Hace apenas
15 días, el rey de España retomaba su actividad viajando a Marruecos, invitado
por Mohamed VI, acompañado por casi todos los ministros de Exteriores de la
democracia española, cinco ministros y un nutrido grupo de presidentes y
consejeros de las empresas más granadas del panorama financiero patrio, entre
otras personalidades.
Según la
Zarzuela, el viaje pretendía “marcar un hito” en las relaciones entre ambos
países y se consideraba “muy importante desde el punto de vista político,
económico y educativo-cultural”. El viaje ha estado plagado de cenas oficiales
en los lujosos palacios del dictador alauita y mucha ceremonia, regalos y protocolo
que ha dado fuste y boato a la monarquía de un país que se hunde en la pobreza,
la emigración y la falta de los mínimos derechos políticos y sociales. Médicos
sin Fronteras retiró recientemente sus efectivos por esta razón y por la falta
de seguridad que sufrían sus equipos sanitarios.
El objetivo
del viaje, según fuentes diplomáticas, era “profundizar en la relación de
asociación estratégica” con Marruecos y ampliar la malla de intereses comunes.
“La especial relación entre las dos monarquías tiene mucho valor económico”,
reiteraron las fuentes diplomáticas, que elogiaron el potencial futuro, ya que
en la actualidad, las exportaciones españolas a su país, son poco menos que
testimoniales.
Sin
embargo, gracias a los medios de comunicación marroquíes, nos hemos enterado
que, a petición del rey Juan Carlos y los servicios secretos españoles, se ha
indultado a un pederasta que abusó de niños de entre 3 y 15 años,
aprovechándose de la precariedad de sus familias y que fue condenado a 30 años
de cárcel por el tribunal de Kenitra. La identidad del pervertido, a pesar de
contar con pasaporte otorgado por las autoridades españolas que aseguran era un
catedrático jubilado de la Universidad de Murcia que enseñaba Ciencias
Oceánicas, parece más que dudosa y, según se recoge en distintos medios de
comunicación, corresponde a un turbio espía iraquí con no se sabe qué
conexiones con los servicios secretos españoles.
Las
protestas se han extendido por el país vecino y una vez más, la imagen de
España ha quedado patente gracias a nuestro más insigne embajador que se supera
a sí mismo con cada nueva intervención. Algo huele a podrido en la Zarzuela y
no es precisamente el marisco, que ése seguro que es fresco.
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