lunes, 20 de enero de 2025

Menos es más...

 

Para muchos, el éxito en la vida consiste en conseguir ser un famoso artista o cantante, llegar a jugar en 1ª división, convertirse en un youtuber seguido por millones de visitantes, o conseguir una startup que valga millones. Es la cultura del triunfo, el emprendimiento agresivo, un modelo existencial que no admite el fracaso ni la mediocridad. Todo es susceptible de financiarse y rentabilizarse y alcanzar la fama o conseguir notoriedad es sinónimo de haber logrado reconocimiento social, bien por habilidad, méritos propios o suerte. Los valores que priman son la inteligencia, la fuerza y, por supuesto, el dinero.


Pero hoy en día los cambios se producen vertiginosamente y las cosas cambian tan deprisa que apenas da tiempo a digerir la realidad: lo que ayer era un valor seguro hoy ya puede ser obsoleto y muchas veces no se necesita una inteligencia espectacular para conseguir ingresar en las élites más selectas. Es más, a veces aún siendo una autentico idiota se puede estar en primera plana o ser “tendencia” en los medios y redes sociales.


Y así vemos cada vez más que el género humano es capaz de conseguir los mayores logros pero también de hacer las tonterías más descabelladas o decir la memez más estrambótica. Sin ir más lejos me topo en un periódico local con dos noticias en la misma página que puede ilustrar lo que quiero exponer. La prestigiosa revista Nature anuncia que un equipo de investigación ha conseguido por medio de nanorrobots reducir en un 90% los tumores de vejiga. Por otra parte, según una encuesta del CIS, un 44% de los hombres y un nada despreciable porcentaje de mujeres (entre un 32 y un 45%) creen que la crítica a los chistes machistas o la discriminación que sufren las mujeres por el hecho de serlo es exagerado y piensan que la igualdad ha llegado demasiado lejos y ahora son los hombres los que están penalizados. Ignoro como se puede llegar a ser excesivamente iguales. ¿Eso quiere decir que hombres y mujeres somos demasiado iguales?


Igual este no es un ejemplo de estupidez humana estandarizado pero no me negarán que tenemos ejemplos suficientes a diario del poder de la necedad humana. Ya lo decía Carlo M. Cippolla en su librito Las cinco Leyes de la Estupidez Humana: Una persona estúpida es alguien que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener un provecho para sí o incluso obteniendo un perjuicio (Tercera Ley de la Estupidez Humana), que como decía Schiller “contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano” y que las personas no estúpidas subestiman siempre el poder nocivo de las personas estúpidas (Cuarta Ley) y que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe y es más peligroso que el malvado por su falta de racionalidad: un centenar de premios Nobel pueden intentar ponerse de acuerdo para un logro que un idiota, sin ningún tipo de preparación, puede descalabrar en un momento.


Nos quejamos de muchas cosas, pero de la parte alícuota de estupidez adjudicada a cada uno nadie parece molesto: se diría que todos estamos contentos con la parte que nos toca.


Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas


Requetebién

 

El término “significar”, según el diccionario de la RAE, expresa representar, simbolizar, evidenciar o, como segunda acepción, distinguirse, destacar, sobresalir. No existe la entrada de resignificación, apelativo con el que quieren mantener en pie el mausoleo de Navarra a sus muertos en la cruzada, más conocido como Monumento a los Caídos. Algún columnista ya ha dejado patente la contradicción que supone someter a la opinión pública la elección del cartel anunciador de las fiestas o seleccionar quién prenderá el txupinazo en sanfermines, y sin embargo no se pregunte qué destino se elige para la tumba conmemorativa del triunfo de los sublevados en la guerra civil y exaltación del nacional-catolicismo franquista. Incluso hay quien, haciendo un alarde de imaginaria reinterpretación del panteón, propone convertirlo en Museo de la Ciudad.


Por lo que dicen los entendidos, el edificio está protegido y necesita aprobaciones y parabienes de administraciones, organismos e instituciones que valoren artística y urbanísticamente su porvenir. Un lío, vamos. Aprovechando que hoy en día hasta los más tontos tienen altavoz, y muchas veces con mayor difusión que la gente sensata, me animo a contribuir al debate generado al respecto y ofrecer mi modesto parecer.


Si lo que se pretende es darle un sentido diferente del que tenía para poner en valor otra cosa de lo que es, creo que el término conveniente a la adecuación simbólica del inmueble es requetesignificar, ya que lo que se pretende es buscar una interpretación lo más amplia y completa posible, que abarque todos los aspectos reseñables del sepulcro sin despreciar ninguno. Bastaría con hacer pequeñas modificaciones aprovechando la ocasión para requetescribir la historia, requetexplicar el pasado y poder así requeteimaginar un futuro en común armonía y paz y libertad y esperanza y bienestar y concordia y mucho más.


No hay que dejar pasar la ocasión de organizar visitas guiadas que requetesignifiquen el monumento requeteinterpretando epitafios, citas, emblemas, pinturas y demás parafernalia existente y otra susceptible de añadir. Las instalaciones podrían rentabilizarse dotándolas de una tienda de merchandising y el Bar de la Memoria, un requetebar donde te cobran cuando entras por si se te olvida pagar.


Con solemnidad y rigor se podría estrenar el nuevo complejo en alguna fecha señalada del calendario pamplonés y, dado que no se puede volver a inaugurar algo que ya está inaugurado, lo correcto es hacer una requeteinauguración. Estoy seguro de que, con las medidas que propongo, la opinión de la ciudadanía con respecto al polémico cenotafio daría un giro de trescientos sesenta grados. Quedaría requetebién.


Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas


MUCHA MIERDA

 

La expresión hace referencia a la abundancia de excrementos de los animales de tiro que aparcaban en teatros y eventos, indicando afluencia de público y por tanto de éxito. Pero no deja de ser paradójico que la felicidad del resultado esté directamente relacionado con la producción de inmundicias y, a tenor de los acontecimientos que nos está tocando vivir, esa paradoja se reproduzca en tantos ámbitos donde se aboca a la humanidad a un hiperdesarrollo tan frenético como suicida.


La producción se incrementa día a día y, por ende, la consecuente creación de basura y desperdicios cada vez más difícil de digerir. La concentración urbana, fruto de la optimización en los sistemas de producción y comercialización, el trasiego de mercancías y personas, los conflictos geopolíticos y la expansión demográfica sin precedentes del último siglo, contribuyen a una inestabilidad medioambiental que amenaza las condiciones de supervivencia de la especie. Y sin embargo, siguiendo la doctrina del dicho en cuestión, podríamos pensar que tanta inmundicia es síntoma de abundancia y de la buena marcha de nuestra civilización. Si hay más basura es porque consumimos más y por consiguiente la maquinaria “chuta”.


Ocurre lo mismo en el plano económico y político, donde los administradores de la cosa pública y los emprendedores se dedican a promover negocios estimulando el desarrollo mercantil de bienes y servicios. No son pocos los “conseguidores” que se afanan en estas lucrativas labores: se afanan lo que pueden y cuanto mayor es el “afane” más parece que estimulan la riqueza a su alrededor. La delincuencia promueve el lucro y activa las transacciones y los flujos monetarios: no pocos dirigentes políticos están encausados en procesos judiciales, diluyendo en muchos casos la imagen del líder filántropo con el delincuente psicópata y, en los personajes más poderosos, evocando a aquel maléfico profesor chiflado cuyo afán primordial era “dominar el mundo”, subyugar a la humanidad con sus malas artes y sus inventos nefastos. No se aleja mucho el Rayo Desintegrador de la amenaza nuclear con la que juegan los cabecillas de las grandes potencias o El Gran Escrutinizador del uso y abuso de los metadatos.


Estamos asistiendo a un desvanecimiento de la realidad en el relato diario gracias a la profusión de informaciones donde abundan las medias verdades, los bulos o las mentiras que, tan descaradamente, se propagan de inmediato desde cualquier rincón del planeta ante la inacción de los legisladores. Hay un exceso de Influenciadores, Locutores, Aconsejadores, Iluminadores Deslumbrados e Insultadores Patológicos que inundan los medios de comunicación y cuya difusión muchas veces es inversamente proporcional a su veracidad o sensatez. Los gobiernos se subyugan al control de los monopolios que evitan así la regulación de sus actividades y convierten nuestras democracias en mercadocracias, donde todo se resuelve por la ley de la oferta y la demanda... o por la ley del embudo.


Las economías sociales no parecen haber mejorado mucho en los últimos años y las recetas de austeridad que aplicaron las políticas liberales no se ve que hayan resultado muy eficaces; además la desigualdad crece con las catástrofes y éstas no escasean debido al uso de combustibles fósiles en los procesos de consumo. Aunque si hacemos caso a los voceros que no se cansan de pregonar que tiempos de crisis son tiempo de oportunidades, la destrucción de hoy puede ser la construcción del mañana, la voluntad y la fe mueven montañas... de dinero y de mierda y tendremos que admitir que estamos en el mejor de los mundos posibles.


Estoy seguro que el acopio de papel higiénico que hacen tantos y tantas en momentos de inseguridad, está relacionado con ese anhelo de crecimiento y superación inherente al ser humano que, conocedor cada vez más de su destino, se prepara para la batalla final. Mucha mierda, vamos.


Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas


DOS TONTOS

 


Debe ser cosa de la edad pero es que, cada día que pasa, entiendo menos. Parece que con el tiempo las certezas y convicciones se vuelven dudas, incertidumbres y... perplejidades.


No entiendo cómo se puede tolerar el asesinato de más de cuarenta mil civiles, de los cuales más de dieciséis mil eran niños, en un año de guerra en Gaza sin que el resto de la humanidad pongamos freno a esta masacre. Para las poderosísimas potencias mundiales las prioridades son otras y no parece que, depende qué desastres y calamidades, merezcan su atención.


No entiendo que, en nombre de la libertad, se persiga y rechace a la población que huye de las hambrunas, los conflictos armados o las persecuciones a disidentes pacíficos. Me cuesta comprender cómo se levantan muros en las naciones para impedir el tránsito de las personas, convirtiendo los países en jaulas, para los de dentro y para los de fuera. Me llama la atención que los emigrantes instalados en nuestra sociedad, cuyo trabajo y servicio es innegable y muchas veces mal retribuido, sufran el desprecio de tantos defensores de la libertad.


No entiendo que, con el argumento de defender a los hijos e hijas del adoctrinamiento, se persiga la formación sexual en las escuelas mientras las inquietudes y dudas de los chavales, referentes a su sicalipsis (malicia, picardía sexual) y relaciones afectivas, se modelan en las procelosas redes de la pornografía.


No entiendo qué piensan las grandes fortunas del planeta para amontonar más y más riqueza exprimiendo al resto de los mortales hasta extremos intolerables, ignorando el deterioro del hábitat y esquilmando los recursos del orbe en una necia huida hacia delante. ¿De verdad alguien piensa que es una alternativa vivir en un refugio en alguna galaxia no muy lejana?.


No entiendo cómo puede haber personas que desprecien los gritos de las mujeres que exigen un cambio de paradigma en las relaciones de género y que no se las maltrate o se las mate, reivindicando su igualdad con los hombres en derechos y libertades.


No comprendo estas y otras cosas que veo a mi alrededor, será que soy un tonto, o como decía Alberti a estas alturas ya soy dos tontos.


Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas