sábado, 22 de febrero de 2020

ANTISISTEMAS


Dice el arzobispo de Pamplona y Tudela que los abusos de pederastia tan comunes en los estamentos eclesiásticos y que muchos conocimos en nuestra infancia y juventud no se desarrollaban “sólo en la iglesia”, que en realidad “son pecado y un mal social” y que “basta con la norma canónica para llevar a cabo un proceso como hay que llevarlo” por lo que no hay que hablar de delito. También dice que “sigue las pautas y los protocolos del papa Francisco” y coincide con la Conferencia Episcopal en no asumir su responsabilidad, aduciendo que los abusos sexuales a menores se dan también en otros estamentos y que tratarlos abiertamente “es un desdoro para tal familia y no digamos para la parroquia”.

No sé lo que quiere decir con “mal social” ni si lo compara con los accidentes de tráfico, una avalancha en un campo de fútbol o la moda del botellón. El abuso de menores es un delito y como tal ha de ser considerado con las consideraciones que marca la ley y, desde luego, siendo conscientes del daño que se le hace a una criatura que, probablemente, será de por vida. Mucha sensibilidad al jerifalte devoto castrense no se le aprecia. Tampoco a la Conferencia Episcopal más preocupada en tapar los numerosos casos en los que se han visto envueltos sus correligionarios que en combatir estos nefastos crímenes.

Siendo licenciado en Teología dogmática como dice su curriculum, resulta cuando menos sorprendente que califique de pecado la violación de un menor, ya que para el común de los mortales un pecado puede ser la gula, la soberbia, el egoísmo, la avaricia o la insensibilidad al sufrimiento ajeno, pero abusar de un ser en pleno desarrollo físico y mental, aprovechándose de la supremacía moral que le da el cargo, la edad y la posición de poder que ostenta ante la sociedad y no digamos ante el menor es algo más que un vicio: es un crimen.

Es curioso el empecinamiento de la jerarquía católica en intentar regular nuestras vidas en el ámbito que ella misma se ha excluido, el matrimonio, la sexualidad, la planificación familiar, etc. y lo poco que le gusta cumplir con el corpus legislativo con el que nos regimos el resto de la sociedad: pagar los impuestos, denunciar a los delincuentes, respetar el sistema educativo, elegir una paternidad responsable, acatar los conocimientos científicos, aceptar el deseo de las personas para evitar el sufrimiento y que, los que así lo decidimos, podamos decir en que condiciones no queremos seguir viviendo....


Dicen que su reino no es de este mundo, será por el desprecio que muestran a la hora de obedecer la legalidad vigente. Y luego dicen que los “antisistema” son los que rompen la luna de un banco en una protesta, van con un perro sin vacunar y fuman porros. Hay que joderse.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


EL PIN "PIRIBIPIPÍ"



En estos tiempos confusos en los que una diputada ultranacionalista (española) asegura que “quien mejor encarna los valores republicanos es el rey”, otra de parecido sesgo ideológico afirma sin pudor que no sentirse (nacionalista) “español-español” es de paletos y una tercera, ésta más instruida que dice citar a Simone de Beauvoir, declara que las feministas no son mujeres (¿serán extraterrestres? en ningún caso españolas...), se ha creado una polémica porque, parece ser, que no nos dejan educar a nuestros hijos en libertad.

Adalides de trayectoria libertaria y socialista (en concreto nacional-socialista) como el PP, Partido Popular, de ahí su nombre, y VOX, lo que sea que quiera significar, que yo lo ignoro, se están afanando en atacar nuestro sistema educativo usando para su reivindicación el llamado “pin parental”, que no es otra cosa que la posibilidad de que los padres podamos elegir qué aprenden nuestros hijos y qué no hay que contarles. ¡A ver si no vamos a poder elegir las disciplinas y contenidos de la educación de nuestros vástagos! Libertad de cátedra, pues.

Y que no nos hablen de que una cosa es la ley, que regula nuestras relaciones cívicas y sociales de obligado cumplimiento para la convivencia y otra la moral impartida en la intimidad y donde inculcamos a nuestra descendencia los valores que rigen las relaciones dentro de casa y la manera de ver e interpretar el mundo. Que no nos intenten convencer de que la ley es para todos y la moral para el hogar siempre que no contradiga a aquella. Tanto que dicen de democracia... ¿No somos todos iguales? ¿No son todas las opiniones tan respetables unas como otras? Pues nuestros descendientes estudiarán lo que a nosotros nos dé la gana.

