sábado, 20 de septiembre de 2025

CAGÜ!

 

Cuenta Humberto Eco en su libro “De la estupidez a la locura” que de crío, después de “mamá”, “papá, y “abu”, un día empezó a gritar “cagü!” como una de esas palabras que nos inventamos cuando empezamos a hablar y que igual se refiere a una palabrota pero que hace gracia en el entorno y, por tanto, se reitera una y otra vez. Dice que repetía “cagü!” a intervalos, cada vez más satisfecho con la atención que recibía. Hasta que un día, estando en una misa solemne, en el momento de la consagración, en medio de un silencio sepulcral, gritó un “cagü!” que resonó en toda la iglesia. Su madre, avergonzada, tuvo que salir inmediatamente y llevárselo a casa entre las miradas horrorizadas y severas de los asistentes.


Era evidente que había que encontrar una solución y, finalmente, dieron con ella. Cada vez que el pequeño Humberto decía “cagü!” su madre hacía como que no le oía. “Mamá, cagü!” insistía el renacuajo y su madre distraída contestaba “ah, si?” y seguía ocupada en lo suyo sin prestarle la menor atención. “Pero mamá...cagü!” y ella, impertérrita, sin hacerle el más mínimo aprecio al chiquito le preguntaba a su marido a qué hora vendrían los invitados a cenar o cualquier otra cuestión doméstica.


Exasperado por la falta de cualquier respuesta, el que con el tiempo se convertiría en el famoso semiólogo, filósofo y escritor italiano, dejó de decir “cagü!” y se dedicó al aprendizaje de un léxico más rico y complejo con gran satisfacción de sus padres que se complacían de tener un hijo tan académico.


Viene esto a cuento del tratamiento que se le daba a las patochadas, simplezas e idioteces que acostumbraba a soltar Berlusconi y que llenaban las primeras planas de los periódicos y telediarios, al estilo de lo que hace ya unos años se ha puesto de moda por parte de la derecha extrema y que consiste en soltar la burrada más gorda o la frase más estrambótica para acaparar la atención pública. Resulta tremendamente agotador despertarse día tras día con una idea (por llamarlo de alguna manera), una soflama o una diatriba, apocalíptica la mayoría de las veces, que monopoliza informativos, tertulias y comentarios y que no hacen sino darle la publicidad que andan buscando.


Y digo, yo atendiendo a la deriva de tantos opinadores y enterados que pueblan los platós televisivos y los medios en general, aplicar la solución de la madre de Humberto obviando el “cagü!” y despreciando los anzuelos que a diario nos lanzan desde las filas de una derecha antisistema, negacionista y tramposa cuya única aspiración de sus alarmistas mensajes e indignados reproches no es otra que ocupar la poltrona gubernamental, impidiendo que los disparates, memeces y desvaríos copen los debates y coloquios de los medios de comunicación.


Quizá lo que proceda no sea rebatir cada una de las estupideces con que riegan nuestras cabezas a diario y dejar de repetir las majaderías una y otra vez y, como decía el poeta, castigarles con el látigo de nuestra indiferencia.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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