miércoles, 1 de enero de 2014

SEXO BESTIAL


   La jerarquía católica, no contenta con su más que generosa financiación estatal, con incluir su integrismo doctrinario en la enseñanza pública (equiparándola y en abierta contradicción con las ciencias y el conocimiento), con exenciones fiscales arbitrarias y ventajistas y con una ubicuidad más que discutible en los asuntos mundanos de nuestra sociedad, está de campaña. Se supone que, aprovechando estas entrañables fiestas de navidad, promueven entre sus más piadosos fieles coacciones y ataques a clínicas donde se practica la interrupción del embarazo.

   Agitan sus crucifijos y vociferan sus alucinadas jaculatorias para que, con el guirigay, no advirtamos la confusión que pretenden colarnos entre “embrión”, “feto” y “ser humano”, pretendiendo sentar cátedra en un asunto que afecta exclusivamente a las mujeres. A este paso van a catalogar de genocidio una inocente polución.

   No contentos con denegar el uso de preservativos que impiden la propagación de enfermedades venéreas y constituyen la mejor herramienta para desarrollar una maternidad responsable, siguen considerando a la mujer un estereotipo irreal, origen de todo pecado y, por supuesto, inferior al hombre e incapaz de gobernar su iglesia ni en la más humilde de las parroquias.

   Reniegan de la experiencia de vivir la vida en compañía, pero se atreven a dictar sentencia y obligarnos a todos a ponerle orejeras al afecto, ponderando a quién podemos amar y a quién no. Como los hijos de Juan Soler, que le enseñaron a su padre a joder.

   La principal preocupación hoy en día de estos “misóginos purpurados” es que acabemos todos casándonos con la primera pareja que conozcamos (del sexo contrario, eso sí), que seamos monógamos hasta el final de nuestros días, que nuestras mujeres se carguen de hijos (deseados y no) y que “ellas” sean sumisas y obedientes.

   Para estos “intérpretes de la verdad absoluta”, buscar el placer adulto y consentido, elegir el momento de traer una vida al mundo y dejar que la pasión y el cariño guíen nuestro sexo es “fornicar como animales”, cuando son las bestias, precisamente, las que practican el sexo sin afectividad y con el único propósito de procrear. Justo lo que predican los obispos.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

No hay comentarios:

Publicar un comentario