martes, 30 de diciembre de 2014

TÍTULO


Es del dominio público la reticencia del Partido Popular a condenar el golpe militar que instauró en España la dictadura franquista que duró cuatro largos lustros, aisló a nuestro país del desarrollo económico y cultural del resto de democracias europeas y reinstauró una pseudo monarquía parlamentaria con el fino maquillaje del cambio de nomenclatura, para reconvertir las instituciones de un estado totalitario en una amnésica democracia que declinó plantear cualquier tipo de responsabilidad por los desmanes e injusticias prodigados por la única razón de la fuerza y el “ordeno y mando” imperante.

La pretendida restauración de una forma de gobierno (la monarquía) que había sido rechazada en las urnas, remoloneó durante cuarenta eternos años hasta que el Caudillo, ya agonizante, quiso entronizar a un monarca que, gran parte de la élite gobernante, consideraba un pelele. Han tenido que pasar treinta años más para que la derecha española aceptara de mala gana una Ley de Memoria Histórica que pasa de puntillas sobre unos acontecimientos que causaron tanta muerte, desolación e ignominia.

UPN, socio autóctono y parte alícuota imprescindible de esa rancia, corrupta y absolutista derecha hispana, lleva más de un año buscando la manera (?) de retirar el título de hijo adoptivo de esta  comunidad al dictador que truncó las ansias de paz y libertad con su peculiar nacional-catolicismo.  No creo que haya nadie en Europa que se atreva considerar a Hitler o Mussolini hijo adoptivo de ninguna ciudad.

A pesar de la desconfianza que generan las palabras del portavoz “popular” de que “se cumplirá sin regateo” y de que se va a retirar “una distinción anacrónica que no procede en estos momentos” (sic), me “malicio” que el señor Sánchez de Muniain, lo mismo que tantos y tantos otros dirigentes del regionalista partido que gobierna Navarra, no está por la labor de retirar el reconocimiento al Generalísimo, así que le propongo modificar el galardón de la discordia con una pequeña transformación y, sabido que el afecto de unos produce el desafecto de los demás, ¿Por qué no aunar ambas sensibilidades y nombrarlo Hijo de Puta Adoptivo de Navarra?.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

domingo, 28 de diciembre de 2014

GUASINTON


A la vista de la envenenada herencia que va a dejar el gobierno de UPN que ha hipotecado nuestro futuro y el de las siete generaciones venideras en concepto de deuda, intereses de esa deuda, IVAs, peajes en sombra, mastodónticas construcciones inservibles, compromisos de urbanización de ciudades inexistentes, etc., el abajo firmante, amén de poner una vela a Santa Rita patrona de los imposibles, quiero proponer al próximo gobierno foral que resulte elegido en las próximas elecciones autonómicas, una solución que, haciendo de la adversidad virtud, remedie el generosos saco de “patatas calientes” con el que ha de tener que lidiar la próxima legislatura.

Ya que el ejecutivo ha aprobado el PSIS de Guendulain, comprometiendo el dinero de las arcas forales para la urbanización de los más de tres millones de metros cuadrados de dicho paraje y, dado que la venta de las 19.000 viviendas allí proyectadas dependa de la demanda producida por una invasión alienígena que aligere nuestro parque inmobiliario, estimo que sería más sensato que el Gobierno de Navarra recompre dichos terrenos y, previa creación de una gerencia específica, los dedique al cultivo y comercialización de marihuana que atraiga a fumetas nacionales y extranjeros, rentabilice las 411 hectáreas, libere a bancos, promotores y constructores de construir unos pisos que quizá compren nuestros tataranietos, sirva de fuente de ingresos que aligere nuestra más que preocupante economía y proyecte al mundo una imagen de nuestra peculiar y diferenciada idiosincrasia.

