lunes, 20 de enero de 2025

MUCHA MIERDA

 

La expresión hace referencia a la abundancia de excrementos de los animales de tiro que aparcaban en teatros y eventos, indicando afluencia de público y por tanto de éxito. Pero no deja de ser paradójico que la felicidad del resultado esté directamente relacionado con la producción de inmundicias y, a tenor de los acontecimientos que nos está tocando vivir, esa paradoja se reproduzca en tantos ámbitos donde se aboca a la humanidad a un hiperdesarrollo tan frenético como suicida.


La producción se incrementa día a día y, por ende, la consecuente creación de basura y desperdicios cada vez más difícil de digerir. La concentración urbana, fruto de la optimización en los sistemas de producción y comercialización, el trasiego de mercancías y personas, los conflictos geopolíticos y la expansión demográfica sin precedentes del último siglo, contribuyen a una inestabilidad medioambiental que amenaza las condiciones de supervivencia de la especie. Y sin embargo, siguiendo la doctrina del dicho en cuestión, podríamos pensar que tanta inmundicia es síntoma de abundancia y de la buena marcha de nuestra civilización. Si hay más basura es porque consumimos más y por consiguiente la maquinaria “chuta”.


Ocurre lo mismo en el plano económico y político, donde los administradores de la cosa pública y los emprendedores se dedican a promover negocios estimulando el desarrollo mercantil de bienes y servicios. No son pocos los “conseguidores” que se afanan en estas lucrativas labores: se afanan lo que pueden y cuanto mayor es el “afane” más parece que estimulan la riqueza a su alrededor. La delincuencia promueve el lucro y activa las transacciones y los flujos monetarios: no pocos dirigentes políticos están encausados en procesos judiciales, diluyendo en muchos casos la imagen del líder filántropo con el delincuente psicópata y, en los personajes más poderosos, evocando a aquel maléfico profesor chiflado cuyo afán primordial era “dominar el mundo”, subyugar a la humanidad con sus malas artes y sus inventos nefastos. No se aleja mucho el Rayo Desintegrador de la amenaza nuclear con la que juegan los cabecillas de las grandes potencias o El Gran Escrutinizador del uso y abuso de los metadatos.


Estamos asistiendo a un desvanecimiento de la realidad en el relato diario gracias a la profusión de informaciones donde abundan las medias verdades, los bulos o las mentiras que, tan descaradamente, se propagan de inmediato desde cualquier rincón del planeta ante la inacción de los legisladores. Hay un exceso de Influenciadores, Locutores, Aconsejadores, Iluminadores Deslumbrados e Insultadores Patológicos que inundan los medios de comunicación y cuya difusión muchas veces es inversamente proporcional a su veracidad o sensatez. Los gobiernos se subyugan al control de los monopolios que evitan así la regulación de sus actividades y convierten nuestras democracias en mercadocracias, donde todo se resuelve por la ley de la oferta y la demanda... o por la ley del embudo.


Las economías sociales no parecen haber mejorado mucho en los últimos años y las recetas de austeridad que aplicaron las políticas liberales no se ve que hayan resultado muy eficaces; además la desigualdad crece con las catástrofes y éstas no escasean debido al uso de combustibles fósiles en los procesos de consumo. Aunque si hacemos caso a los voceros que no se cansan de pregonar que tiempos de crisis son tiempo de oportunidades, la destrucción de hoy puede ser la construcción del mañana, la voluntad y la fe mueven montañas... de dinero y de mierda y tendremos que admitir que estamos en el mejor de los mundos posibles.


Estoy seguro que el acopio de papel higiénico que hacen tantos y tantas en momentos de inseguridad, está relacionado con ese anhelo de crecimiento y superación inherente al ser humano que, conocedor cada vez más de su destino, se prepara para la batalla final. Mucha mierda, vamos.


Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas


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