Vaya por delante mi
ignorancia del mundo legislativo y del Derecho Penal, aunque pueda
reivindicar el suficiente sentido común como para poder opinar sobre
la sentencia que la triada judicial ha dictado para los integrantes
del grupo autodenominado “La manada” y que el resto de la
sociedad calificamos con otros epítetos menos amables.
Quisiera llamar la
atención sobre algunos aspectos del suceso protagonizado por estos
cinco individuos, que a mi entender no han quedado lo suficientemente
patentes. En primer lugar habría que resaltar las conversaciones del
grupo de WhatsApp preparatorias de su viaje a los sanfermines, que
expresan de forma clara y contundente sus intenciones:
“¿Llevamos
Burundanga?. Tengo
reinoles tiraditas de precio. Para las violaciones”
. Hay en el grupo intención de violar y además explicitan
claramente que ése es su fin principal, el objetivo del grupo. Es su
forma de entender la fiesta. Hay
premeditación y voluntad de violar.
En
segundo lugar convendría resaltar el hecho de la superioridad
numérica y, como decía mi decimonónico padre, en “edad, dignidad
y gobierno”, o sea que le doblaban en peso, le llevaban una década
y además eran cinco contra una, dos de ellos integrantes de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El grupo rearma, azuza,
ayuda a vencer el miedo y exalta hasta la catarsis. En grupo, en
manada, somos más poderosos. Un “lobo” sólo igual tiene
remordimientos, dudas. En grupo es más fácil vencer los escrúpulos.
Hay
imposición y fuerza.
En
tercer lugar no hay expresión de sensación de culpa, es más, les
falta tiempo para contarlo en las redes, conscientes de que eso se va
a quedar grabado y puede ser incriminatorio. Dos de ellos, por lo
menos, deberían de saber distinguir qué es un delito y qué no. Se
jactan de su “heroicidad” (cinco corpulentos treintañeros
vejando a una cría de menos de 20 años en un portal... ¿en algún
momento se plantean qué puede estar pensando su víctima?) y siguen
la fiesta como si nada, a por la siguiente. Hay
psicopatología, no tienen conciencia de haber hecho algo malo.
En
cuarto lugar no vendría mal reflexionar sobre qué relación tienen
ellos con las mujeres, qué piensan que puedan sentir, cómo se
sentirían su madre, su hermana... La “manada” está integrada
exclusivamente por hombres y su objetivo parece bastante claro: las
mujeres son seres inferiores que ellos pueden violar en grupo y que,
además de satisfacer sus instintos más primarios, dejan patente la
dominación por la fuerza, sojuzgar a la víctima, sentir que pueden
hacer con ella lo que quieran, hasta poder llegar a tomar una
decisión definitiva, si fuera el caso. Poder,
machismo y desprecio por el género humano.
Y
por último, hay que resaltar cómo dejan a la víctima, tirada en el
portal, conmocionada, casi sin poder hablar, sustrayéndole el móvil
e incapaces
de la más mínima empatía
con el sufrimiento que pueda sentir esa cría. Lo que les gusta es la
humillación, la opresión, el menosprecio... de la mitad de la
población y además hay omisión de socorro y encubrimiento del delito.
Cuesta
creer que el exclusivo y laborioso camino a la judicatura , dónde se
suponen las mentes más preclaras y ponderadas de nuestra sociedad,
no atisbe la actitud de estos “depredadores”. ¿De verdad piensan
los jueces que no hubo violencia e intimidación y que semejante
ataque a la integridad de las personas se puede solventar con tres
años de reclusión (cumpliendo un tercio de la condena)?
No
nos llamen turba si protestamos en la calle. Pregúntense qué les
turba la mente para no imponer una condena proporcional al daño
causado y al peligro social que representan y empiecen a considerar a
las mujeres con los mismos derechos, deberes y libertades que a los
hombres, trátenlas como seres humanos.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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