Calculando una producción de un kilogramo de hierba por metro cuadrado y al irrisorio precio de un euro por gramo, descontando los espacios libres necesarios para el cultivo, manipulado y recolección del artículo, podemos calcular un rendimiento de dos millones y medio de kilos con un volumen de negocio de más de dos mil quinientos millones de euros.

Suponiendo que sólo se hiciera una cosecha anual (que a nada que el tiempo acompañe podríamos duplicar), el primer año, descontando los costes de producción y pagando a los jornaleros siete veces el salario mínimo interprofesional, generaría unos beneficios suficientes para pagar la deuda de Osasuna, terminar el pabellón Navarra Arena, construir el Museo de los Sanfermines, sufragar los terrenos al doble de lo que, generosamente, se pagaron en su momento, hacer frente a los intereses de la deuda y al peaje en sombra y eliminar los recortes en Sanidad y Educación para la próxima legislatura.

El segundo año podríamos saldar los 1.500 millones del IVA de Volkswagen, el tercero arremeter contra la deuda que atenaza nuestro futuro y, a partir del cuarto, resucitar el buque insignia de la economía navarra: La CAN... NABIS. ¿Y quién mejor para llevar adelante proyecto tan holístico, ilusionante y pleno de sinergias que el ejecutivo más clarividente e iluminado de todos los navarros Enrique Goñi?

Esperemos que la calidad del producto sea tan exquisito e impactante como el que se debió de fumar cuando acometió el plan de expansión que llevó a la entidad de ahorro de esta autonomía uniprovincial de 600.000 habitantes a la conquista del mercado mundial y a codearse con la élite financiera en Guasintón.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas.

viernes, 26 de diciembre de 2014

SERMÓN


Por si no tenemos bastante con el alegre repicar de las campanas catedralicias (once, encabezadas por la “María”, la más grande de España, 12 toneladas de soberbia audible a 14 kilómetros de su badajo) así como las innumerables que culminan parroquias e iglesias de esta gloriosa ciudad, atronando al vecindario con su generoso tañir en tan abundantes celebraciones, el Ayuntamiento pamplonés no ha tenido mejor ocurrencia que ceder la plaza consistorial, en fecha tan señalada como el día de navidad, a una secta evangélica para que amenice nuestro descanso con sus atronadores altavoces y sus fundamentalistas gorgoritos.

A las habituales expresiones de piadosa devoción que pueblan nuestro calendario y calles, hay que añadir ahora la largueza de nuestra “aconfesional” alcaldía concediendo el punto cero de la ciudad a una facción religiosa para que haga proselitismo de sus particulares, anacrónicas y dogmáticas soflamas.

No es la primera vez que el ayuntamiento nos retrotrae a épocas arcaicas con homenajes marianos, triduos de desagravio y veneraciones trasnochadas, dignas del más rancio estilo nacional-católico que ensombrece la memoria de nuestros mayores y desconcierta a las nuevas generaciones en este mundo tecnológicamente avanzado y científicamente esclarecedor. Si fueran de otro credo, la valoración para ceder la plaza pública más emblemática, calibraría su utilización con distinta generosidad.

Para que luego digan que no existe la máquina del tiempo: este ayuntamiento la ha descubierto, lástima que sólo funcione hacia atrás.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

sábado, 20 de diciembre de 2014

PAÑOS CALIENTES



Sabido es que el casco viejo concentra gran parte de los eventos que se celebran en la ciudad, así como la diversión del fin de semana y, con especial intensidad, las fiestas de San Fermín. En “las fiestas de esta gloriosa ciudad” el vecindario disfruta o sufre (o desaparece) según sus apetencias e intereses pecuniarios aunque la gran mayoría lo acepta con mayor o menor resignación como algo inevitable.

Sin embargo, estos últimos años, durante los fines de semana, algunas calles del centro parecen un remedo de los sanfermines y el ayuntamiento no está ejerciendo sus funciones y responsabilidades para que el centro histórico no se convierta en una ciudad sin ley donde cualquier exceso es tolerable y la suciedad, la contaminación acústica y las gamberradas campan a sus anchas cada noche de viernes y sábado, como si nadie viviera ahí.

Bien es cierto que la ley anti-tabaco ha sacado a la gran mayoría de clientes de los bares a la calle, que nuestro ocio se concentra en esos días de la semana y que mucha gente elige el casco antiguo para solazarse tomando unos tragos, pero también es cierto que los locales de hostelería deberían de tener un aforo limitado (indicado en el interior del recinto), una terraza donde la amplitud de la calzada lo permita (¿cuántas personas pueden estar alrededor de una cuba?), una exhaustiva vigilancia horaria (y probablemente una legislación especial dadas las especiales características de sus calles) y exigir a los bares una limitación en la emisión de ruidos e implementar las medidas necesarias para minimizar su impacto en el vecindario (doble puerta, aislamiento, etc). Regular todo eso para permitir la convivencia de los locales comerciales con el vecindario entiendo que es labor del Ayuntamiento.

A partir de la hora de cierre, los vociferantes energúmenos que pululan por nuestras calles como si esto fuera suyo e imperase la ley de la selva, debería de ser quehacer de los agentes municipales o cualesquiera de los variopintos y coloridos cuerpos policiales que sustentamos la ciudadanía y que, por cierto, brillan por su ausencia en estas noches conflictivas. Estoy seguro de que otros puntos de la ciudad también disfrutan de estos inconvenientes y la actuación de las fuerzas del orden es bien diferente.

Así pues, me sorprende que, ante comportamientos tan incívicos, insolidarios y bestias, al Ayuntamiento no se le ocurra mejor cosa que presentar una campaña tan “asertiva” y apocada con mensajes tan timoratos como el de “gracias por hablar... tan bajito”, endilgar a los vecinos el control de los excesos en la emisión de decibelios o editar un disco con los sonidos de la noche (¿el camión de la basura?).

Vista la facilidad con la que el Ayuntamiento concede licencias para locales de hostelería aún en zonas que tienen más bares por habitante que obstáculos tiene el carril bici en sus tramos más densos, estoy pensando en la posibilidad de montar un chiringuito en mi piso donde ofertar cafés y almuerzos mañaneros, vermú con pintxos y poteo vespertino. A ver si me cabe una cuba en el balcón y puedo, también, metamorfosearlo en discoteca nocturna. Ya tengo hasta el nombre: Bar Cina. Lo voy a petar.

Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas

domingo, 14 de diciembre de 2014

LA TORTURA QUE NO CESA


Aprovechando el impacto mediático del 11/S, allá por el 2001, la administración Bush consiguió aprobar unas medidas que, si bien se venían permitiendo por los diferentes gobiernos estadounidenses de forma más o menos soterrada y habitual, les otorgó el marchamo legal con la excusa de combatir el terrorismo tras el atentado de las Torres Gemelas: la tortura (Técnicas de Interrogatorio Reforzadas), la divulgación de noticias falsas como arma de control de la opinión pública (George Tenet, director de la CIA, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, Colin Powell, secretario de Estado...), así como la posibilidad de detener a cualquiera en cualquier parte del mundo sin acusación específica, con la imprecisa pero polivalente coartada de la lucha antiterrorista, entre otras.

Todos recordamos la declaración de Nayirah en 1991 (en realidad Nijira al-sabah, hija del embajador de Kwait ante EEUU) gimoteando en el Congreso el horror de ver a soldados iraquíes sacar a bebés de las incubadoras y tirarlos al suelo para matarlos, que en realidad fue una falacia inventada por la compañía publicitaria Hill&Knowlton, que sirvió para justificar los bombardeos contra los iraquíes tras la invasión de Kwait por parte de Sadam Hussein, y, una década después, la existencia de Armas de Destrucción Masiva y la relación de Sadam Hussein con Osama Bin Laden, jurada y perjurada por Bush, Cameron y Aznar, información completamente falsa que justificó las barbaridades y sucios negocios que, a la postre, no han servido sino para perpetuar y empeorar la situación de aquel país.

