domingo, 27 de abril de 2014

El que sea cófrade...



Pasados ya varios días desde la celebración de las procesiones de Semana Santa, las calles de nuestra ciudad por donde transitaron tan piadosas comitivas siguen impregnadas de cera, a pesar de los ímprobos esfuerzos de la empresa contratada por el Ayuntamiento en limpiar la derretida e incrustada suciedad.

A base de potentes y expansivos chorros de agua (supongo que aderezados con algún tipo de detergente), los operarios de tan costosa como evitable tarea convierten los tramos por los que van trabajando en intransitables recorridos de una indiscriminada y pulverizada nube tóxica, salpicando a diestro y siniestro, por efecto de la presión, fachadas y comercios. Sabido es que la cera se elimina de la ropa a base de papel de estraza y el calor de la plancha, pero no parece ser método válido para utilizarlo en nuestras calles.

No me parece mal que se mantengan las tradiciones, siempre y cuando no acarreen al prójimo inconvenientes y perjuicios, pero considero que un gesto tan sencillo como cambiar las velas de cera por otras eléctricas de imitación no sea mucho pedir y no afectará al fervor religioso de sus participantes ni mermará la gratitud divina de sus ceremonias.

El Ayuntamiento se evitaría un gasto innecesario, los comerciantes y vecinos no verían embadurnados sus escaparates y portales, los viandantes respirarían aliviados y los empleados de la limpieza podrían afanarse en otros menesteres más indispensables y menos estériles.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
 

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