lunes, 27 de abril de 2020

CRISIS Y OPORTUNIDADES



Siguiendo la lógica especulativa que tanto nos enseñó en la crisis financiera del 2008, el tiempo de crisis es tiempo de oportunidades, o como decían los sotánicos satánicos de mis años escolares: “hagamos de la adversidad virtud”.

Así pues ¿que retos podemos afrontar con la alegría que otorga el atrevimiento y la ignorancia? Urge reconsiderar nuestro sistema educativo y revertir el fracaso en un nuevo planteamiento que dote de confianza y seguridad propia al alumnado ¿Acaso necesitamos que nuestros descendientes se afanen en institutos y universidades si San Google puede responder todas nuestras ignorancias y olvidos? ¿Para qué estudio y superación si la robótica está mejor preparada que la humanidad para administrar y fabricar cuantos utensilios precisemos, tanto necesarios como superfluos? ¿Para qué pretender iniciativa e ingenio si la bigdata conoce mejor que nosotros mismos nuestros gustos y conveniencias, calibra con mayor acierto las necesidades propias y nos ubica con prontitud y eficacia en el lugar social que nos corresponde? Reduzcamos a la mínima expresión el gasto educativo, dejemos que las cámaras de seguridad guíen nuestros pasos sin preocuparnos de elegir destino y prescindamos de quehaceres y talentos. Sabemos por experiencia lo bien que arden los libros y podemos conseguir que las bibliotecas recobren su utilidad caldeando las pocas aulas que se precisarán en los fríos días de invierno

Al ingente conjunto de nuevos desocupados que las nuevas iniciativas van a procurar, habrá que añadir la inevitable reconversión del estamento de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado: no tenemos una guerra desde hace ochenta años y aunque la hubiere serán más eficaces los drones y robots, ajenos a bajas, ascensos, jubilaciones y vacilaciones que soldados y policías. Como queda dicho, las cámaras de control social dirigirán las máquinas dotadas de métodos coercitivos suficientes (pistolas taser, disciplinas mecánicas, gases lacrimógenos e incluso armas de variada munición) para hacer frente a cuanta delincuencia y ataque enemigo se les presente. Con mecanismos que evalúen el carácter de la fechoría podrán responder y reprimir el crimen a tratar, haciendo superflua la labor del juez que quedaría liberado de su función.

¿Y qué hacer con las hordas de desocupados que dichas iniciativas proporcionarían con la reestructuración de estos y otros segmentos profesionales y laborales? Sabido es que el suministro energético es una de las necesidades más perentorias de la nación en este momento y no digamos en el futuro que se avecina. Es menester que, a las consabidas y aún tímidas infraestructuras solares, eólicas e hidráulicas que ya funcionan, implementemos otros métodos más imaginativos que complementen y amplíen el perentorio flujo energético necesario para el funcionamiento de nuestra nación. Y dado que, al decir de los sabios la energía ni se crea ni se destruye y puesto que cada uno de nosotros somos una eficaz fábrica de excrementos, pues no conozco a nadie que ingiera y no deponga, aprovechemos el fruto entrañable de nuestro vientre para compostar y transformar nuestras cotidianas deposiciones en corriente alterna: la famosa energía de la mierda. La eficacia de esta fuente inagotable proveerá, sin lugar a dudas, de los flujos necesarios que accionen nuestro sistema productivo y vital sin tener que recurrir al mercado extranjero. Si algo nos sobra aquí son productores de detritos.

Una vez más tenemos la oportunidad de aplicar soluciones imaginativas y producir las sinergias adecuadas para superarnos a nosotros mismo y conseguir que la humanidad jalone un nuevo éxito en su peculiar singladura en la evolución de la especie... de la especie de vertedero que hemos convertido este planeta.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

PRESENTE Y FUTURO



Ante esta crisis sanitaria mundial no podemos obligar al resto de naciones a unificar criterios de actuación ni forzar una respuesta coordinada de todos los países pero sí que podemos tomar nuestras propias decisiones. Si algo ha quedado claro a raíz de la epidemia del Covid-19 es que necesitamos impulsar la fabricación propia de productos sanitarios, abastecer el suministro alimentario de la población y garantizar el fluido eléctrico que precisan negocios y particulares. Para ello quizá haya que nacionalizar recursos y empresas o promocionar la creación de industrias y comercios que lo posibiliten.