Hace poco ha trascendido un informe del Senado de EEUU (524 páginas desclasificadas de un total de 6.000: el resto es “material clasificado” por seguridad nacional) donde no tienen más remedio que reconocer el empleo de “torturas crueles” y “condiciones de detención degradantes” y que dichas técnicas “no fueron un método efectivo para adquirir información que sirviera al espionaje o lograra la cooperación de los detenidos”. Así mismo, la CIA mintió al Departamento de Justicia “incluyendo información errónea para contrarrestar las críticas, moldear la opinión pública y evitar acciones del Congreso para restringir el programa”.

No creo que haya muchos países que no recurran, más o menos habitualmente, a estos métodos de martirio y, también, nuestra hemeroteca se nutre de casos bien parecidos que han quedado grabados en la mente de muchos ciudadanos (Plan ZEN, medidas de excepción, guerra sucia, manipulación informativa...). La tortura, tan común en cuartelillos y comisarías durante la dictadura y la transición, pasó a ser considerada una “concesión”, “un mal menor”, “una excepción” para combatir el terrorismo. Más tarde, cualquier disidencia acabó siendo colaboración con banda armada (hasta el PSOE fue calificado de proetarra), en un obsceno “todo es ETA” y adhesión incondicional del “o conmigo o contra mí”.

Las secuelas provocadas por los espeluznantes suplicios realizados por las fuerzas policiales (sin una sola condena judicial al respecto), muchas veces desproporcionados e infligidos a inocentes, siguen siendo una asignatura pendiente en ese reconocimiento a las víctimas con el que, tanto el PSOE pero sobre todo el PP, pretenden reescribir la historia.

A pesar de que la “amenaza terrorista” lleva tres años sin actividad y ha declarado una tregua unilateral y definitiva, el informe de Amnistía Internacional de este año vuelve a recordarnos que en España “la tortura sigue siendo un problema que no se reconoce”... ya “no sistemática pero sí persistente” y que "España no cumple con sus obligaciones internacionales de investigar la tortura y hacer que las personas no sean víctimas de tortura".

De todas formas, estoy convencido de que si fuera torturado, me bastarían diez minutos para reconocer haber asesinado a Kennedy, colocar el explosivo que mató a Carrero Blanco, preparar el ataque con gas sarín en el metro de Tokio y lo que me echen. Lo malo es que el matarife no se conformaría con eso y necesitaría mucho más tiempo para hacer su “trabajo”. Porque lo cierto es que la tortura no persigue esclarecer la verdad sino machacar al disidente.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

LARGA VIDA


Es lo que deseamos a los congéneres que gozan de nuestro amor y simpatía. “Por muchos años”, “larga vida”,  o “que cumplas muchos más” es la coletilla que acompaña a cualquier felicitación y, como si nuestras plegarias hubieran sido escuchadas, la esperanza de vida en nuestra sociedad crece y crece cada día que pasa.

Si retrocedemos hasta la época en que comenzamos a extendernos como especie, lo normal era no llegar a los 50 años.  En el último medio siglo la esperanza de vida ha crecido más de diez años y, hoy en día, resulta habitual conocer a personas centenarias. Nuestra sociedad envejece y la pirámide poblacional desplaza su panza hacia arriba. Pero, ¿está nuestra especie preparada para ello o la expectativa de vida natural debería de ser muy inferior?

Bien es cierto que en cualquier momento puede caernos una teja en la cabeza demostrándonos que una estadística no es garantía de nada, pero ahí están los datos y también es verdad que la esperanza de vida no es igual en todas partes del planeta: mientras que en los países desarrollados se superan fácilmente los 78 años, en África apenas se alcanza, en algunos de sus territorios, los 60. Parece claro que nuestra sociedad del bienestar tiene mucho que ver en ello. Sanidad, confortabilidad, alimentación, higiene... nos han hecho más longevos y nos conducen a una existencia que se prolonga hasta imaginar que tocamos la eternidad con las yemas de nuestros dedos.

Vivimos más años y vivimos mejor pero también llegamos al final de nuestras vidas bastante más deteriorados, con  enfermedades que no conocíamos y en gran medida dependientes. Ancianos impedidos precisan los servicios de una parte sustancial de la población para poder seguir viviendo. Esto supone, para familiares y cuidadores, un importante esfuerzo y una dedicación a veces complicada y dura, que bien merece nuestro reconocimiento, cuando no un oneroso gasto difícil de asumir, que convierte el alargamiento vital en un goloso negocio para ciertas empresas.

Lo mismo que deseamos una buena calidad de vida y regulamos nuestra existencia con normas y servicios que lo facilitan, deberíamos preocuparnos también por buscar una buena forma de morir, sin sufrimiento,  pudiendo elegir el momento de decirle adiós al mundo, y sin convertirnos en un trozo de carne inane, incapaces (en muchos casos) de relacionarnos con el mundo. A fin de cuentas, la muerte no es sino la última etapa de la vida y habrá que tener cuidado de no confundir el alargar la vida con prolongar la agonía.

De no ser así, desear al prójimo “larga vida” puede dejar de ser un bienintencionado anhelo para convertirse en una insidiosa maldición.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

martes, 9 de diciembre de 2014

ESCUCHAS


Para un ingenuo e ignorante optimista como yo, la modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por parte del gobierno podría parecer una buena noticia. A fin de cuentas la ley, que regula la interceptación de las comunicaciones, data del siglo XIX y fue modificada en el año 1988, cuando la informática estaba en mantillas y faltaba más de una década para que el invento que ha revolucionado nuestras vidas viera la luz: el móvil.

No se prevé asignar más medios técnicos y humanos para aligerar la carga en los juzgados sino que, lo que se pretende entre otras cosas, es permitir la intervención de las comunicaciones sin autorización previa del juez (aunque comunicándolo posteriormente), además de a los delitos de terrorismo (comodín de la excepcionalidad), a los cometidos en el seno de un grupo u organización criminal, a los relacionados con menores, a los delitos cometidos a través de instrumentos informáticos o de cualquier otra tecnología de la información o la telecomunicación o servicio de comunicación y “otros delitos que, en virtud de las circunstancias del caso puedan ser considerados de especial gravedad, y existan razones fundadas que hagan imprescindible la intervención de comunicaciones”. Muy poco concreto todo.

Lo que en un principio pudiera parecer un instrumento eficaz para que no vuelva a ocurrir que delincuentes, a los que se ha grabado sus corruptelas, salgan de rositas con la excusa de que el juez no había autorizado las escuchas previamente, se me antoja que pudiera servir también (o en vez de) para que delitos contra la propiedad intelectual o convocatorias y actos de protesta social, permitan a la policía quebrantar nuestro derecho a la intimidad.

Si cualquier empresa de medio pelo (y no digamos las eléctricas, telefónicas, financieras, ...) ha comprado nuestros datos (DNI, dirección, teléfono, ingresos, consumo, ...) para bombardearnos con su publicidad a pesar de la ley de protección de datos, no me quiero ni imaginar lo que pueden hacer las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con una “herramienta” tan sensible como es el control de las comunicaciones de la población.

Parece que todo va a depender del buen uso que, desde las entrañas de la Administración, se quiera hacer de nuestra privacidad. Y, la verdad sea dicha, hoy por hoy el estado del Estado es bastante lamentable y no goza, precisamente, de la credibilidad de su ciudadanía.

Según trascendió el año pasado, la NSA estadounidense realizó en España más de 60 millones de interceptaciones telefónicas y telemáticas en un solo mes. En menos de diez años, todos criminales.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas