lunes, 10 de noviembre de 2025

ESTÚPIDOS Y ESTUPIDECES 1

 

«...a mí me amamantaron con sus pechos dos encantadoras ninfas, la Borrachera, hija de Baco, y la Ignorancia, hija de Pan (Ninfas inventadas por Erasmo); siempre las encontrarán en mi séquito, junto con el resto de mis seguidores y acompañantes. Si quieren saber de mí sus nombres, lo diré, pero por Hércules, deberá ser en griego.

Ésa que ven con grandes cejas no es otra que Filautía: el Amor Propio. Y ésta de ojos chispeantes y lista para aplaudir se llama Kolakía: Adulación. Ésta que ven media insomne y como si dormitara se llama Lethe: Olvido. A la que apoya sus dos codos y cruza las manos se la conoce por Misoponía: Pereza. La que aparece coronada de rosas y envuelta en perfumes es Hedoné: Voluptuosidad. La de ojos esquivos y mirada huidiza es Anoia: Demencia. Tryfe: Apatía, es conocida por su tersa piel y su torneado cuerpo.

Estos dos dioses que ven entre las ninfas, uno se llama Komom: Festín, y el otro Negreton Hypnon: Sueño profundo».

Erasmo de Rotterdam. Elogio de la estupidez.


Siempre he considerado el humor y la risa muestras de inteligencia humana, pero una cosa es reírse de las tonterías del payaso (que nos pone frente al espejo de nuestros propios errores) y de las idioteces del humorista (que hace chistes de la estupidez ajena y recuerda la parte alícuota de estupidez que todos tenemos) y otra muy diferente la persona que, no teniendo tara en su “máquina de pensar”, se comporta de manera estúpida creando un perjuicio a los demás e incluso a sí mismo. Por otra parte, hacer el tonto en las fiestas y perder la cordura, sensatez y mesura en carnavales, juergas y celebraciones, es algo tan humano como necesario.


Todos somos el estúpido de alguien y nadie está libre de cometer estupideces pero, en esto como en todo, hay grados y no es aquél que comete una tontería, (que puede llegar a reconocerse aun viendo mellada la autoestima), que quien es idiota a tiempo completo, (y se aferra a su disparate como si en ello le fuera la vida). Y aunque consideramos que el desatino y la memez resultan inocuas y despiertan nuestra hilaridad, deberíamos de prestarle la atención que merece. Como dijo Carlo María Cippolla en su opúsculo Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, «el estúpido es mucho más peligroso que el malvado», ya que a éste se le ve venir y presenta cierta lógica, mientras que el primero es imprevisible y no sigue regla ni razonamiento alguno.


Otra característica de la estupidez es «la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona», (segunda ley de la estupidez según Cipolla). No hay diferencias en la gravedad y frecuencia de la estupidez según el sexo, la edad, la raza, el color, el origen étnico, el género, la educación o el grupo social al que se pertenezca.


Por supuesto no es lo mismo un estúpido que tiene una profesión irrelevante, que alguien con un poder extraordinario, como por ejemplo Dolar Trump que, ya en su primer mandato de los EEUU, promovió la construcción de un muro con Méjico perjudicando la economía a ambos lados de la frontera, (a los mejicanos por no poder trabajar en EEUU y a EEUU por ocasionar falta de mano de obra), llamar agujeros de mierda a varios países, intentar comprar Groenlandia, proponer como cura de la Covid-19 la ingesta de lejía, promover el asalto al Congreso por una muchedumbre violenta, desestabilizar el comercio mundial y las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países, saltarse el Acuerdo del Clima de París, poner en serios aprietos a la ONU, la UNESCO, el Tribunal Penal Internacional y perseguir a los habitantes por su color de piel a pesar de ser ciudadanos de pleno derecho... De todas formas la estupidez política no se ciñe a los protagonistas de la acción política ya que tan estúpido es el que decide estupideces, como el que elige a quien decide estupideces. La estupidez del poder y el poder de la estupidez.

Y si bien al hablar de tontos y listos no se han de entender como seres químicamente puros, sino las dos partes que conviven en cada uno de nosotros, hemos de admitir que si no hay seres completamente inteligentes sí los hay completamente estúpidos y que, como apuntó Voltaire, «la estupidez es un virus que lo sufren los que no lo padecen». Para el filósofo y matemático Girolamo Cardano así como para Bertrand Russell, los tontos acostumbran a estar mucho más seguros de sí mismos que los inteligentes, que están llenos de dudas: «Ten presente ante todo que la estupidez consiste, enteramente o casi, en tener un concepto exagerado de sí mismo». No hay peor tonto que el que se cree más listo que los demás.


Si bien los tontos acostumbran a estar mucho más seguros de sí mismos que los inteligentes, tras innumerables estudios y laboriosos razonamientos durante muchos años por personas excepcionalmente inteligentes, se ha llegado a algunas certezas que el tonto, que ha hecho suya la duda absoluta, pone en entredicho: la eficacia de las vacunas, la llegada del hombre a la luna o la redondez de nuestro planeta, que tanto predicamento tienen hoy en día entre algunos sectores de nuestra sociedad. Hace sesenta años a nadie se le ocurría decir que la Tierra era plana, que el sol giraba alrededor nuestro o que los virus se combatían con detergente y sin embargo en la actualidad, a pesar de los avances tecnológicos y el aumento de conocimientos del último siglo, proliferan los que defienden tamañas barbaridades.


Hay incluso estúpidos que escriben libros, como el autor de El triunfo de la estupidez, Jano García, alertando de los riesgos del populismo, la desinformación y los peligros de la masificación, claro que viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Mientras dice algunas verdades, como que la masificación nos atonta, la burocracia nos complica la existencia o presenta la injusticia del endeudamiento de las cuentas públicas como consecuencia del rescate financiero de 2012, también suelta algunas perlas en las que se le ve el plumero: niega la violencia contra las mujeres («la probabilidad de que una mujer sea asesinada es del 0,002%»), niega el derecho al aborto («disparatada idea») y, si bien dice que «las masas son manipuladas y son capaces de las peores acciones...», también afirma que «...una masa bien dirigida bajo unos valores morales ... forjados en los valores cristianos … puede ser un arma de enormes beneficios», en clara alusión al Alzamiento Nacional y la subsiguiente dictadura.


Un estúpido puede decir verdades a medias, retorcer los argumentos para defender lo indefendible e incluso falsear la historia y los acontecimientos para acabar ensalzando una autocracia. Y como buen estúpido, está lleno de certezas y goza de una buenísima opinión de sí mismo. Me viene a la memoria la frase que Ricardo Moreno escribió en su Breve Tratado sobre la Estupidez Humana: «Si tantas conquistas sociales se han conseguido tan lentamente y con dificultad, no ha sido tanto por los malvados que las boicotean y obstaculizan como por los tontos que las reivindican y apoyan».


Creo que el número de estúpidos se ha incrementado exponencialmente en los últimos años e inmediatamente me viene a la mente el chiste del conductor que circula por dirección contraria en la autopista y, al escuchar el aviso de la policía alertando de un piloto suicida, no tiene otra ocurrencia que pensar: ¿Uno? ¡Son un montón los que conducen en sentido contrario!. Así pues, ¿seré yo el estúpido o son los demás?. No sé, pero casi estoy seguro de que un estúpido nunca se haría esta pregunta.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


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