Poco importa lo que diga la ley al respecto si yo considero que mi sucesor pueda soltar una “toñeja” a cualquier compañero de clase si lo considera oportuno, si se quiere pimplar un garrafón de moscatel siendo menor de edad o si le da por correr el encierro a los doce años: tiene todo el derecho del mundo para hacerlo si yo le dejo. ¿Acaso no consideramos legítimo respetar nuestras viejas tradiciones? ¿Hasta cuándo el adoctrinamiento de nuestros retoños? Cualquier día les intentan convencer de que la Tierra es redonda o algo peor... ¡que venimos del mono!

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


lunes, 10 de febrero de 2020

PENSAR Y PIENSEAR



A mucha gente le ha sorprendido, sin haber acabado de buscar un destino al dictador en la tierra y en la historia, el auge del fascismo en los últimos plebiscitos, pero conviene recordar que los votantes y representantes de la marca ultraderechista estaban integrados en el partido de la gran derecha española, aquel que sus líderes calificaban como “de centro”. Ahora han visto cómo reverdecen los nazis en Europa y han pensado (si se me permite la exageración) que podían pillar “cacho parlamentario” y ocupar un espectro vacío que les reporte un protagonismo desmedido y una sustanciosa renta.

Y, como si tuvieran que rellenar un hueco ideológico que no se atreven a mostrar sinceramente (eliminar a todas las personas que no obedezcan sus órdenes o traguen sus envenenados y falsos argumentos), día sí y día también buscan su hueco en los medios de comunicación con mensajes apocalípticos, actitudes frenéticas y poses estrafalarias que, a la postre, recaudan apoyos en caladeros confusos y turbulentos.

Uno de sus regidores posa disparando un fusil de asalto haciendo gala de gallardía y destreza, sin percatarse de que se recurre a un arma cuando se anda escaso de sensatez y razonamiento.
Aprovechan el manido y fracasado argumento de que la mano dura puede solucionar los problemas para convencer a quienes renuncian al intelecto, probablemente por desesperación o falta de sentido común, para atraer adeptos entre aquellos fáciles de militarizar pero de difícil civilización.

Enarbolando la bandera de la pureza racial y sexual, arremeten contra la tolerancia y el respeto ajeno hasta en las escuelas, temerosos quizás de descubrir una atracción que tambalee su mojigato, fatuo e inseguro corpus afectivo. Dime de qué presumes y te diré de qué careces o dime de qué tienes miedo y te diré cuáles son tus fantasmas.

Ya lo dijo, tiempo ha, un gran, aunque demediado, patriota: viva la muerte y muera la inteligencia. Antes morir que pensar, aunque ahora se trate más de “piensear” que de discurrir, ¿o no?.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


martes, 4 de febrero de 2020

EDUCACIÓN Y PROPIEDAD



Se podría decir que, por una vez, estamos de acuerdo la Conferencia Episcopal y yo en el sentido de considerar que los hijos no son propiedad de nadie. Pero me temo que no opinamos lo mismo a tenor de la labor que desarrolla la iglesia católica con los menores, imbuyendoles unas teorías en clara contradicción con la ciencia y el conocimiento y, aprovechando su inferioridad de condiciones, adoctrinarlos sin esperar a que desarrollen criterios suficientes con los que enfrentarse al sentido de la vida.

Es responsabilidad nuestra, ya que los menores han de ser tutelados hasta la mayoría de edad, que reciban los cuidados y atenciones suficientes para su desarrollo y formación, física e intelectual. Para ello se les lleva a los centros educativos donde se socializan y adquieren los conocimientos necesarios para incorporarse a la ciudadanía y desenvolverse profesional, afectiva, personal y comunitariamente. Unos conocimientos sometidos al juicio de la experimentación, la inteligencia y la razón, lejos del oscurantismo del prejuicio, los tabús y convencionalismos de otra época, en la que, la ignorancia y la autoridad que da la fuerza, ejercían su dominio sobre todo y todos.

Y para acabar, me gustaría subrayar que la formación de las personas tiene dos ámbitos: el público, que nos atañe a todos por igual, regula las leyes y ha de ser obedecido y respetado por el conjunto de la sociedad y el privado, que se recibe en el hogar, donde la familia nos transmite la moral, la costumbre, la ética y lo que concierne a nuestra forma de entender la vida y nuestras relaciones personales. Ahí podemos pensar y actuar como queramos, siempre que no entremos en conflicto con el primero, que es el conjunto de normas que rigen la convivencia.

Así pues no puedes hacer con tus hijos lo que te dé la gana con el falso argumento de la libertad individual. Todos tenemos los mismos derechos pero no todas las opiniones son igual de respetables. El problema está cuando una creencia milagrosa, acientífica, indemostrable y que niega la evidencia se empeña en sentar cátedra por encima de nuestras leyes civiles, se llame Vaticano S.A., Jehová Corporation o Alí Alá International Company. Esto, por si todavía no lo han asumido, se llama dictadura clerical.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas