viernes, 23 de diciembre de 2022

ACATAR

 

El Congreso acata la decisión del Tribunal Constitucional de paralizar una reforma legal del Parlamento español diseñada para desbloquear un órgano constitucional que lleva cuatro años de retraso en su renovación.


Con esta artimaña judicial los magistrados caducados (y caducos) impiden tramitar la recusación sin esperar a que el Congreso apruebe la reforma. Hay que ver el celo de estos jueces y sus ansias de trabajo, seguro que por su afán de seguir sirviendo a la sociedad y no por los 13.000 euros que se llevan al mes ni por imponer su rancio criterio nacionalcatólico. De esta forma el Tribunal Constitucional ha bloqueado a los representantes electos de la ciudadanía para perpetuar a la mayoría conservadora en el Poder Judicial.


«La soberanía nacional reside en el pueblo español» dice el artículo primero de la Constitución... solo que cuando gobiernan los que no son del agrado de los dueños de este país, la soberanía popular se convierte en soberanía del Partido Popular.


Esto de la democracia es como el fútbol. Según los grandilocuentes discursos a los que nos tienen acostumbrados parece muy importante defender la democracia y denunciar a aquéllos que no respetan los derechos humanos, ni la liberad de expresión, que eliminan a los disidentes, que mantienen a los trabajadores en régimen de esclavitud y discriminan y oprimen a las personas por cuestión de género, ideas y creencias... pero cuando suena la bolsa de los maravedís, se organiza el principal evento deportivo internacional en la dictadura más absolutista y allá que van los paladines de las democracias mundiales a rendir pleitesía y a lavarle la cara al déspota de turno. Saben muy bien la teoría pero a la hora de la verdad... a acatar a Qatar.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


sábado, 25 de junio de 2022

LA GARITA (HAZTELOVER.ORG)

 

Al calor de la cruzada de los grupos ultra conservadores estadounidenses y europeos (incluida Rusia) de la campaña contra el aborto disfrazada de una contradictoria defensa de la vida, la ultraderecha española convoca para este domingo una manifestación “en defensa de la vida y la verdad”.


La sentencia del Supremo de EEUU deroga el derecho al aborto y pone en peligro los derechos de los homosexuales e incluso de los anticonceptivos, negando la posibilidad de interrupción del embarazo en casos de violación o de serio peligro para la salud de las embarazadas. El supuesto “derecho a la libertad ordenada” que argumenta el Tribunal norteamericano, revoca la histórica decisión Roe v. Wade (1973) y Casey v. Planned Parenthood (1992) gracias a los tres jueces nombrados por Donald Trump.


Resulta curiosa la adscripción de los ultra conservadores a la defensa de la vida cuando se declaran firmes defensores de la pena de muerte y contrarios a la educación sexual en las escuelas, cuando sobran evidencias de que, cada vez más chavales y chavalas reciben sus primeras informaciones sobre sexualidad a través de la pornografía que rebosa por internet. Multitud de psiquiatras y psicólogos infantiles alertan del fácil acceso de nuestros jóvenes al sexo simulado con toda la carga que lleva de falsedad, misoginia, abuso y violencia contra la mujer la mayor parte de las veces, y los peligros que entraña en su formación y desarrollo.


También es sintomática la visión de estos grupos, entre los que destaca la jerarquía religiosa, incidiendo en el carácter sexualizado de las relaciones e ignorando la importancia de la afectividad en los vínculos amorosos y sentimentales entre las personas: para ellos lo trascendental y punible es el hecho de que dos individuos del mismo sexo forniquen (según su florido lenguaje) independientemente del afecto que puedan desarrollar; precisamente ellos que se niegan a sí mismos ese aspecto humano tan natural como necesario y en el que no dejan de ver el “nefasto pecado” que inunda sus tonsurados cerebros, cuando no caen en la pederastia y el abuso infantil.


Asimismo es patente la deriva autoritaria de estos grupos que, valiéndose de los principios democráticos con los que las sociedades modernas nos hemos dotado para organizar nuestras vidas y que ellos detestan y combaten allí donde consiguen ser mayoritarios, defienden a los no nacidos y ejecutan sin pudor a los vivos que les molestan o les llevan la contraria, fabricando ideologías que, armándose de un arsenal al alcance de cualquiera, son capaces de llevarse por delante a las personas que tienen alguna característica diferente (el color de piel, el lugar de nacimiento o incluso una idea que discrepa de la suya) o incluso un grupo de chavales de excursión en una isla noruega o una escuela infantil en Texas.


Pues en este último caso parece ser que, independientemente de las responsabilidades de la policía, que tanto celo demuestra con ciudadanos a los que acribilla en pocos segundos sin ningún miramiento, en este caso tardó más de una hora en intervenir.


La solución para conjurar hecho tan escabroso no parece ser el control de los mortíferos juguetes que inundan los hogares de la primera potencia mundial, ni incidir en educar para la convivencia sino seguir repartiendo armas a la población y demoler el colegio. Vamos, como cuando un soldado de guardia se suicidaba, como ya no podían castigar al “chorta” que se había quitado de en medio, el estamento militar no tenía mejor idea que arrestar a la garita.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


martes, 31 de mayo de 2022

EL ASOMBRO DEL MUNDO

 

¡Qué fantástica idea señor Maya, descongestionar el Labrit y trasladar (y ampliar) las petadas terrazas sanfermineras del Txirrintxa, Cavas, Katos, Kabiya, Tdieciseis, La Terraza del Labrit, Erronkari y Kayak al ala oeste de la Estafeta! Pocas me parecen las diez txoznas proyectadas, a tenor del posible uso de los baños públicos que hay frente al Casino Iruña y los eventuales retretes de “castración psicológica” que instalarán cerca de la fuente y el acceso al parking de la emblemática plaza. De todas formas no me diga que no puede “densificar” el “barrerío” circundante al kiosko, donde supongo piensa acomodar a los Dj's, más económicos que las orquestas y grupos de otros años, y aprovechar el ahorrado escenario para poder incrementar los abrevaderos.


Bien es cierto que la Plaza del Castillo ya tiene ocupadas aceras, porches, terrazas y si me apura hasta parte del adoquín rodatorio, por los humildes negocios que, a duras penas subsisten, debatiéndose entre ajustadísimos márgenes, magras ganancias y espléndidos sueldos de su mimada clase trabajadora, por no hablar de su generosa aportación a las arcas públicas. ¡Un monumento merecen tan abnegados contribuyentes!


Y, desde luego, si algo hace falta en las fiestas de San Fermín, es concentrar la fiesta aún más en su vetusto y medieval Casco Viejo. ¡Cómo no se nos habría ocurrido antes “barizar” el “cuarto de estar” pamplonés para, en una ingeniosa simbiosis público-privada hacer aún más agradable para el público, y en pos del incuestionable interés de la ciudadanía, el centro neurálgico de la fiesta y, de paso, sufragar los conciertos a base de generosos y baratos decibelios de txunda txunda.


Además, está bien pensado porque, gracias a que en tan entrañables fechas no existen aforos, límites ni normativas, podrás concentrar tu coma etílico sin moverte de la plaza y, aún me atrevería a asegurar que, la presión de los correligionarios circundantes, impedirá que puedas caer al suelo.


Hostelería de concentración: sin agua, sin baños, sin almacén ni cocina y con 15 horas de bebercio desaforado. Aún se podría exprimir un poco más el horario, pues son excesivas nueve horas para reponer y limpiar, pudiéndose ampliar el número y extensión de estas barras extraordinarias, hasta ocupar las escaleras de la Bajada de Javier, San Nicolás y el Pasadizo de la Jacoba donde, por cierto, debería de poner en valor y promocionar su fantástica terraza, quintaesencia de la arquitectura hostelera del siglo XXI.


Si ya lo decía Chespir: seremos el asombro del mundo... aunque me temo que no en el sentido que todos esperábamos.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

martes, 5 de abril de 2022

Donde hay uso hay abuso


La pizpireta musa de la revolución permanente revisable neoliberal y de las jons viene a la cuna de los paletos, no se sabe si a iluminarnos con sus chiripitiflaúticas ocurrencias o en busca de nuevos territorios para la ineludible ampliación de las terracitas hosteleras de la villa y corte madrileña. No le han de faltar bares y garitos donde eludir encuentros inesperados con su ex, máxime teniendo en cuenta que el ganado con el que alterna la susodicha lideresa elegirá destinos más glamurosos y exclusivos que las aldeanas tascas de esta tierra.


