Instalados en la “nueva anormalidad”
del año 1 D.C. (después del Covid) una nueva crisis se cierne sobre
los habitantes de una pequeña ciudad del norte de la ibérica
península; a la económica, medioambiental, terrorista, demográfica,
política, laboral... ahora se nos avecina una verdaderamente
importante: la de los "no_sanfermines".
La alcaldía de la ciudad ha suspendido
los festejos, como en todas partes, aunque parece ser que ciertos
actos protocolarios o mundanos sí que se van a celebrar. En esta
tesitura, el arzobispo ya ha dejado claro que va a oficiar misas,
vísperas y octavas y el alcalde acudirá públicamente de forma
particular o bien particularmente de forma oficial, no se sabe si “en
cuerpo de ciudad” o “de jota” y es de esperar que lo acompañen
sus correligionarios, amistades, admiradores, otras autoridades,
mirones, castas, despistados, borrachos...
Se supone que en tales congregaciones
se aplicarán los mismos criterios que al resto de actividades
ciudadanas y se mantendrán distancias y profilaxis por medio de los
controles que Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como
Forales y Municipales y el Ejército (está por confirmar la
presencia también de una división de monjes castrenses), tienen
previsto desplegar para vigilar los aforos durante las fiestas en
distintas plazas, calles y accesos del Casco Antiguo. No se entiende
muy bien para qué van a controlar la afluencia de público si no va
a haber fiesta. Será para tenernos a todos y todas con el carnet de
identidad en la boca y el termómetro en el culo.
Muchos y muchas no se resignarán a
renunciar a “estas fiestas sin igual que no hay en el mundo
entero...” en este primer año de pandemia y se prepararán para
cumplir con los ritos ancestrales de la fiesta del toro, aún a
sabiendas de la anulación dictada por el Consistorio. Debe de ser
que el sanferminero de pro no puede rehusar a celebración tan
religiosa y pagana a la vez y, si bien este año desiste de correr
ante los machos vacunos haciendo alarde de insensatez y gallardía,
no va a prescindir de la novena báquica, atiborrándose de magras y
txistorra bien regadas con caldos forales y foráneos hasta el
desmayo y más allá. Se ve venir. O mejor aún, se “bebe en ir”.
Porque lo importante será la familia y la salud pero a la hora de la
verdad el pimple y la fiesta son innegociables. Tampoco es cuestión
de renunciar a todas las plusvalías que ocios y negocios, con la
ayuda del “santo moreno”, proporcionan a los distintos estamentos
de la ciudad, así que seguro que al final cada uno buscará cómo
celebrar lo “no celebrable”.
Están los australianos todos muertos
de pena por no poder tirarse de la fuente de la Navarrería estos
“sansinfermines”, dudando entre hacer rafting por las cataratas
del Niágara o probar puenting en el Popocatepel, para compensar su
inasistencia a fiestas tan universales y edificantes. Un drama, oye.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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