No parece descabellado aprovisionarse mediante mecanismos solares, eólicos o hidráulicos, a través de explotaciones controladas por el Estado en un mercado regulado, de la energía suficiente para que nuestros hogares y fábricas dispongan de la electricidad necesaria para funcionar.

Tampoco creo que sea mucho pedir, después del esfuerzo realizado por el conjunto de sanitarios incluidos geriátricos y centros de personas dependientes, una reestructuración tanto de locales como de plantillas y abastecimiento que posibilite un trabajo eficaz de estos profesionales, que velen por una sanidad universal y unos cuidados dignos para la población más vulnerable de nuestra sociedad como son los ancianos y los dependientes.

Asimismo urge poder coordinar redes efectivas de ayuda y voluntariado que, en caso de pandemias, catástrofes o emergencias, puedan responder con eficacia y rapidez a los nuevos retos que el futuro nos depara, optimizando conexiones telemáticas pero también locales, regionales y peninsulares.

La financiarización del sector energético, la deslocalización empresarial en muchos casos ligada a paraísos fiscales y la dependencia en sectores imprescindibles como la salud y la alimentación, nos aboca a un porvenir sombrío de desigualdades cada vez más pronunciadas, burbujas especulativas y un entorno ecológicamente insostenible.

Quizá sea complicado tomar las decisiones adecuadas en medio de tanto ruido mediático pero hemos de convencernos de que el futuro no es sino la consecuencia de nuestro presente. ¿A quién echaremos la culpa de nuestra debacle?

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

sábado, 25 de abril de 2020

CONTRADICCIONES, PARADOJAS Y REMEDIOS


Los humanos somos seres contradictorios. Siempre hemos dicho que la salud es lo primero pero muchos de nosotros no hemos dejado de fumar hasta que el médico nos ha dado un ultimatum.

En este país, aconfesional según dice su Constitución, la iglesia católica tiene una posición preeminente y su jerarquía se empeña en pontificar cómo debe ser la sexualidad de creyentes y escépticos, con quién se puede casar cada uno de nosotros y cuándo tienen que parir las mujeres, a pesar de que esa misma autoridad eclesiástica ha renunciado al sexo, tiene prohibido contraer matrimonio y le está vedado tener hijos, según dicta su propia doctrina. Además el Estado subvenciona las clases de religión en las que se enseña el dogma que contradice al resto de asignaturas que se imparten en colegios e institutos. De todas formas, parece ser que ni Cristo ni Alá ni Jehová, ni tampoco el resto de divinidades que jalonan el arco religioso a lo largo y ancho del mundo, a pesar de su grandeza y omnipotencia, pueden hacer nada por combatir a este minúsculo ser acelular que necesita de un ser vivo donde replicarse para subsistir llamado Covid-19.

También dice la Constitución que todos somos iguales en derechos y deberes, pero no todos podemos ser Rey de España ni podemos tratar al monarca como a cualquier otro ciudadano, ya que no podemos juzgarlo aunque delinca, haya metido mano en el cajón, se haya servido de su puesto para cobrar mordidas y comisiones ilegales o haya evadido capitales y fortunas a escondidas de la Hacienda Pública. Por lo visto la ceguera de la Justicia hace que, lejos de tratar a todos bajo el mismo baremo, unos seamos más iguales que otros a la hora de pasar por los tribunales.

En estos días de cuaresma y cuarentena las contradicciones se nos amontonan. Paseamos a nuestros perros pero encerramos a nuestros hijos y eso que no tenemos que recogerles las cacas a la gran mayoría de ellos (de los hijos). Reforzamos nuestras fronteras aunque el virus es internacional y se transmite sin problemas. Los que pagaron mucho dinero porque les trajesen a Europa en una patera, ahora lo pagan por huir de ella. Calificamos de héroes y soldados a los sanitarios que salvan vidas y a los ejércitos de verdad los hemos puesto a limpiar y desinfectar, cosa que está muy bien, aunque estaría mejor si dejasen de gastarse el dinero en barcos, tanques y aviones carísimos que no sirven para nada y se dedicaran a comprar jabón y fregonas. También estamos viendo que, a pesar de tener cuatro administraciones: municipal, autonómica, estatal y comunitaria, no parecen muy eficaces ni hay mucha coordinación entre ellas y la europea no debe de valer para mucho, a pesar de lo mucho que cuesta, porque cada país hace lo que le parece, no hay una respuesta coordinada y abunda en paraísos fiscales. Se dona el dinero a los bancos y se especula con la ayuda humanitaria.

Pero lo más paradójico de todo es que, el líder del país más desarrollado del mundo, de los viajes interestelares, el que ejerce su hegemonía y poderío militar por encima de todos y que encabeza la economía más boyante del planeta, haya sugerido en una rueda de prensa que, ya que los desinfectantes matan el virus, se introduzcan dentro de los cuerpos de los contagiados para curarlos. ¿Muerto el perro se acabó la rabia? Parece cosa de broma si no fuera porque el más tonto de la tribu tiene en sus manos el botón nuclear.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


martes, 21 de abril de 2020

REPENSARSE O MORIR



Muchos científicos, antropólogos y arqueólogos afirman que el éxito de nuestra especie se debe a las redes que hemos ido tejiendo a lo largo de nuestra andadura como homo sapiens. La creación de grupos humanos cada vez más numerosos nos ha proporcionado una eficaz expansión hasta límites insospechados y alcanzar un conocimiento y una tecnología equiparable a la ansiada piedra filosofal de los alquimistas medievales: el secreto de la vida.

Sin embargo, los problemas a los que nos enfrentamos parecen equiparables a los logros alcanzados. Ocho mil millones de personas alimentándose, moviéndose y produciendo bienes de un consumo goloso e ilimitado que, sumado a la basura generada, ya está dejando secuelas en el hábitat que ocupamos. Las desigualdades tan abrumadoras que se pueden apreciar en diferentes partes del mundo, donde conviven sociedades que han pasado de la edad de piedra al siglo XXI en apenas dos décadas o se han saltado el Renacimiento, la Revolución Industrial y un siglo de desarrollo, con otras comunidades con tecnología de cuerpos biónicos a punto de crear una especie superior de humanos, provoca dudas sobre el buen fin de desarrollos tan dispares. Las ciudades crecen y ya hay en el mundo cincuenta y cinco urbes con más de los seis millones y medio que tiene Madrid. ¿Qué nos depara el futuro? ¿seres superiores y de segunda? ¿zonas V.I.P. y campos de concentración para pobres? ¿existencias paralelas?

Las dimensiones de estas macrociudades, la mayor parte fuera de la seguridad efímera del mundo occidental, nos advierte del panorama que se avecina, sobre todo teniendo en cuenta que el aleteo de una mariposa en un remoto lugar del globo terráqueo ocasionará un efecto insospechado en las antípodas. Todo tiene relación y las fronteras, que hasta ahora han servido para proteger espacios y culturas, se ven desbordadas por flujos migratorios desesperados y consecuencias desconocidas, producto del agostamiento de los recursos medioambientales y la insostenibilidad de nuestros sistemas de producción. Ya no hay fronteras, por mucho que se empeñen los caciques territoriales. La aldea es global y, querámoslo o no, los aldeanos y aldeanas que la habitamos estamos tomando conciencia de pertenencia a un único grupo, nuestra especie, con un discurso unificado construido por la tecnología que comunica de forma inmediata a toda la población mundial en cualquier rincón del planeta: una misma referencia universal de valores, conocimientos e interacciones se expande por el imaginario colectivo.

Organizar y cohesionar esta comunidad y conseguir adaptarnos al nicho ecológico va a ser el reto al que tendremos que hacer frente de ahora en adelante. No será fácil pero tampoco imposible, a fin de cuentas el triunfo de nuestra especie ha sido, a lo largo de su historia, la adaptabilidad y la comunicación. Quizás esta epidemia que ha sacudido nuestra rutina nos haga repensar prioridades, costumbres y objetivos o quizá sea el momento de la congestión y extinción de la especie. Lo que está claro es que el capitalismo y el sistema mercantil, financiero y comercial han llegado al límite. Hay que repensarse o morir.

Probablemente soy un ingenuo, pero si le preguntas a cualquier persona mayor de setenta años cuál es el sentido de la existencia, lo más seguro es que te diga que el éxito vital consiste en disfrutar de los pequeños placeres que nos otorga la naturaleza, querer y ser querido, aunque algo dentro de mí me dice que, lo que nos deparará el futuro, tendrá más que ver con una gran clase no-trabajadora, ociosa y almacenada en reservas, con una existencia supeditada a los algoritmos del bigdata y otra superclase, poderosa, genómica y biológicamente modificada, con visos de inmortalidad que, ejercerá su dominio desde una jaula de oro en este u otro planeta, pero seguro que en otra realidad.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas



viernes, 10 de abril de 2020

TRES DESEOS


Como muchas personas estos días, estaba de limpieza. No sé de dónde había aparecido aquella vieja lámpara de aceite pero, al pasarle la gamuza, se produjo una densa humareda de la que surgió un curioso personaje que me dijo: “soy el genio de la lámpara”, así que sin pensármelo dos veces le enumeré mis tres deseos.

Desearía que todos los ejércitos del mundo se reconvirtieran en milicias de salud y ayuda humanitaria, poniéndose al servicio de los sanitarios y que las empresas armamentísticas produjeran artículos que salvaran vidas, no que las mataran.

Querría que todas las religiones del mundo separasen sus intereses espirituales de los mundanos y, mientras dieran consuelo a los afligidos y consejo a los aturdidos, gestionasen sus bienes terrenales conforme a las leyes contributivas del resto de los mortales y pagasen sus impuestos como los demás, eligiendo a sus líderes y normas de funcionamiento por consenso entre todos sus correligionarios, sin marginar a las mujeres de ningún puesto ni función.

Me gustaría que, ya que a la gente de a pie se nos obliga a respetar la propiedad privada, a contribuir al gasto común que redistribuye la riqueza y a respetar las leyes, ante las que todos somos iguales al decir del Jefe del Estado, de los tratados internacionales y de las declaraciones de los derechos de las personas, se procediese a erradicar y anular todos y cada uno de los paraísos fiscales que hay en el mundo.


El personaje surgido como consecuencia del aseo del oleaginoso candil se me quedó mirando fijamente a los ojos y al cabo de unos segundos me preguntó: “¿Cuántos años tienes?”, “Sesenta y tres”, le contesté. Entonces, con gesto displicente replicó: “¿Y todavía crees en los milagros? Yo estoy aquí para hacer un estudio sociológico del comportamiento humano durante la cuarentena...” Entonces me desperté.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


sábado, 4 de abril de 2020

DUDAS Y NECESIDADES



En estos días confusos en los que se empeñan en darnos cifras de contagiados sin saber cuántos hay, puesto que no se hacen pruebas de diagnóstico ni a los asintomáticos ni a quienes los presentan, que nos tratan como a niños sin querer decirnos hasta cuándo vamos a estar encerrados, que el gobierno saca el ejército a la calle para combatir al microbio, que a quien se salta el confinamiento se le reduce como si fuera Jack el Destripador y que las mascarillas caseras pasan de ser una muestra de solidaridad a considerarse inútiles para acabar siendo obligatorias para toda la población, aunque de manufactura autónoma...

“Quédate en casa” nos repiten y repetimos como mejor manera de colaborar en evitar el contagio del nuevo virus. Ahora más que nunca necesitamos una casa y no todo el mundo, ni siquiera en nuestra civilización occidental, la tiene. No me cabe la menor sospecha de que los bancos, que tan generosamente han sido rescatados, no tendrán ningún inconveniente en ceder sus propiedades embargadas al Estado para que se haga una gran Banco de Viviendas Sociales. ¿Desconfía alguien de que la iglesia católica pondrá también todos sus seminarios, residencias y locales eclesiásticos a disposición de los necesitados?

La crisis económica que vamos a tener que afrontar cuando se vuelva a la actividad va a dejar a muchas personas sin recursos indefensas. Confío plenamente que, los adinerados y los titulares de cuentas en paraísos fiscales, que tan generosos y solidarios se han mostrado en esta crisis sanitaria, no vacilarán en recortar un poco sus plusvalías para garantizar una renta básica para toda la población.

Ahora más que nunca se hace necesario estar conectados a través de internet, fomentar la comunicación en las redes, el teletrabajo, la educación a distancia, el comercio online... ¿Alguien duda de que la administración suplirá esta necesidad poniendo en todos los hogares una conexión a internet gratuita y un dispositivo a cada uno de nosotros para que nadie quede aislado?

Y hablando de todo un poco... ¿Cuál es el sueldo de un héroe?

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

jueves, 2 de abril de 2020

Decimosexto día de confinamiento


Parece poco comprensible que, pasada más de una quincena desde que nos encerramos en casa, siga habiendo problemas para equipar a personal sanitario y de atención social; imágenes de enfermeras y cuidadoras, revestidas de bolsas de basura como si de un paupérrimo disfraz carnavalesco se tratara, se cuelan a través del ojo público de la televisión, evidenciando la falta de material necesario para atender a las personas afectadas por esta epidemia. Faltan equipos, no hay pruebas de diagnóstico, hay que habilitar más camas e intentar descongestionar las UCIs, la situación de los geriátricos es extrema... en una situación en la que la gran mayoría de la población está bloqueada en su domicilio.

Quizá se nos olvida que antes de ayer, apenas hace un mes, nadie contemplábamos un escenario como el que estamos viviendo, con mano de obra, servicios, empresas, proveedores e industrias, como en toda actividad humana, acordes con particulares intereses no exentos muchas veces de avariciosas tendencias. ¿Qué parcela social está libre, en este sistema comercial global al que hemos abocado la historia, de avaricia, egoísmo y lasitud pero también de esfuerzo, inteligencia y superación? No nos debiera sorprender que, en estos momentos de urgencia y agobio, no sea sencillo proveerse de lo necesario en un mercado previsiblemente desbordado y caótico, con presiones y abusos como en toda transacción comercial urgente y escasa, donde no faltará quien vea una oportunidad de endosar esa partida defectuosa que quedaba en un almacén o algún “aguililla” quiera sacar provecho de la situación; con dificultades para gestionar los cadáveres que se amontonan por doquier y un sistema sanitario dispuesto para otro tipo de contingencias mucho menos extremas, no parece el momento de exigir excesivas responsabilidades; se trabaja muy por encima del límite, se trata de ayudar en lo posible, no de sacar ventaja, en lo que algunos “rentabiliza-patrias” se afanan.

Mientras tanto la locutora de una cadena televisiva clama alarmada que en Soria no hay camas suficientes para el alto porcentaje de enfermos, sin apercibirse de que, el número de lechos hospitalarios de la provincia menos habitada y más envejecida está en consonancia con el resto de la nación aunque creo que, sin ánimo de minusvalorar la ayuda que precisan, el informativo necesita un titular llamativo que ilustre unas imágenes repetidas veinte veces para promocionar la cadena emisora que, en otro momento del telediario, recoge la iniciativa de “adoptaunbar.com” como respuesta a la crisis que se avecina.


Parece momento de alejarse de titulares llamativos y estrambóticos, conservar la serenidad, pensar racionalmente y tener criterio para informarse y actuar: tan fácil y a la vez tan difícil.



Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas