Ya huele a fiesta. Y si no que se lo
pregunten al vecindario de Mañueta, Lindachiquia, Labrit, San Gregorio...esas
entrañables calles cuyos portales sirven de solidarios mingitorios para aliviar
las incontinentes vejigas de la clientela de los fecundos chiringuitos de la
“milla de oro” pamplonesa y alrededores.
Como cada año, en el Casco Viejo, unos y unas desempolvan
pañuelos, fajas y atuendo sanferminero mientras otros y otras preparan sus
maletas para huir de la inevitable fiesta. Las peñas organizan su parafernalia,
los hosteleros preparan su agosto en julio, las charangas afinan sus
instrumentos y sanean sus cuentas y, quien más quien menos, prepara sus rentables
balcones, bajeras o pisos vacíos, una heladería se transfigura en cubatería y
una degustación de café en discoteca. Todo ello con la bendición del santo moreno y las
autoridades locales.
Las fuerzas vivas de la ciudad se engalanan: ellos lucen
frac y chistera y ellas falda larga abullonada y, si acaso, una mantilla. Todo
muy solemne y circunspecto aunque se pretende también informal. Los agentes
municipales, tan discretos el resto del año, toman un protagonismo
inconmensurable y, supongo, remunerado convenientemente. No es moco de pavo lo
que tienen que bregar esos nueve días de juerga y borrachera, ¡han de quedar
agotados para el resto del año!. Sin embargo, en éste se da la circunstancia de
que, en una de las calles más tradicionalmente sanferminera como es La Jarauta,
hay un conflicto con unos vecinos que ocupan unos pisos de propiedad municipal,
causando altercados con el entorno, acumulando denuncias por violación y
agresiones y donde se asegura que venden droga. “Organismos, hosteleras y
vecinos y vecinas del Casco Viejo han mostrado su preocupación por la deriva en
la convivencia vecinal de esta zona y alertan de un importante proceso de
gentrificación”, se puede leer en Diario de Noticias. Abarrotada de bares y
ambiente juvenil hace años, parece haber sido olvidada por el resto de la
ciudad a tenor de lo mal, tarde y nunca que se peatonalizó, de su tejido
comercial inexistente y del estado de buena parte de sus edificios.
Como solución a tan conflictiva situación se han realizado
concentraciones ante las viviendas municipales y han aparecido pegados en los
portales unos pasquines, firmados por “vecin@s
y afectad@s por esta situación”, haciendo un “llamamiento a concentrarse diariamente frente a dichas viviendas para
desalojarlas de ese punto y mover esa misma concentración a donde esa gentuza
se mueva, a comerciantes, hosteler@s y demás colectivos y fuerzas vivas del
barrio para unirse a esta iniciativa”, terminando con un rotundo “Lo que no haga el barrio no lo harán ni la
policía ni las instituciones.”
Pues sí que estamos bien. ¿Patrullas ciudadanas para
solucionar problemas de convivencia vecinal? Con policías de todos los colores y
una de las administraciones más caras del mundo y resulta que somos el
vecindario el que nos las tenemos que arreglar con (presuntos) delincuentes y
sociópatas.¡Qué cosas!
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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