lunes, 1 de octubre de 2018

LO NORMAL


Dice el ilustre letrado José Antonio Asiáin, refiriéndose a la evanescencia de la caja de ahorros navarra, que su desaparición y posterior absorción por La Caixa en realidad fue “una transformación” y “debe ser visto como algo normal”. Hombre, normal, normal... perder mil millones de euros en menos de dos años, así a simple vista, lo que se dice normal no parece. Más parece un reto.

También ha hablado de la “grisácea” gestión de Lorenzo Riezu, avalada por un informe del Banco de España (el mismo que no vio la pérdida patrimonial de CAN en años posteriores, ni se dio cuenta de que el precio de la vivienda se duplicaba cada cinco años y de que el plazo de las hipotecas crecía hasta más allá de los cuarenta años de vida laboral de cualquier currela...) y comentada y difundida por la plana mayor de UPN, a quienes ni gustaba ni seguía sus dictados. A la prudencia, algunos advenedizos con ínfulas de Gary Cooper, la llaman “aburrimiento”. Él dice que “uno puede tener el colesterol bajo y no haberse tomado nunca un pintxo de txistorra. El objetivo es vivir”. Si hay riesgo de ictus mejor es olvidarse de la txistorra, por mucho que une le tenga devoción, si no se le quiere joder la vida a la familia, quedándose como un vegetal.

Lo que parece que el ínclito picapleitos no ha podido negar, es que la entidad ya entró en pérdidas en el año 2008, a pesar del maquillaje del balance anual que hizo el equipo que dirigía la entidad en ese tiempo. Tres años antes Enrique Goñi llevó a los ayuntamientos de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona un proyecto para construir los servicios centrales de la CAN en el alto de San Cristobal, vender un montón de metros de oficinas adláteres a “nosesabebienquién”y plantar un funicular desde la punta del monte hasta el centro de la ciudad. Bello proyecto, entre otras “imaginerías”, del atrevido timonel del buque insignia de la economía navarra que, afortunadamente, no vio la luz.

Afirma el pretigioso abogado, después de reconocer que el anterior director de CAN, Lorenzo Riezu, le pasara un informe en 2010 de la deriva ruinosa de la CAN, que “con información de hoy, me atrevo a acertar la quiniela la semana pasada”. No hace falta ser Paul Krugman para predecir que, una caja de ahorros de una autonomía uniprovincial de medio millón de habitantes, no puede intentar hacerse con el mercado financiero español, ni mucho menos pretender conquistar EEUU con su atrevida, irreal y peligrosa campaña del “Tú eliges, tú decides”. Y menos comprando un montón de oficinas (otras tantas como las que ya tenía) a precios exorbitantes justo antes de estallar la burbuja inmobiliaria, para acabar malvendiendo las nuevas y las viejas poco después. Esa burbuja inmobiliaria que muchos no quisieron ver gracias a las primas, incentivos y comisiones que se llevaban.

Tampoco parece recordar el docto letrado el asunto de la Autovía del Camino, adjudicada a empresas lideradas por la caja, que vendieron con beneficios y nos dejaron un oneroso peaje en la sombra que todavía seguimos pagando. Con la Autovía del Pirineo idem de lienzo y el Convento de las Salesas (proyecto de centro cultural envidia del mundo mundial) fue emplumado a la Mancomunidad que lleva más de diez años sin saber qué hacer ahí y a quién vender la mitad o todo.

Estoy seguro que nadie pagará por los errores cometidos en la gestión de CAN entre 2001 y 2012 pero lo menos que podían hacer, aquellos que supieron buscarse un hueco en Criteria o en otro despacho de Caixabank y no acabaron en un ERE o trasladados a muchos kilómetros para poder tener un trabajo, es no echar las culpas a quienes fueron más sensatos que ellos, a “ajustes de patrimonio”, o a una deriva “normal” de los mercados. Lo normal es que cuando el dinero desaparece es porque alguien se lo ha llevado.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas.

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