Invitada por el lobby Institución Futuro, un think-tank que preconiza la eliminación de los impuestos, impartirá una conferencia sobre política económica regional, cosa en la que parece estar ampliamente versada, dada la experiencia familiar en conseguir pingües beneficios triplicando el coste de las mascarillas, rebajando los costes de la sanidad eliminando las consultas médicas de los ancianos geriatrificados o economizando hospitales sin quirófanos. Tantos años los alquimistas devanándose los sesos en busca de la piedra filosofal para convertir el plomo en oro y ahora, los cazurros provincianos al norte del Ebro, tenemos la inmensa fortuna de que nos cuente como sacar dinero de las piedras.


Nada como presidir la capital de España que es España dentro de España y todo es España, para darse cuenta de la inutilidad de las ideas identitarias y el desvarío de los sentimientos localistas de patria chica y, a la vez, reivindicar la importancia de airear la enseña nacional para que luzca en las calles, en los coches, en los despachos, en las protestas, en nuestros cuellos y muñecas, en la indumentaria y hasta en nuestra ropa interior... bueno, en los calzoncillos y las bragas igual no es muy conveniente llevar la rojigualda, no vayan a decir que nos la pasamos por la entrepierna, que ya se sabe: donde hay uso en exceso hay abuso.


Suyo afectadísimo: Juanito Monsergas


viernes, 18 de marzo de 2022

Tolerancia cero


Los medios de comunicación se afanan en mostrarnos una y otra vez las imágenes desgarradoras de quienes se ven salpicados por la invasión de Ucrania y muestran, profusamente, los gestos de resistencia de la población así como las muestras de solidaridad y condena de la comunidad internacional. Los gobiernos envían ayuda humanitaria pero sobre todo militar y aplican sanciones económicas, asegurando que tales acciones ayudarán a detener la guerra y la población civil pone en marcha iniciativas de todo tipo para mostrar su rechazo a la incursión armada rusa. Las manifestaciones se suceden a lo largo y ancho del planeta y las tertulias se llenan de apologías de la democracia, la libertad y el civismo, evaluando los pormenores del conflicto e incluso las medidas que se deberían de tomar.


Por todas partes surgen iniciativas para hacer visible el descontento con la ofensiva rusa y aquí y allá se veta la participación en eventos internacionales: festivales musicales en los que se expulsa a concursantes rusos, competiciones deportivas en las que se suspende su participación, medios de comunicación de aquel país censurados, cursos sobre literatura rusa suspendidos, proyecciones de películas rusas que se cancelan, estudiantes rusos en universidades occidentales a los que se invita a abandonar las aulas e incluso a algún pobre tendero de esa nacionalidad al que el vecindario deja patente su rechazo apedreando su modesto establecimiento. Boicot a Rusia, rechacemos cualquier signo del enemigo común, condenemos al ostracismo cualquier aspecto de su identidad para denunciar su barbarie. Sin embargo, no faltan personas en Rusia que, venciendo el miedo y arriesgando su integridad, se exponen a multas y cárceles por disentir públicamente de las acciones de su ejército o incluso por mostrar una hoja en blanco. ¿Les reclamamos heroicidad desde nuestra cómoda existencia al otro lado del televisor?


Y este belicismo emocional que establece un “nosotros y ellos”, una trinchera que diferencia a quienes acumulan agravios y a quienes los producen, ese relato construido en nuestro imaginario social que diferencia a “respetuosos” e “intolerantes”, establece dos bandos hostiles y excluyentes, impermeables entre sí, incapaces de reconciliar y ni tan siquiera de reconocer. Al adversario lo primero que se le niega es la entidad, la esencia y, por supuesto, sus convicciones y aspiraciones. Y así, en una pirueta argumental consecuente, se descalifica al contrincante con el fundamento que se pretende combatir.


Con el enemigo no se transige, quien no respeta nuestras reglas no merece consideración, con la violencia tolerancia cero... o lo que es lo mismo, con el fanatismo: intolerancia. ¿Seguro?


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



MASCARILLA

 

Una de las imágenes que más me impactó de chaval y que me acompañará mientras viva, fue la foto de los cuerpos y cadáveres que encontraron en los campos de concentración alemanes los primeros soldados que entraron tras la huida de las tropas nazis. Muertos reunidos en grandes montones compartían las imágenes con figuras desnudas de piel y hueso, caras sin carne rematadas por unos ojos inundados del horror que habían soportado. La ignominia de aquellas escenas se quedaron grabadas en mi cerebro y aún hoy mi memoria las rememora como si las acabara de ver. ¿Quién podía llegar a hacer eso a un ser humano? ¿A qué punto hay que llegar para infligir tanto sufrimiento a los miles de miles de personas que pasaron por aquellas genocidas prisiones? ¿Quién en su sano juicio podía asistir a tanta degeneración? ¿Cómo colaborar en semejante vileza sin desear morirse? ¿A qué punto de locura hay que llegar para realizar tal canallada a un semejante? Intento entender a quienes de una forma u otra colaboraron, disculparon o incluso soportaron aquellas matanzas en frío, sin el edulcorante de la batalla, con la disculpa de otros tiempos cegados por la desesperación del hambre y la fe deslumbrante de los iluminados, de la obediencia debida sumergida en el enardecimiento del rebaño y del miedo... pero sigue sin caberme en la cabeza. Por eso, cuando hoy veo gente a mi alrededor que disculpa e incluso aplaude tamaña infamia, que jalea los símbolos que llevaron al ser humano a aquella locura, que banaliza el sufrimiento y retuerce la historia desde la comodidad de su complacencia, me empuja a renunciar a mi condición humana y desear una hecatombe que borre la infamia de nuestra existencia.


Cuando escucho a consejeros y diputados frivolizar con el sufrimiento de tanta gente que no puede dar de comer a sus hijos, incapaces de calentar su mísero hogar o incluso carecer de unos mínimos de electricidad, agua o habitabilidad, viviendo en chabolas azotadas por el agua, el frio, rodeados de barro y miseria, que huyeron de zonas donde la vida vale menos que la bala o el machete que acaba con su frágil existencia, personas que se lanzan al rigor de un mar que juega con sus débiles embarcaciones, que recorren miles de kilómetros huyendo de una tierra (esquilmada por la avaricia de empresas que engordan sus dividendos desde una distancia vital aún mayor que la física), devastada por la miseria de una pobreza extrema y unas guerras alimentadas por la insensibilidad de un mercado armamentístico cuyos beneficios son proporcionales al dolor causado, siento un asco indecible que me hace aborrecer mi plácida vida, temerosa de una liviana enfermedad, que una legión de atenciones me ayuda a sortear el inevitable deterioro de una vejez estirada hasta la decadencia más absoluta.


¿Y qué decir del cinismo machista de aquellos y aquellas que tratan la violencia ejercida sobre las mujeres, cuya herencia se pierde en la noche de los tiempos, defendiendo una supremacía absurda y arbitraria, retorciendo las palabras para acomodarlas a sus disparatados argumentos, que niegan una realidad cruel de abuso y posesión contra la (supuesta) amada compañera y coloca a nuestra especie por debajo de la atrocidad animal, que elimina a las crías ajenas para perpetuar la supremacía genética por el mero deseo de causar dolor a la madre?. Maltrato inhumano y lacerante ejercido por la exclusiva razón de la fuerza y la vesania atrocidad de su barbarie y de sus miedos. Por lo visto no es suficiente la evidencia de los incuestionables hechos para deformar el lenguaje, escondiendo con espurios eufemismos las agresiones, mortales en muchos casos, padecidas por el simple desvarío de su demencia. No puedo comprender la iniquidad del hombre que se degrada desatando su furia irracional, pero aún me cuesta más admitir la connivencia de algunas mujeres que le acompañan en la justificación de esa explosiva demencia.


Por último, en el colmo de este batiburrillo que puebla la nave de los locos de esta humanidad que se desboca hacia su propia desintegración, no puedo obviar los abusos de clérigos, curas y sacerdotes ejercidos contra la infancia a la que ven como objeto de su enfermizo y depravado deseo sexual que, valiéndose de su preeminente posición social, la ventaja de su edad y la cobardía de su superioridad, arruinan la vida de menores indefensos confiados a su cuidado y sin capacidad de reacción o incluso faltos de credibilidad por su condición de infantes. Ellos que pregonan moralidad, que se constituyen en guías espirituales, amparados por una iglesia todopoderosa que los encubre y ampara, esquivando las leyes terrenales con una supuesta hegemonía que trampea las mas elementales reglas de la equidad y la justicia. Adefesios atemporales ajenos a la evolución y el conocimiento, que ejercen sus inconcebibles ritos aprovechándose del miedo y la aprensión humanas para sacar tajada de vivos y muertos. Reniegan de la sexualidad pero se erigen en autoridad en el tema decretando cómo han de ser nuestros afectos, renuncian a los bienes terrenales que acumulan con fruición y rapacidad, su reino no es de este mundo pero se instituyen como el poder más longevo del planeta traspasando su dominio más allá de las fronteras y dan lecciones a los gobiernos de cómo se han de administrar cuando, ajenos a los principios de la democracia, ejercen su poder absolutista.


El trabajo, la valentía y la generosidad han hecho avanzar a la humanidad en su periplo vital consiguiendo altas cotas de bienestar. Quizá sea hora de que alguien descubra una mascarilla mental que nos proteja de tanta iniquidad, mentira y atropello. Una FFP7 por lo menos.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



domingo, 13 de marzo de 2022

Son cosas que pasan

 

La cruenta invasión de Ucrania nos ha pillado a la población europea por sorpresa y nadie pensaba que el horror de este conflicto armado pudiera ocurrir en el centro de nuestro desarrollado continente en pleno siglo XXI. Las imágenes de la sinrazón belicista, profusamente difundidas por los medios de comunicación en su aspecto emotivo y humano y tan parcas en su contexto geopolítico, nos hielan la sangre y vaticinan negros nubarrones que nos retrotraen al espanto de una confrontación mundial.


Bien es cierto que, últimamente, no ganamos para sustos y que esta debacle bélica se ha venido a sumar a un conjunto de crisis (económica, sanitaria, demográfica, ecológica, energética...) que no parecen tener fin y que nos deja a la ciudadanía inermes e indefensos.


¿Cómo es posible que, en plena era del conocimiento, cuando la ciencia prácticamente ha conseguido descifrar el secreto de la “piedra filosofal” del saber, no hayamos podido ver venir estas vicisitudes?


Los repentinos acontecimientos parecen ahondar en la fragilidad del ser humano y en los caprichos del destino: el hombre propone y algún dios dispone.


La ruina financiera de la mayoría de la población no se debe a la avaricia de los que optaron por la desregulación bancaria y el “pan para hoy y el que venga detrás que arree”, sino por los misteriosos arcanos de la incomprensible economía.


El desastre ecológico que amenaza la supervivencia no ha sido causado por el agotamiento y la sobreexplotación de los recursos naturales ni la codicia de las multinacionales, sino fruto del azar y la casualidad.


La pandemia sanitaria de la Covid, no se ha visto agravada por la superpoblación y el tráfico desmedido sino por el capricho del destino que ha querido castigar la soberbia del homo sapiens.


La guerra de Ucrania no es fruto de la decadencia de las superpotencias en su lógica armamentística que se disputan su hegemonía abusiva y totalitaria, sino por el insensato agravio inflingido por el enemigo de la patria.


Y ya puestos, por qué no pensar que el desmedido encarecimiento de la energía no es consecuencia de una regulación perversa, la rapacidad de las multinacionales en busca de un desmedido beneficio económico y la aquiescencia de los gobernantes sumisos a su codicia cortoplacista sino al azar del veleidoso mercado.


Podríamos considerar incluso que, el ascenso del nacismo en España no tiene nada que ver con los paños calientes y la sumisión de los gobiernos sobrevenidos tras la Transición, que nunca han querido reconocer la herencia de aquel nacional catolicismo, tan afín al genocida y fascista Tercer Reich, que sojuzgó las ansias democráticas del pueblo español, sino que ha emergido por ciencia infusa, producto de la casualidad y la chiripa.


Los acontecimientos ocurren por casualidad, son sucesos que pasan y no se pueden achacar a causas que los motivan. Eventualidades que nada tienen que ver con responsabilidades de nuestros actos. Son cosas que pasan incomprensiblemente y nos pillan por sorpresa. ¿O es que alguien piensa lo contrario?


