domingo, 10 de mayo de 2020

PALABROS Y ENCOMIENDAS


A los nuevos modismos léxicos como “visionar”, “recepcionar”, “daño reputacional”, “perfil bajo” o los manidos “tolerancia cero”, “sí o sí”, “brutal” o “brutal no: lo siguiente”, hemos tenido que incorporar a nuestra jerga cotidiana recientes vocablos y expresiones de forma acelerada, a causa de la situación causada por la propagación del virus que nos ha tocado en suerte. Entonces descubrimos “el confinamiento” y empezamos a hablar de “la curva”, su evolución, velocidad; luego hubo que doblarla, enderezarla, frenarla, aplanarla... Más tarde vino la guerra de los tés, de los teses o de los tests, que tampoco sé cómo se dice el plural, las cifras que nos desgranaban sobre los afectados, a la par que los uniformados daban cuenta de las infracciones y multas que administraban para que nadie se saltase la cuarentena, o casi nadie...

Buscamos al “paciente cero” mientras nos decían que “todos éramos soldados” y muchos se convirtieron en aprendices de disc jockey o en músicos amateurs con mayor o menor fortuna... para el vecindario. Varias semanas después tuvimos “la luz al final del túnel”, quizá sin percibir que, como dice mi mujer, tras un túnel lo que viene es... ¡otro túnel! Luego ha venido la “des-escalada”, que es como la escalada pero al revés, con sus fases y sus indicadores pero tampoco aporta una visión de conjunto que nos diga cuántos nos hemos infectado, por cuánto tiempo, desde y hasta cuándo vamos a lidiar con el virus, cómo influirá la marcha que lleven nuestros vecinos con el tema y cómo nos va a seguir afectando una vez nos empiecen a dar suelta, con “la nueva normalidad”.

Este concepto ya indica una contradicción implícita: está claro que “la nueva normalidad” no va a ser como la anterior, ésa no va a volver. Será difícil interpretar toda la casuística que se dará en el día a día, qué se va a poder hacer y qué no y dónde y cuándo y por qué. Aplicar la ordenanza será complicado y, seguro que con la delicadeza que les caracteriza, los señores y señoras dedicadas a hacer guardar la normativa, van a tirar por la calle del medio en cuanto se les plantee la más mínima duda: de momento la receta y luego ya veremos si te comes una gragea o ponemos un supositorio. Si a ello unimos las nuevas medidas, para restaurantes, bares y terrazas, las colas que se formarán en las puertas de los comercios, paseantes ansiosos por el encierro con y sin mascota, patinetes, bicis, overboards, segways, monociclos, scooters, sillas eléctricas y la marabunta de gente que le ha dado por hacer deporte, la calle va a estar todavía más congestionada que en sanfermines. Sólo van a faltar los australianos. La afición que le ha entrado a todo quisque con lo de correr sólo se va a ver superado por el ansia de ocupar una de las escasas plazas de terraza que ahora van a estar más solicitadas que el papel higiénico, la harina y la cerveza durante la cuarentena.

Habrá que encomendarse al Patrón, o a la Patrona, para que les eche un capote a las autoridades y les infunda criterio a la hora de gestionar el tránsito poblacional, aunque siempre queda el recurso de confiar y seguir las instrucciones del santo que nunca falla: San Itario de la Seguridad Social que, a fin de cuentas, es el que tiene que decir lo que podemos o no podemos hacer en esta crisis sanitaria.



Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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