jueves, 17 de abril de 2014

LA “ASIGNATURA” DE RELIGIÓN


Me sorprende la poca respuesta desde el ámbito docente que suscitan las habituales cartas al director aparecidas en su periódico, con la pretensión de equiparar la asignatura de religión (católica) al resto de disciplinas fundamentales de nuestro programa educativo.

Porque lo que pretenden los reiterados escritos no es una enseñanza del hecho religioso (que bien podría abordarse desde la filosofía o la historia) y sus influencias y sinergias en la conformación de las sociedades actuales, sino el adoctrinamiento dogmático de nuestra infancia y juventud.

No me estoy oponiendo a que las congregaciones religiosas puedan impartir, en sus círculos y celebraciones de carácter privativo, entre sus fieles, las interpretaciones y creencias  que estimen oportunas o que se atrevan a defender, las ideas que quieran, por muy peregrinas que éstas sean, sino a que intenten que todos comulguemos con sus ruedas de molino y que a sus ocurrencias se les dé el mismo tratamiento académico que a las matemáticas, la física o el estudio del lenguaje.

Apelan a que la religión (católica) sea considerada un área de conocimiento que incluya la dimensión “trascendente” para que la educación se considere plena y se tenga en cuenta el derecho fundamental (?) a la formación religiosa y moral de los hijos, como si fe y probidad fueran indivisibles o ponderando que los no creyentes careciésemos de moral.

Así pues, la libertad de elección, según su sesgado y manipulado razonamiento, no sería tal si no se ofreciese de forma obligatoria la asignatura de religión (católica), con el mismo valor académico y de conocimiento que el resto de materias que constituyen el saber humano y científico.

¿Homologar el pecado original con el ADN mitocondrial? ¿Los restos arqueológicos con las reliquias? ¿La tabla periódica de los elementos con las virtudes teologales y cardinales?  ¿Los valores del Humanismo y la Ilustración con la obtusa y misógina visión de las jerarquías religiosas?

Me parece mucho más interesante, urgente y productivo incluir estudios de ilusionismo y prestidigitación en nuestro sistema educativo: propician el ingenio, el estudio y las dotes organizativas, desarrollan la concentración
, la destreza manual e intelectual, la paciencia y la autodisciplina y fomentan, la simpatía, la empatía y la seguridad en uno mismo.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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