Dice el arzobispo de Pamplona y Tudela
que los abusos de pederastia tan comunes en los estamentos
eclesiásticos y que muchos conocimos en nuestra infancia y juventud
no se desarrollaban “sólo en la iglesia”, que en realidad “son
pecado y un mal social” y que “basta con la norma canónica para
llevar a cabo un proceso como hay que llevarlo” por lo que no hay
que hablar de delito. También dice que “sigue las pautas y los
protocolos del papa Francisco” y coincide con la Conferencia
Episcopal en no asumir su responsabilidad, aduciendo que los abusos
sexuales a menores se dan también en otros estamentos y que
tratarlos abiertamente “es un desdoro para tal familia y no digamos
para la parroquia”.
No sé lo que quiere decir con “mal
social” ni si lo compara con los accidentes de tráfico, una
avalancha en un campo de fútbol o la moda del botellón. El abuso de
menores es un delito y como tal ha de ser considerado con las
consideraciones que marca la ley y, desde luego, siendo conscientes
del daño que se le hace a una criatura que, probablemente, será de
por vida. Mucha sensibilidad al jerifalte devoto castrense no se le
aprecia. Tampoco a la Conferencia Episcopal más preocupada en tapar
los numerosos casos en los que se han visto envueltos sus
correligionarios que en combatir estos nefastos crímenes.
Siendo licenciado en Teología
dogmática como dice su curriculum, resulta cuando menos sorprendente que califique de pecado la violación de un menor, ya que para el común
de los mortales un pecado puede ser la gula, la soberbia, el egoísmo,
la avaricia o la insensibilidad al sufrimiento ajeno, pero abusar de
un ser en pleno desarrollo físico y mental, aprovechándose de la
supremacía moral que le da el cargo, la edad y la posición de poder
que ostenta ante la sociedad y no digamos ante el menor es algo más
que un vicio: es un crimen.
Es curioso el empecinamiento de la
jerarquía católica en intentar regular nuestras vidas en el ámbito
que ella misma se ha excluido, el matrimonio, la sexualidad, la
planificación familiar, etc. y lo poco que le gusta cumplir con el
corpus legislativo con el que nos regimos el resto de la sociedad:
pagar los impuestos, denunciar a los delincuentes, respetar el
sistema educativo, elegir una paternidad responsable, acatar los
conocimientos científicos, aceptar el deseo de las personas para
evitar el sufrimiento y que, los que así lo decidimos, podamos decir
en que condiciones no queremos seguir viviendo....
Dicen que su reino no es de este mundo,
será por el desprecio que muestran a la hora de obedecer la
legalidad vigente. Y luego dicen que los “antisistema” son los
que rompen la luna de un banco en una protesta, van con un perro sin
vacunar y fuman porros. Hay que joderse.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas