En estos tiempos convulsos en los que la primera potencia
mundial se permite un ataque preventivo, asesinando a la segunda personalidad
de un país soberano de más de ochenta millones de personas y éste responde
atacando bases de aquel país y derribando erróneamente un avión comercial de un
tercer país que pasaba por allí, no por ello deja de impresionar el resto de
noticias de un telediario que va, desde la escalada conflictiva que ya he
mencionado, pasando por el errático clima provocado por la acumulación de
desechos humanos que el planeta se muestra incapaz de digerir, hasta la
promoción del espectáculo de un concursito televisivo de jóvenes promesas del
mundo de la canción, el fructífero mundo del rey de los deportes en tierras
cataríes o los estragos sanitarios que provocan las “influencers” de las redes sociales
en las adolescentes ávidas de soluciones milagrosas a su acné. Todo ello ha de
tener cabida en la hora escasa en la que se da repaso al estado del mundo.
Nos llega también la noticia de que en otras latitudes ya se
empiezan a prohibir las estufas en las terrazas hosteleras, debido al derroche
energético que supone calentar la calle con una estufa de dos mil vatios y a que,
en ocho horas funcionando, emite tanto CO2 como un automóvil que efectúa un
trayecto de 60 kilómetros. A nadie se nos ocurre calentar la calle (o no se nos
debería ocurrir, aunque también hubo quien asó la manteca…) pero está claro que
las terrazas hosteleras generan mucha plusvalía y el dinero siempre ha sido una
razón de peso.
Ahora son los coleccionistas de coches antiguos, aquellos
locos con sus viejos cacharros que podemos ver en exposiciones y rallys al uso,
conservados y reparados una y mil veces –los coches, y algún que otro
coleccionista-, los que protestan y muestran su enfado por las limitaciones que
se les pone en algunas ciudades para poder circular en ciertas zonas los días
de alta contaminación. “¡Si se hunde el mundo que se hunda…!”, ¿dónde he oído
yo antes eso?
La superpoblación, el consumo y la alteración de las
condiciones climáticas de la Tierra empiezan a ser evidentes y no son pocos los
científicos que alertan sobre ello. Es necesario un cambio de hábitos que
impida generar tanta y tanta basura que nuestro frágil hábitat se muestra
incapaz de asimilar. Sin embargo no faltan voces que subestiman el peligro que
supone nuestro modelo de vida occidental en el deterioro medioambiental. Y no
les falta razón: no es fácil que muramos envenenados por la contaminación, probablemente
tengamos más posibilidades de perecer por un conflicto nuclear. Un consuelo.
Suyo, afectadísimo:
Juanito Monsergas
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