viernes, 26 de noviembre de 2021

Monopolio de la violencia


Últimamente se manifiesta todo cristo: los currelas por su trabajo, los negacionistas porque no quieren que les pongan el “chiss”, los del fútbol porque han ganado, las mujeres porque están hartas de que les maltraten y maten, los de la terraza y el botellón porque quieren beber como si el mundo se acabase cada fin de semana, los del fútbol porque han perdido, los transportistas y los hosteleros por las dificultades que está padeciendo el sector, los nostálgicos del “nacional-catolicismo” porque quieren volver al “franquismo”, los del fútbol porque han empatado... ¡Hasta los policías se han atrevido a manifestarse a las puertas del Congreso! ¿Y quién disolverá a los disolvedores? ¿Brigadas de delincuentes?


El empleo de medidas coercitivas para este tipo de situaciones, coloca a los miembros y miembras de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que tengan que reprimir manifestaciones de sus compañeros, en una situación cuando menos comprometida. Como se les ocurra tener el mismo celo que con los independentistas van a crear un “ambientico” en el curro goloso. A ver como mantienes que el manifestante y compañero te lesionó la mano con su ojo o que te rompió las botas a cabezazos.


La delicadeza con la que han sido tratados los defensores de la Ley Mordaza a las puertas del Congreso, contrasta con las imágenes de otras protestas ante el hemiciclo que reclamaban más democracia y menos corrupción. Parece correcto pensar que el Estado ha de tener el monopolio de la violencia pero el tratamiento de administrar la fuerza de forma proporcionada, efectiva y eficaz, respetando los derechos y libertades de la ciudadanía, pasa por una separación real de los poderes de ese Estado y porque los policías no ejerzan de jueces sin juicio, no empleen la fuerza arbitrariamente, permitan que quede constancia de su actuación, se impongan las multas proporcionales a la capacidad económica del denunciado o se incorpore en el diseño del DNI las diversas lenguas cooficiales.


A fin de cuentas esos pequeños detalles son los que diferencia a nuestro Estado de derecho de los regímenes bananeros, autoritarios y despóticos tan denostados por los paladines del liberalismo de mercado...


Suyo afectadísimo, Juanito Monsergas