros reside un factor de estupidez que
es siempre mayor de lo que creemos».
Nuestra parte alícuota
de estupidez es siempre minusvalorada por nuestra vanidad, nuestro
orgullo... y porque es muy frustrante darse cuenta de los errores
cometidos. Podríamos decir que la estupidez es inhehiriente a
la raza humana, por lo consustancial y doloroso que resulta reconocer
los errores.
«Segundo
corolario: Cuando la estupidez de una persona se combina con la
estupidez ajena, el impacto crece de forma geométrica; esto es, por
la multiplicación, no por la adición, de los factores de estupidez
individuales».
La multitud como un todo
es mucho mas estúpida que cualquiera de las personas que la
conforman, consideradas individualmente. En manada somos más
estúpidos y nos dejamos influir por los individuos más atrevidos.
«Tercer
corolario: Combinar la inteligencia de distintas personas es más
difícil que combinar la estupidez».
La estupidez es tonta. No
necesita pensar, organizarse ni planificar nada con cuidado para
generar un efecto conjunto. Transferir y combinar la inteligencia es
un proceso mucho más complejo.
En referencia a lo
peligrosa que resulta la estupidez, Ricardo
Moreno razona que: «La
estupidez es más dañina que la maldad, porque es más fácil luchar
contra la segunda (porque actúa con una cierta lógica) que contra
la primera (que carece de ella). Si pudiéramos suprimir la maldad,
el mundo sería un poco mejor. Pero si pudiéramos suprimir la
estupidez, el mundo sería muchísimo mejor».
«...
el motor de la historia es la estupidez y sus derivados (la
arrogancia, la hipocresía, la intolerancia, el fanatismo, la
envidia, los prejuicios, la ambición desmedida, la avaricia...) y la
estupidez carece de leyes y de normas».
En definitiva, su peligrosidad radica en ser imprevisible e
incansable y en que, como decía Bertrand
Russell, «Gran
parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a
que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes
llenos de dudas».
Los inteligentes, los malvados y los incautos son conscientes de su
conducta pero el estúpido no. Como bien dice Ricardo
Moreno, «Los
tontos ignoran su propia limitación y ni se les pasa por la cabeza
la posibilidad de que hacen tonterías igual que cualquier otro ser
humano, y no consideran necesario reflexionar sobre su manera de
hacer ni mucho menos sobre la responsabilidad que pueda
corresponderles de sus propios fracasos».
Muchos autores han
llamado la atención sobre la multitud de estudios que se han hecho
de la inteligencia y los escasos referidos a la estupidez, cuando
tantos ejemplos tenemos a lo largo de la historia del triunfo de la
segunda sobre la primera. Pedro
Voltes, en su Historia de la estupidez humana, nos da
un buen número de ejemplos y no faltan hoy en día, a pesar de los
logros conseguidos, personajes y conductas que no pueden ser tachadas
sino como estupideces integrales.
A todos nos vienen a la
cabeza las ocurrencias de Dolar
Trump, que aconsejó alegremente que con luz ultravioleta y un
buen detergente se podía combatir la Covid-19 y más recientemente
que el paracetamol y las vacunas generan autismo. Como bien dice
Alfredo Ramírez en su
Teoría General de la estupidez política, libro de 2021,
«Trump
es un estúpido objetivo y subjetivo por las muchas decisiones
tomadas durante su mandato en función de las cuales se puede hacer
la valoración indicada: el manejo de la economía, el tratamiento
dado a los derechos civiles, la polarización social, la política
exterior, etc. Sin embargo, un caso, quizá menor, puede resultar el
más revelador de lo que fueron los cuatro años de Trump en la Casa
Blanca: el precio de las lavadoras».
Para equilibrar lo que
consideraba un abuso comercial de los chinos, impuso aranceles a
algunos productos que venían de China. Uno de ellos fue el acero,
porque el acero estadounidense resultaba más caro ya que... «los
chinos lo fabrican sirviéndose de prácticas desleales, como el
dumping».
De esta forma las acerías de USA venderían más acero, como así
hicieron, pero al ser más caro (y el acero chino también era más
caro por culpa de los aranceles), resulto que... todos los productos
hechos con acero se encarecieron y, por ejemplo, las lavadoras
aumentaron su precio en 100 dólares, que votantes y no votantes del
botarate tuvieron que pagar. Veremos qué pasa con los nuevos
aranceles en esta nueva legislatura del presidente de la primera
potencia mundial con acceso al botón rojo nuclear que puede destruir
el planeta diecisiete veces (?). Muchos estamos preocupados por su
estupidez pero igual deberíamos de preocuparnos más por la
estupidez de los que le han votado en esta segunda legislatura.
Otro presidente de
Estados Unidos que todo el mundo recordará por el “asunto” que
tuvo con una becaria y que gobernó entre 1993 y 2001 fue Bill
Clinton. Desde la entrada de Reagan
en la Casa Blanca en 1980 se inició un proceso para eliminar
regulaciones en el sistema financiero, aduciendo la eficiencia y
capacidad de esos mercados para autorregularse. Entre 1985 y 1989 el
gobierno de los EEUU rescató con ciento cincuenta y dos mil millones
de dolares a las entidades financieras con problemas. A pesar del
desastre, la desregulación bancaria continuó con la administración
Clinton, que se afanó en reducir el gasto público y en aplicar una
política fiscal restrictiva, a la par que se incrementaba el crédito
de la clase media y baja para sufragar sus gastos corrientes,
mientras la FED mantenía bajos los intereses. Al final de la
legislatura la deuda pública se había reducido sustancialmente y
había una época de bonanza que muchos ciudadanos recuerdan con
nostalgia. Lo que no tuvieron en cuenta es que esas dinámicas eran
insostenibles porque se basaban en el endeudamiento privado y en las
cotizaciones bursátiles: en ocho años el Nasdaq creció un 325% y
el Dow Jones un 678%. Al final de este periodo los grupos de Lobby
del sector financiero apoyaron con millones de dólares para que el
Congreso desmantelara el último vestigio de regulación de la Gran
Depresión, la Ley Glass-Steagall, y se abrió la puerta a la fusión
de actividades bancarias comerciales, bursátiles y de aseguramiento.
Se limitó la capacidad de las entidades que debían de regular el
naciente mercado de derivados financieros, poniendo las condiciones
para una expansión sin precedentes de mega-instituciones
financieras, especulación y fraude que reventó con la crisis del
2008 y su posterior rescate del Senado de EEUU (700.000 millones de
dólares). Pues bien, al causante de esta gran Depresión se le
recuerda por el affaire con una becaria y no por haber dejado
sin control a los avariciosos y cortoplacistas banqueros que
arruinaron nuestras economías.
Alguien podrá decir que
aquello fue obra de malvados que esquilmaron a los pequeños
ahorradores, a las clases bajas que quisieron acceder a una vivienda
que no se podían pagar y a ejecutivos que cobraron sus incentivos
por ventas que luego otros tendrían que encargarse de cobrar, pero
el alcance del desaguisado traspasa la propia maldad y se encalla en
la estupidez. Lo cierto es que los gestores de la economía
desencadenaron la desconfianza entre los inversores y entre los
mismos bancos, que ya no se fiaban de los productos financieros que
habían comercializado, eliminando la base del negocio bancario: la
confianza.
Kary
Banks Mullis fue un bioquímico estadounidense que compartió
el Nobel de Química con Michael
Smith debido a la invención de la reacción en cadena de la
polimerasa que permite la ampliación de secuencias específicas del
ADN. Sin embargo, el brillante científico no dudó en cuestionar que
el VIH causase el sida, negó que el cambio climático fuese causado
por el hombre y mantuvo opiniones heterodoxas en ciencias sociales y
astrología, demostrando que hasta las mentes más geniales podían
albergar abundantes dosis de estupidez.
Pero no hace falta irse
tan lejos para comprobar hasta qué punto la estupidez campa por sus
respetos y parece no tener fin en este país en el que el rey, máxima
autoridad del reino, Capitán General de todos los ejércitos,
legítimo heredero de la dinastía histórica según reza la
Constitución y la más alta representación del Estado, en su
calidad de irresponsable, se nacionalizó en otro país para no pagar
impuestos en el suyo. Pero hoy no vamos a hablar de monarquía sino
de banqueros.
El 1 de enero de 2002 un
desconocido E. G. era nombrado Director General de la Caja de
Ahorros de una Autonomía Uniprovincial de quinientos mil habitantes,
impuesto por el entonces Presidente de esa Comunidad, la alcaldesa de
la capital de esa Comunidad y arropado por un grupo de notables entre
los que cabría mencionar a:
R. M. F. Flamante
diplomático director de Gabinete de varios ministros, cónsul
general en Houston, embajador en Gran Bretaña y Sudáfrica, Jefe de
Protocolo de la Casa Real, Secretario de Estado de Seguridad en el
Ministerio del Interior, condecorado con la Gran Cruz de la Orden de
Isabel la Católica, Caballero y comendador de la Real Orden de
Carlos III, caballero y comendador de la Orden del Mérito Civil...
A. O. Doctor en
Economía y presidente de la sección de Ciencias Empresariales y
Financieras de la Real Academia de Economía, director de la
mundialmente conocida consultora Bain Company, presidente en España
del Grupo Deutsche Telecom, de la Coalición de Creadores e
Industrias de Contenidos Culturales y Audiovisuales de España,
Consejero de Ericsson España S.A., de la Societé Generale de
España, miembro del Consejo Asesor de KPMG y de otro montón de
empresas, autor del libro Capitalismo humanista, condecorado con la
Gran Cruz del Mérito Civil por el rey de España y «uno
de los referentes del nuevo capitalismo»...
A.O.U. Catedrático
de Derecho Mercantil de la Universidad Rey Juan Carlos, con despacho
propio, ha pertenecido a distintos consejos de empresas (Zetia,
Endesa, Lazarejo Sicav, Sexterius, Noscira...) colabora en la Revista
de Derecho del Mercado de Valores y asesor en los distintos procesos
de fusión de bancos y cajas de ahorros y se le considera el inventor
de las SIP (Sistema Institucional de Protección)...
J.T. Licenciado en
Derecho, Presidente de la Cámara de Comercio de Navarra desde hace
más de 30 años, cónsul honorario de Rumanía en Navarra, vocal del
Pleno de Cámara de España, presidente de la Corte de Arbitraje de
Cámara Navarra, presidente de la Corte de Mediación de Cámara
Navarra, vicepresidente de la Fundación Empresa-UN, consejero de
varias empresas y con despacho propio...
Con semejantes avales y
consejeros, ¿quién podía dudar de la valía de semejante timonel
para dirigir una de las cajas de ahorros que, a pesar de su pequeño
tamaño, era una de las más solventes de España?.
Pues bien, el atrevido
ejecutivo quiso darle a la entidad una nueva imagen y remodeló todas
y cada una de las oficinas con mobiliario en blanco y negro y una
vistosa moqueta roja a la par que cambiaba tres veces en cuatro años
la imagen corporativa de la empresa.
A continuación comenzó
una vertiginosa expansión que le llevó a duplicar las 234 oficinas
comprando locales por todos los rincones de la península pero
especialmente en el País Vasco y las principales ciudades de España,
justo cuando el mercado inmobiliario estaba más caro, teniendo que
malvender posteriormente los locales y alquilarlos para conseguir los
índices de solvencia que exigía el Banco de España.
En octubre de 2007
anunció la compra del 30% del banco HBW Express de Budapest «Esta
operación tiene importantes sinergias con el grupo... que ya posee
oficinas en la región... Polonia, República Checa, Rumanía...».
Dos años después la entidad congelaba sus planes de expansión en
el Este de Europa, ya que el precio de la operación era mayor al
valor de mercado de HBW Express que en realidad solo tenía tres
sucursales, perdiendo finalmente el 100% de la inversión.
No se arredró el
avispado director y ya en junio de 2010 alquiló un espléndido local
de 820 metros a solo 400 metros de la Casa Blanca y junto a la sede
del Banco Mundial, inaugurado por el presidente de la Comunidad, la
alcaldesa de Pamplona, el alcalde de Washington, la mujer del
presidente de Colombia, el embajador de España, la Infanta Cristina
y su marido el duque de Palma. Eso sí, hasta su cierre en marzo de
2013, y pese a pagar la nómina de una plantilla de seis personas
durante esos años, no consiguió la autorización de la FED para
operar en EEUU y tuvo que cerrar sus puertas sin llegar a funcionar.
Por otra parte, de las 96
oficinas que se abrieron en la Comunidad Autónoma Vasca, 8 no
llegaron a abrir sus puertas. Hubo oficinas que tuvieron más
empleados que clientes. La oficina de Bilbao, que costó entre cuatro
y seis millones, contó con un costosísimo sistema de cajas de
alquiler importado de Alemania (con lectura biométrica de la mano
del cliente y transporte automático de la caja a una coqueta salita
y que ya había sido colocado en la central de la entidad unos años
antes) que, al no operar por falta de funcionamiento, tuvieron que
llamar a la sede central para que les dijeran cómo actualizar las
claves porque caducaban y desconocían como abrirlas.
Se instaló un pequeño
comedor en la sede central de la entidad, con azafata atendiendo el
servicio de restauración para ejecutivos que quisieran comer al
estilo del que tenía el Deutsche Bank en Berlín. Ni qué decir
tiene que el experimento fue un fracaso rotundo ya que se sirvieron
dos ensaladas y tres postres en los seis meses que duro el invento,
teniendo que tirar a la basura todos los alimentos que pasaron por
sus máquinas instaladas para el servicio.
Otra de las ocurrencias
del aguerrido ejecutivo fue el proyecto del monte Ezkaba,
presupuestado en casi 120 millones de euros en 2005 y que finalmente
no se llevó a cabo por falta de liquidez. En el proyecto se incluía
un funicular que uniera el monte con la ciudad, un área natural
recreativa, un proyecto de edificios acristalados para oficinas de la
propia entidad, un centro de ocio, otro de hostelería, 30.000 metros
cuadrados de los antiguos espacios aprovechados más 45.000 para las
diferentes actividades, que supondrían para sus impulsores «un
emblema de la fortaleza emprendedora y cultural»
de la Comunidad Autónoma. A la postre el proyecto fue tumbado por la
Mancomunidad de los ayuntamientos implicados que se echaron las manos
a la cabeza con semejante despropósito.
Entre los años 2008 y
2009, a través de una de las empresas de la entidad, adquirió
diversos terrenos que habían sido comprados para especular, ante la
que parecía, por un lado, la inminente construcción de una estación
del Tren de Alta Velocidad y, por otro, un montón de viviendas que
ni una ni otras llegaron a materializarse, quedando como lo que eran:
terreno agrícola con un valor muy por debajo del precio de compra.
Durante su jefatura
remodeló varias veces la “planta noble” en la que tenía sus
despachos, adquiriendo para sus estancias y oficinas butacas de 5.000
euros y sillas de 3.300 euros cada una. Prejubiló a 334 empleados,
(después de que la fusión con la otra caja de la Comunidad se había
desecho de 156 empleados en el año 2000), con el único fin de
quitarse de encima a la vieja guardia crítica con su gestión,
aduciendo un ahorro anual más que discutible ya que contrató a
otros mil nuevos empleados para atender su alocada expansión y
cubrir los puestos vacantes.
Con la excusa de captar y
fidelizar a empresarios e inversores, obsequió a más de 150
personas (entre los que figuraban distintos directivos de la entidad)
con un viaje de lujo a París de un fin de semana, con un vuelo
charter fletado para la ocasión, alojándolos en hoteles de
cinco estrellas, comidas en excelentes restaurantes, cenas de gala y
actividades de agasajo. Una de estas era la visita al castillo de
Fontainebleau, cuyo traslado se realizó en varios autobuses y en el
que, durante el trayecto se fingió una avería y... ¡oh sorpresa!,
los 150 invitados fueron embarcados en una veintena de helicópteros
hasta el señorial palacio. Otra de las actividades que se
propusieron a los invitados fue acudir una de las noches, a elegir,
entre visitar de forma privada el Petit Palais, un prestigioso
museo que en ese momento exponía una colección privada de altísimo
nivel, o un típico vodevil parisino. A ver las pinturas
acudieron tres personas.
En otro de los “viajes
comerciales”, en los que la mitad eran ejecutivos de la entidad con
sus esposas y el resto presidentes de distintas empresas y cargos
públicos, visitaron Londres, con paseos en lancha por el Támesis,
asistencia a un musical, visita al Museo de Ciencia, al Acuario, la
Noria del Milenio, visita a la Bolsa y alguna miniconferencia donde
echar una cabezadita tras las opíparas comidas con las que se
nutrieron. En Berlín tres cuartos de lo mismo. De cueros ajenos
largas correas, que dice el refrán.
Ni qué decir tiene que
entre 2005 y 2011 (únicos años en que existen datos) se concedieron
más de 8 millones en créditos, por debajo de los precios de
referencia, a consejeros, miembros de la Comisión de Control, a
familiares de primer grado y a sus empresas. También altos cargos de
la entidad y sus allegados (y de la entidad resultante de su fusión
con otras dos cajitas con las que se conformó lo que
eufemísticamente se llamó Banca Cívica), se beneficiaron de
estos préstamos blandos, algunos de ellos de dudosa legalidad. Y si
esta generosidad se tenía con su equipo, la remuneración del
timonel no estaba exenta de fabulosos estipendios: más de 10
millones en sueldo bruto y más 2 millones en un fondo de pensiones.
Entre 2010 y 2011, justo cuando la entidad obtenía los peores
resultados de su historia, el iluminado ejecutivo ingresó nada más
y nada menos que 4 millones de euros.
Se podrían seguir
poniendo ejemplos de la megalomanía, incompetencia y acumulación de
chanchullos durante la vida laboral de este personaje entre los años
2002 y 2012, año en que la entidad que presidía fue absorbida por
Caixabank. Para resumir su final baste decir que, tras una ruinosa
salida a Bolsa, la entidad paso de valer 1.300 millones de euros a
apenas 200. Las ruinosas inversiones en las distintas empresas de sus
allegados, el maquillaje contable y los despilfarros durante los diez
años de su gestión, dieron al traste con la Caja fundada por la
Diputación Provincial cien años antes para apoyar a los pequeños
ahorradores y que había sido el orgullo de la Comunidad.
La gestión del avispado
gestor, que cogió una Caja de Ahorros con una cuota de mercado que
rondó el 50% en la Comunidad, (la mitad de los ahorros de sus
habitantes y la mitad de los créditos concedidos, con una solvencia
de más del 75% en sus balances), y la dejó en bancarrota, no puede
ser tachada más que de desastrosa, por mucho que se intente echar la
culpa al mercado, a la situación financiera del país o al proceloso
devenir de la economía. Eso sí, bien aderezado con “sinergias”,
“perspectiva holística”, “actitud proactiva”, “soluciones
imaginativas” para venderle al cliente no lo que necesitaba, sino
lo que sus directivos querían venderle, lectura obligada de ¿Quién
se ha comido mi queso?, disponibilidad las 24 horas 7 días a la
semana y, como no, Tiempo
de crisis, tiempo de oportunidades.
¿Y qué pasó con este
individuo? Pues que con la desaparición de la caja que «no
la iba a reconocer ni la madre que la parió»,
(como dijo al coger la dirección de la misma), se le recompensó con
la dirección de Criteria, las empresas participadas de la nueva
entidad y, con el tiempo, ser nombrado director de la Fundación
Telefónica, demostrando fehacientemente el Principio
de Peter, la Ley
de Parkinson, el
Principio de Dilbert,
el Principio de Hanlon,
la Ley
de Murphy, la Navaja
de Ockhan y avalando las
Leyes Fundamentales de la
Estupidez Humana y
dejando claro que la diferencia existente entre la estupidez y
la maldad es muy difusa, cuando no van de la mano.
¿Y qué dice ahora el
fundador y presidente de la Fundación Hermes, nombrado recientemente
presidente de Fundación Telefónica?.
Pues
habla del agente
tabaco, de cuando el
tabaco dejó de ser atractivo. «La
IA, las redes y la plutocracia digital dejan de ser atractivas. Este
“efecto
tabaco” está
produciendo un despertar. La ciudadanía está despertando».
Muy
ilusionante
su
análisis. Yo también he dejado de fumar: ayer tres veces.
Dice
que... «el
modelo político europeo es un modelo moral, ético y cultural antes
que político y que no es posible hacerlo sin una tecnología
propia».
¿Modelo moral, ético y cultural?. Será por la ultraderecha que
crece de forma escandalosa o lo pusilánime que se muestra ante el
genocidio de Gaza...
También
dice que... «Europa
tiene un problema: es un éxito de tal calibre que no se ha
reinventado».
No sé si se refiere a la sumisión a EEUU o a lo poco que pinta en
el panorama mundial.
Apuesta
por una IA... «de
modelo europeo, cuyo código fuente y cadena algorítmica sea
responsable, revocable, trazable y transparente».
«No
la veo como una amenaza. Tiene que ser civilizada».
Muchos expertos alertan de los peligros de la IA pero él, con su
fino olfato, solo ve bondades.
Dice
que...«Cuatro
de cada diez unicornios en Estados Unidos han tenido origen
europeo»...
y que … «El
talento se va porque todavía no tenemos un mercado de capitales
estructurado».
No sé si se acordará de cuando él estuvo “en el mercado de
capitales ” y precisamente dejó un “mercado sin capitales”. Se
lo gastó todo, no dejó ni un céntimo.
E
insiste...
«Mi
concepto de IA europea es una IA que nos sirva datos que mejoren
nuestras decisiones».
Seguro
que la IA
ética
(¿O habría que decir Cívica?)
puede competir con lo que están haciendo los americanos o los
chinos. Como
decía Montaigne, «Nadie
está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis».
También
dice que tendría que haber un sistema … «de
certificación algorítmica, que ponga un sello de usabilidad
diciendo que una IA te va a servir y no te va a comer, no se va a
entrometer, va a ser agéntica
con límites. Para eso necesitamos una fórmula: R2T2».
Mucha palabra para no decir nada. La IA la controlan las empresas con
intereses comerciales incuestionables. ¿Son los gobiernos los que
controlan a las multinacionales o son las multinacionales las que
están imponiendo sus programas a los gobiernos?.
Y
acaba diciendo... «Yo
no creo en el debate entre innovación y regulación. A mí, si tengo
talento y tengo dinero, la regulación no me estorba».
Eso lo dice un individuo que arruinó el buque insignia de la
economía navarra y sigue ponderando como si no hubiera pasado nada.
Como bien dijo Girolano Cardano, «la
estupidez consiste en tener una concepto exagerado de sí mismo»
o
como decía Erasmo
de Rotterdam, «bien
se alaba quien no tiene quién lo haga».
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
Bibliografía:
Cipolla Carlo M. Allegro ma non troppo. Ed. Critica 1991
Gil Alberto, Intxusta Aritz, Zamora Patxi, El banquete. Ed. Txalaparta 2013
Livraghi Giancarlo. El poder de la estupidez. Ed. Crítica. 2010
Moreno Castillo Ricardo. Breve tratado sobre la estupidez humana. Ed. Fórcola 2018
Ramírez Nárdiz Alfredo. Ed.Bosch. 2021
Sanabria Antonio, Garzón Espinoza Eduardo. El rescate bancario español: un botín multimillonario. www.cadtm.org/El-rescate-bancario-espanol-un
Voltes Pedro. Historia de la estupidez humana. Ed. Espasa 1999