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



viernes, 4 de marzo de 2022

NO A LA GUERRA

 

Cuánto tiempo hace que no escucho aquello de... “que se pare el mundo que me bajo”, pero esa es la sensación que tengo ahora mismo. Desde el crack del 2008 se nos han ido acumulando las crisis y ahora nos encontramos estrenando una guerra a las puertas de casa, sin saber si al final uno de los gibones del laboratorio geopolítico apretará el fatídico botón rojo.


Las imágenes de la tragedia dan buena cuenta del drama que está viviendo tanta gente como consecuencia de la contienda y hace presagiar que las cosas pueden empeorar y que, probablemente, casi todos nos veamos perjudicados por sus efectos colaterales: desabastecimiento, crisis energética, extensión de las hostilidades, desplazados...


La intervención en el conflicto parece ineludible, aunque no falte controversia a la hora de apoyar a EEUU, un Estado que no respetó los acuerdos con Gorbachov de 1991, violó el derecho internacional en sus incursiones en Yugoslavia e Irak sin el aval de la ONU, contravino el Acta Fundacional sobre relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad Rusia-OTAN de 1997, poniendo en cuestión los acuerdos de desarme nuclear del tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972, impulsó el reconocimiento de Kosovo, violando nuevamente el tratado internacional y abandonó el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019, para enfrentarse al autócrata ruso que, saltándose también el derecho internacional, intervino militarmente en Georgia en 2008, ocupó Crimea, no tiene demasiado empacho en eliminar a disidentes y finalmente ha decidido invadir Ucrania a sangre y fuego, vulnerando la integridad territorial del país vecino.


No a la guerra. Parece fácil de decir y no tiene pinta de tener más trascendencia que clamar contra la estupidez, cuando muchas regiones en el mundo están sufriendo la misma lógica militar ante la indiferencia internacional. Con la perspectiva de que las guerras hace años que no tienen fin (Afganistan, Siria, Irak, Libia, Palestina, Yemen...) y que tantos mandatarios no tienen que dar cuenta de sus atrocidades dictatoriales, se augura un futuro bastante negro. Y más si al mono le da por jugar con las ojivas nucleares.


Según me contó hace ya muchos años Eugenio Menaya, abnegado pintor, excelente persona y gran conocedor del Carnaval pamplonés anterior a Primo de Rivera), el inventor de la bomba atómica era un guardia municipal de Pamplona, un tal Fradue (?), bastante chalado que, allá por los años veinte del siglo pasado, andaba con la idea de fabricar una fortaleza que terminase con las guerras. Lo llamó El Glóbulo Plano y parece ser que, entre los cachondos de la vieja Iruña , encontró seguidores y entusiastas que le hicieron diseños, planos y maquetas al dictado de sus indicaciones. Consistía en una plataforma cuadrada enorme, con unos globicos en las cuatro esquinas y uno grande en el medio, como una ciudadela volante, repleta de cañones, todos apuntando hacia abajo. Acudía allí donde había una guerra y a limpio tiro acababa con todo. Alimentada la locura por los guasones, el inocente “munipa” se sentía reconocido y hasta el Orfeón Pamplonés le hizo una coplilla que entonaba después de los ensayos:

Glóbulo, Glóbulo, Glóbulo Plaaaano,

el tormento del mundo serás,

el día que tu te eleveees,

las naciones sucumbirán.

Glóbulo, Glóbulo...”.


Con la merma de certezas que me proporciona la edad, me da en la nariz que a alguno no le parece tan mala idea resucitar tan genial solución.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


Esterilización


Numerosas voces se alzan en contra de las medidas de control socio-sanitario que han impuesto distintos gobiernos para la contención y erradicación del virus del SARS-Cov2, argumentando el recorte de libertades que significa la obligatoriedad de vacunarse o de tener que presentar documentación al acudir a eventos, concentraciones o acceso a determinados sitios, con respecto a su estado de salud (el pasaporte Covid). Según ellos y ellas se vulnera su libertad de elegir si quieren o no admitir la vacuna y vulnera su intimidad. Las personas tienen derecho a decidir sobre su propio cuerpo y no pueden estar estigmatizados socialmente por no adscribir la recomendación gubernamental. Tanto en la culta e higiénica Europa como en los muy desarrollados Estados Unidos de América surgen altercados y manifestaciones en contra de las vacunas y las instrucciones profilácticas.


Resulta paradójico que, en este campo tan especializado y complejo como es la sanidad, no tengamos en cuenta las indicaciones que las autoridades sanitarias implementan para combatir una pandemia a la que se le empieza a poner límites y cuya letalidad se ha controlado parcialmente. La cifra, a nivel mundial, de 300 millones de infectados y 5,5 millones de muertos en tres años no es baladí aunque esté lejos de los 38 millones de muertos del VIH o los 30 o 40 que se llevó por delante la mal llamada Gripe Española, que contagió a un tercio de la población mundial. En otros momentos de la historia la Peste Negra (a mediados del siglo XIV) esquilmó la población europea que había pasado en los últimos años de 45 a 75 millones gracias a la relativa paz y buenas cosechas, y la redujo a 30 en seis años.


Desde la noche de los tiempos las plagas y enfermedades se han extendido por el planeta y a través de los años hemos sabido ponerle freno descubriendo su génesis y tratamiento, aunque, la mayor parte de las veces, la superstición y las malas decisiones han retardado y empeorado la situación. La Plaga de Antonino (viruela) en el siglo II mató a un 10% de la población y la Peste de Justiniano (peste bubónica) con origen en Etiopía y que más tarde se extendió por Egipto, Levante y Constantinopla, suprimió a 5 millones de personas en quince años. Ambas epidemias tuvieron una gran repercusión en la caída del imperio romano lo mismo que la Peste Negra propició el final del feudalismo. El Cólera ha estado presente desde el siglo IV a.e.c. hasta nuestros días, habiendo años durante el siglo XIX que morían por su causa entre 21.000 y 143.000 humanos y no fue hasta 1860 que se detectó la causa de la enfermedad.


Lo que se asemeja de estas enfermedades que asolan a nuestra especie es que afectan a todo el espectro social (con más incidencia entre las capas más desfavorecidas lógicamente, pero también a las clases privilegiadas), que se desconocían causa, tratamiento y prevención, que provocan un gran impacto emocional y una disminución drástica de la mano de obra y que las malas condiciones higiénicas o alimenticias suelen estar en el origen de estas plagas. Parece también bastante evidente que el incremento demográfico tiene mucho que ver en ello (hemos multiplicado por siete la población mundial en los últimos doscientos años) y en muchos casos ha supuesto un cambio en la organización social y los sistemas de producción y consumo. La ventaja que podemos tener ahora con respecto a otras calamidades anteriores es que contamos con ministerios de sanidad en casi todos los países con grandes conocimientos médicos, sistemas de comunicación que pueden coordinar cualquier iniciativa y una tecnología capaz de conquistar el espacio y descubrir los secretos de la vida.


Y si en esta desgracia que nos ha tocado en suerte padecer no se ven Conjuraderos, Triduos de Desagravio o penitentes que achacan estos males a nuestros pecados y mala vida, no faltan los que hacen caso omiso de estas afecciones y, a pesar de no tener conocimiento médico ninguno o desoyendo el dictamen colegiado, reprueban las recomendaciones de los expertos. Vale de poco recordarles la historia o las evidencias científicas, les basta con sus corazonadas y creencias para rechazar una vacuna que les preserva de contraer la enfermedad o de padecerla gravemente. Parece que no se quiera ver que estos virus tienen una lógica y una forma de funcionar ajena a nuestras convicciones sociales, voluntades, opiniones y doctrinas: su forma de propagación y contagio es la que es y no la cambiaremos si no atendemos a su funcionamiento y a los conocimientos que tenemos de ellos. Negarse a la vacunación es negar la realidad y ponerse a sí mismo y a los demás en un riesgo gratuito y necio, además de menospreciar el esfuerzo de tanta gente, en especial del estamento sanitario. Parece que la historia nos ha enseñado la manera de combatir estas enfermedades pero todavía hay gente que ignora la realidad, se escuda en creencias supersticiosas y pretende esgrimir su capricho obviando el bien común.


Tal postura solo se puede mantener si se niega lo evidente, se ahonda en el desconocimiento y la insensatez o se está poseído por un espíritu tóxico que anula el intelecto. No digo yo que no tengan derecho a la vida pero igual había que pensar en esterilizarl@s.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


domingo, 2 de enero de 2022

No nos lo merecemos

 

Un año más por estas fechas, las familias viajan para reencontrarse con sus seres queridos y celebrar estas entrañables fiestas en el calor del hogar, disfrutando de la compañía de parientes y allegados en franca armonía. Pero estas navidades, por segundo año consecutivo, la estirpe más emblemática de España se ve dividida por el injusto exilio de su patriarca, que le impide celebrar adecuadamente tan fraterna efeméride y le hace permanecer lejos de los suyos en el humilde resort de Isla Zaya Nurai en el lejano Abu Dabi.


Sin embargo no faltan las voces sediciosas que vilipendian al ex-monarca reclamándole una responsabilidad jurídica y penal que la corona, por gracia divina y privilegiado linaje, le liberó desde el momento mismo de la entronización. No en vano fue ungido por solemne ceremonia bajo palio como Jerarca de los tres ejércitos, paladín de la Reserva espiritual de Occidente, garante de las esencias cristianas y adalid de los Principios Fundamentales del Movimiento. ¿Se puede dudar de su integridad con esas referencias? Incluso hay quien reprocha al timonel que durante treinta y nueve años dirigió la nave patria con abnegación, entrega y generosidad, sus lazos con el mundo musulmán tan ajeno a nuestro credo religioso.


Los 10 millones de dólares que solicitó a “su hermano” Reza Pahlevi, Sha de Persia en 1977, las comisiones derivadas de la compra española de crudo a los países del Golfo, los negocios kuwaitíes con Javier de la Rosa, los Albertos y Manuel Prado y Colón de Carvajal que tanto trabajo dieron a la judicatura, los Ferraris regalados por el jeque de Dubai Mohamed Bin Rashid, el palacete de La Mareta, obsequio de Hussein de Jordania, los casi dos millones de dólares, que Hamad Bin Isa Al Khalifa, rey de Bahrein le dio en 2010 y que portó personalmente a Suiza, los 100 millones de dólares, dádiva del rey de Arabia Saudí Abdala Bin Abdelaziz dos años antes, la cacería de Botsuana en abril de 2012, de infausta memoria, organizada por su camarada Mohamed Eyad Kayali, responsable en España del príncipe heredero Mohamed Bin Salman, quien departió amigablemente con el Borbón en el rally de Bahrein un mes después de que se desintegrara inexplicablemente en el consulado saudí de Turquía el periodista Jamal Kashoggi, primo del traficante de armas Adnan Kashoggi gran amigo del campechano monarca, cuñado del mencionado Kayali y cuya tercera mujer Shahpari Azam Zanganeh parece que gestionó la comisión de 134 millones de euros por el contrato del TAV Meca-Medina con empresas españolas en 2011... no pueden llevarnos siquiera a sospechar que, el abdicado regente, se haya vendido a los herejes musulmanes wahabitas y haya cambiado la fe del bautismo por los suntuosos fastos de las cortes orientales.


¿Acaso no nos dio muestras cada año de su ponderado y familiar discurso navideño dando ejemplo de integridad y coherencia? ¿No mostró abnegación y prontitud en atender los asuntos de Estado y acompañar al empresariado español, echando una mano en cuantas transacciones pecuniarias y mercantiles ha tenido ocasión? ¿No fue siempre elegante, mesurado y sensato allá donde cayó? Haciendo gala de su prudente tacto y humilde discreción evitó preocupar al hijo y heredero con los farragosos entresijos del vil metal, llevando sobre sus exclusivas espaldas la ingrata y pesada losa de las finanzas del reino. Tan seguro estoy, como que hay dios, de que el hijo desconocía los negocios del padre.


¿Y qué razón puede haber para que el artífice de la modélica transición española tenga tanto apego por sultanatos y califatos? A pesar de tentarle con oropeles mundanos, huríes libidinosas y placeres efímeros, libre ya del yugo y responsabilidades de la corona, lo que le mueve al frágil anciano es su vocación evangelizadora que le lleva a impartir la fe de Jesucristo allá donde es más necesaria: en las infieles y lujuriosas cortes mahometanas de la península arábiga, predicando en el desierto con devoción y fervor el dogma católico. 


Santo varón y abnegado catequista. No nos lo merecemos.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas