Muchos
autores han llamado la atención sobre la multitud de estudios que se
han hecho de la inteligencia y los escasos referidos a la estupidez,
cuando tantos ejemplos tenemos a lo largo de la historia del triunfo
de la segunda sobre la primera. Pedro Voltes, en su Historia de la
estupidez humana, nos da un buen número de ejemplos y no faltan
hoy en día, a pesar de los logros conseguidos, personajes y
conductas que no pueden ser tachadas sino como estupideces
integrales.
Ahora que la Inteligencia
Artificial promete sustituir nuestras ya mermadas facultades
mentales, en un mundo hiperdesarrollado, de una crisis
demográfica sin precedentes, donde la comunicación global e
inmediata amenazan el entendimiento y el análisis sosegado de la
realidad, y con una contaminación que pone en peligro la
supervivencia de la especie, numerosos escritores alertan sobre el
incremento de la estupidez humana.
No son pocos los ejemplos
que demuestran la deriva autodestructiva de la humanidad, en la que
la proliferación de imágenes y pantallas reducen nuestra capacidad
de discernimiento y las redes sociales convierten la información en
un batiburrillo de memeces y despropósitos. Proliferan los
negacionistas del cambio climático a pesar de las evidencias,
de los fenómenos extremos y del aumento espectacular de la basura
así en la tierra como en el cielo.
Los charlatanes
vendepeines se han adueñado del discurso social y político,
donde priman la rentabilidad y los intereses de las grandes
corporaciones que se reparten el planeta, sumiendo a la mayoría de
la población en una pobreza extrema: según Oxfam el 1% más rico
del planeta se ha hecho con el 63% de la riqueza generada desde 2020
y el 50% de la humanidad sobrevive con poco más de 4 euros al día.
Que no se preocupen los ricos que tierra no les va a faltar.
En una deriva
sinfundamentalista, los terraplanistas desprecian las
certezas científicas, «por
algo se llama planeta, si fuera redonda se llamaría redondeta».
Los líderes mundiales se comportan como niños malcriados que juegan
con el botón nuclear, capaz de destruir el planeta diecisiete veces,
si es que ello es posible. Probablemente la guerra sea el mejor
exponente de la estupidez del poder y del poder de la estupidez. El
beneficio de unos pocos representa una horrible tragedia para
demasiados.
Si
bien los tontos acostumbran a estar mucho más seguros de sí mismos
que los inteligentes, tras innumerables estudios y laboriosos
razonamientos durante muchos años por personas excepcionalmente
inteligentes, se ha llegado a algunas certezas que el tonto, que ha
hecho suya la duda absoluta, pone en entredicho: la eficacia de las
vacunas, la llegada del hombre a la luna o la redondez de nuestro
planeta, que tanto predicamento tienen hoy en día entre algunos
sectores de nuestra sociedad. Hace sesenta años a nadie se le
ocurría decir que la Tierra era plana, que el sol giraba alrededor
nuestro o que los virus se combatían con detergente y sin embargo en
la actualidad, a pesar de los avances tecnológicos y el aumento de
conocimientos del último siglo, proliferan los que defienden tamañas
barbaridades.
Hay
incluso estúpidos que escriben libros, como el autor de El
triunfo de la estupidez, Jano García, alertando de los riesgos
del populismo, la desinformación y los peligros de la masificación,
claro que viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Mientras dice algunas verdades, como que la masificación nos atonta,
la burocracia nos complica la existencia o presenta la injusticia del
endeudamiento de las cuentas públicas como consecuencia del rescate
financiero de 2012, también suelta algunas perlas en las que se le
ve el plumero: niega la violencia contra las mujeres («la
probabilidad de que una mujer sea asesinada es del 0,002%»),
niega el derecho al aborto («disparatada
idea») y,
si bien dice que «las
masas son manipuladas y son capaces de las peores acciones...»,
también afirma que
«...una
masa bien dirigida bajo unos valores morales ... forjados en los
valores cristianos … puede ser un arma de enormes beneficios»,
en clara alusión al Alzamiento Nacional y la subsiguiente dictadura.
Un
estúpido puede decir verdades a medias, retorcer los argumentos para
defender lo indefendible e incluso falsear la historia y los
acontecimientos para acabar ensalzando una autocracia. Y como buen
estúpido, está lleno de certezas y goza de una buenísima opinión
de sí mismo. Me viene a la memoria la frase que Ricardo Moreno
escribió en su Breve Tratado sobre la Estupidez Humana:
«Si
tantas conquistas sociales se han conseguido tan lentamente y con
dificultad, no ha sido tanto por los malvados que las boicotean y
obstaculizan como por los tontos que las reivindican y apoyan».
De
todas formas, ni las mentes más brillantes se libran del virus de la estupidez. Recientemente ha fallecido James Watson,
premio Nobel de Medicina, por su descubrimiento de la estructura de
doble hélice delADN, que fue despojado de sus títulos por reiterar
que los negros son menos inteligentes que los blancos por sus genes.
Kary
Banks Mullis, fue un bioquímico estadounidense que compartió el
Nobel de Química con Michael Smith debido a la invención de la
reacción en cadena de la polimerasa que permite la ampliación de
secuencias específicas del ADN. Sin embargo, el brillante científico
no dudó en cuestionar que el VIH causase el sida, negó que el
cambio climático fuese causado por el hombre y mantuvo opiniones
heterodoxas en ciencias sociales y astrología, demostrando que hasta
las mentes más geniales podían albergar abundantes dosis de
estupidez.
Y
hablando de estúpidos ilustres, a todos nos vienen a la cabeza las
ocurrencias de Dolar
Trump,
que aconsejó alegremente que con luz ultravioleta y un buen
detergente se podía combatir la Covid-19 y, más recientemente, que
el paracetamol y las vacunas generan autismo. Como bien dice Alfredo
Ramírez en su Teoría
General de la estupidez política,
libro de 2021, «Trump es un estúpido objetivo y subjetivo por las
muchas decisiones tomadas durante su mandato en función de las
cuales se puede hacer la valoración indicada: el manejo de la
economía, el tratamiento dado a los derechos civiles, la
polarización social, la política exterior, etc. Sin embargo, un
caso, quizá menor, puede resultar el más revelador de lo que fueron
los cuatro años de Trump en la Casa Blanca: el precio de las
lavadoras».
Para
equilibrar lo que consideraba un abuso comercial de los chinos,
impuso aranceles a algunos productos que venían de China. Uno de
ellos fue el acero, porque el acero estadounidense resultaba más
caro ya que... «los chinos lo fabrican sirviéndose de prácticas
desleales, como el dumping». De esta forma las acerías de USA
venderían más acero, como así hicieron, pero al ser más caro (y
el acero chino también era más caro por culpa de los aranceles),
resulto que... todos los productos hechos con acero se encarecieron
y, por ejemplo, las lavadoras aumentaron su precio en 100 dólares,
que votantes y no votantes del botarate tuvieron que pagar. Veremos
qué pasa con los nuevos aranceles en esta nueva legislatura del
presidente de la primera potencia mundial con acceso al botón rojo
nuclear. Muchos estamos preocupados por su estupidez pero igual
deberíamos de preocuparnos más por la estupidez de los que le han
votado en esta segunda legislatura.
Otro
presidente de Estados Unidos que todo el mundo recordará por el
“asunto” que tuvo con una becaria y que gobernó entre 1993 y
2001 fue Bill Clinton. Desde la entrada de Reagan en la Casa Blanca
en 1980 se inició un proceso para eliminar regulaciones en el
sistema financiero, aduciendo la eficiencia y capacidad de esos
mercados para autorregularse. Entre 1985 y 1989 el gobierno de los
EEUU rescató con ciento cincuenta y dos mil millones de dolares a
las entidades financieras con problemas.
A
pesar del desastre, la desregulación bancaria continuó con la
administración Clinton, que se afanó en reducir el gasto público y
en aplicar una política fiscal restrictiva, a la par que se
incrementaba el crédito de la clase media y baja para sufragar sus
gastos corrientes, mientras la FED mantenía bajos los intereses. Al
final de la legislatura la deuda pública se había reducido
sustancialmente y había una época de bonanza que muchos ciudadanos
recuerdan con nostalgia. Lo que no tuvieron en cuenta es que esas
dinámicas eran insostenibles porque se basaban en el endeudamiento
privado y en las cotizaciones bursátiles: en ocho años el Nasdaq
creció un 325% y el Dow Jones un 678%.
Al
término de este periodo los grupos de Lobby del sector financiero
apoyaron con millones de dólares para que el Congreso desmantelara
el último vestigio de regulación de la Gran Depresión, la Ley
Glass-Steagall, y se abrió la puerta a la fusión de actividades
bancarias comerciales, bursátiles y de aseguramiento. Se limitó la
capacidad de las entidades que debían de regular el naciente mercado
de derivados financieros, poniendo las condiciones para una expansión
sin precedentes de mega-instituciones financieras, especulación y
fraude que reventó con la crisis del 2008 y su posterior rescate del
Senado de EEUU (700.000 millones de dólares). Pues bien, al causante
de esta gran Depresión se le recuerda por el affaire con una
becaria y no por haber dejado sin control a los avariciosos y
cortoplacistas banqueros que arruinaron nuestras economías.
Alguien
podrá decir que aquello fue obra de malvados que esquilmaron a los
pequeños ahorradores, a las clases bajas que quisieron acceder a una
vivienda que no se podían pagar y a ejecutivos que cobraron sus
incentivos por ventas que luego otros tendrían que encargarse de
cobrar, pero el alcance del desaguisado traspasa la propia maldad y
se encalla en la estupidez. Lo cierto es que los gestores de la
economía desencadenaron la desconfianza entre los inversores y entre
los mismos bancos, que ya no se fiaban de los productos financieros
que habían comercializado, eliminando la base del negocio bancario:
la confianza. "Es la economía, estúpido", repetía Clinton, aunque hubiera estado más acertado decir "Es la economía estúpida", sin coma.
De cualquier modo no hace falta irse
tan lejos para ver tontos a granel. Se han publicado recientemente
las memorias de un rey de frágiles recuerdos, impuesto por un
sanguinario dictador, que ha olvidado sus discursos grandilocuentes
en los que ponderaba la magnificencia de su cargo como símbolo de
unidad y permanencia de la patria y legítimo heredero de la dinastía
histórica, que labró una copiosa y oculta fortuna con opacas
transacciones y privilegiadas retribuciones y que ha acabado
instalándose en un paraíso monetario para poder escamotear sus
obligaciones fiscales en su propio reino, sin el menor asomo de
vergüenza u honradez. ¿Se le pasa por la cabeza el dislate de, tras
una trayectoria tan cuestionable, argüir que le han escamoteado la
pensión?. Como bien dice Ricardo Moreno Castillo en su Breve
tratado de la estupidez humana, «A
los tontos ni se les pasa por la cabeza la posibilidad de que hacen
tonterías y no consideran necesario reflexionar sobre la culpa que
pueda corresponderles de sus propios fracasos».
La desmemoria es imprescindible para la tontería.
Por otra parte, Victor Moreno, en el
prólogo que hace del libro El Banquete, menciona a Norbert Bilbeny y
el concepto de “idiota moral” y
sostiene que en estos lares vamos bien servidos, tanto en calidad
como en cantidad, y se pregunta si no pensaría Shakespeare en esta
gente cuando sostuvo que Navarra asombraría al mundo.
El
1 de enero de 2002 un desconocido E. G. era nombrado Director
General de la Caja de Ahorros de una Autonomía Uniprovincial de
quinientos mil habitantes, impuesto por el entonces Presidente de esa
Comunidad, la alcaldesa de la capital de esa Comunidad y arropado por
un grupo de notables entre los que cabría mencionar a:
R.
M. F. Flamante diplomático director de Gabinete de varios
ministros, cónsul general en Houston, embajador en Gran Bretaña y
Sudáfrica, Jefe de Protocolo de la Casa Real, Secretario de Estado
de Seguridad en el Ministerio del Interior, condecorado con la Gran
Cruz de la Orden de Isabel la Católica, Caballero y comendador de la
Real Orden de Carlos III, caballero y comendador de la Orden del
Mérito Civil...
A.
O. Doctor en Economía y presidente de la sección de Ciencias
Empresariales y Financieras de la Real Academia de Economía,
director de la mundialmente conocida consultora Bain Company,
presidente en España del Grupo Deutsche Telecom, de la Coalición de
Creadores e Industrias de Contenidos Culturales y Audiovisuales de
España, Consejero de Ericsson España S.A., de la Societé Generale
de España, miembro del Consejo Asesor de KPMG y de otro montón de
empresas, autor del libro Capitalismo humanista, condecorado con la
Gran Cruz del Mérito Civil por el rey de España y «uno de los
referentes del nuevo capitalismo»...
A.O.U.
Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad Rey Juan
Carlos, con despacho propio, ha pertenecido a distintos consejos de
empresas (Zetia, Endesa, Lazarejo Sicav, Sexterius, Noscira...)
colabora en la Revista de Derecho del Mercado de Valores y asesor en
los distintos procesos de fusión de bancos y cajas de ahorros y se
le considera el inventor de las SIP (Sistema Institucional de
Protección)...
J.T.
Licenciado en Derecho, Presidente de la Cámara de Comercio de
Navarra desde hace más de 30 años, cónsul honorario de Rumanía en
Navarra, vocal del Pleno de Cámara de España, presidente de la
Corte de Arbitraje de Cámara Navarra, presidente de la Corte de
Mediación de Cámara Navarra, vicepresidente de la Fundación
Empresa-UN, consejero de varias empresas y con despacho propio...
Con
semejantes avales y consejeros, ¿quién podía dudar de la valía de
semejante timonel para dirigir una de las cajas de ahorros que, a
pesar de su pequeño tamaño, era una de las más solventes de
España?. Muchas personas han cometido despropósitos en el tema de
la desaparición de las cajas de ahorros, pero tantos protagonizados
por un solo individuo es algo que no se ve todos los días.
Pues
bien, el atrevido ejecutivo quiso darle a la entidad una nueva imagen
y remodeló todas y cada una de las oficinas con mobiliario en blanco
y negro y una vistosa moqueta roja, sin reparar en gastos, a la par
que cambiaba tres veces en cuatro años la imagen corporativa de la
empresa, por cierto una de ellas acusada de plagio por una empresa
norteamericana.
A
continuación comenzó una vertiginosa expansión que le llevó a
duplicar las 234 oficinas comprando locales por todos los rincones de
la península pero especialmente en el País Vasco y las principales
ciudades de España, justo cuando el mercado inmobiliario estaba más
caro, teniendo que malvender posteriormente los locales y alquilarlos
para conseguir los índices de solvencia que exigía el Banco de
España.
En
octubre de 2007 anunció la compra del 30% del banco HBW Express de
Budapest «Esta operación tiene importantes sinergias con el
grupo... que ya posee oficinas en la región... Polonia, República
Checa, Rumanía...». Dos años después la entidad congelaba sus
planes de expansión en el Este de Europa, ya que el precio de la
operación era mayor al valor de mercado de HBW Express que en
realidad solo tenía tres sucursales, perdiendo finalmente el 100% de
la inversión.
No
se arredró el avispado director y ya en junio de 2010 alquiló un
espléndido local de 820 metros a solo 400 metros de la Casa Blanca y
junto a la sede del Banco Mundial, inaugurado por el presidente de la
Comunidad, la alcaldesa de Pamplona, el alcalde de Washington, la
mujer del presidente de Colombia (?), el embajador de España, la
Infanta Cristina y su marido el duque de Palma. Eso sí, hasta su
cierre en marzo de 2013, y pese a pagar la nómina de una plantilla
de seis personas así como el oneroso alquiler del local durante esos
años, no consiguió la autorización de la FED para operar en EEUU y
tuvo que cerrar sus puertas sin llegar a funcionar.
Por
otra parte, de las 96 oficinas que se abrieron en la Comunidad
Autónoma Vasca, 8 no llegaron a abrir sus puertas. Hubo oficinas que
tuvieron más empleados que clientes. La oficina de Bilbao, que costó
entre cuatro y seis millones, contó con un costosísimo sistema de
cajas de alquiler importado de Alemania (con lectura biométrica de
la mano del cliente y transporte automático de la caja a una coqueta
salita, sistema que ya había sido colocado en la Oficina Principal
de la entidad unos años antes) que, al no operar por falta de
funcionamiento, tuvieron que llamar a la sede central para que les
dijeran cómo actualizar las claves porque caducaban y desconocían
su operatoria.
Se
instaló un pequeño comedor en la sede central de la entidad, con
azafata atendiendo el servicio de restauración para ejecutivos que
quisieran comer al estilo del que tenía el Deutsche Bank en Berlín.
Ni qué decir tiene que el experimento fue un fracaso rotundo ya que
se sirvieron dos ensaladas y tres postres en los seis meses que duro
el invento, teniendo que tirar a la basura todos los alimentos que
pasaron por sus máquinas instaladas para el servicio, que no fueron
pocos.
Otra
de las ocurrencias del aguerrido directivo fue el proyecto del monte
Ezkaba, presupuestado en casi 120 millones de euros en 2005 y que
finalmente no se llevó a cabo. En el proyecto se incluía un
funicular que uniera el monte con la ciudad, un área natural
recreativa, un proyecto de edificios acristalados para oficinas de la
propia entidad, un centro de ocio, otro de hostelería, 30.000 metros
cuadrados de los antiguos espacios aprovechados más 45.000 para las
diferentes actividades, que supondrían para sus impulsores «un
emblema de la fortaleza emprendedora y cultural» de la Comunidad
Autónoma. A la postre el proyecto fue tumbado por falta de liquidez
y por la Mancomunidad de los ayuntamientos implicados, que se echaron
las manos a la cabeza con semejante disparate.
Entre
los años 2008 y 2009, a través de una de las empresas de la
entidad, adquirió diversos terrenos que habían sido comprados para
especular, ante la que parecía, por un lado, la inminente
construcción de una estación del Tren de Alta Velocidad y, por
otro, un montón de viviendas que ni una ni otras llegaron a
materializarse, quedando como lo que eran: terreno agrícola con un
valor muy por debajo del precio de compra.
Durante
su jefatura remodeló varias veces la “planta noble” en la que
tenía sus despachos, adquiriendo para sus estancias y oficinas
butacas de 5.000 euros y sillas de 3.300 euros cada una. Prejubiló a
334 empleados, (después de que la fusión con la otra caja de la
Comunidad se había desecho de 156 empleados en el año 2000), con el
único fin de quitarse de encima a la vieja guardia, crítica con su
gestión, aduciendo un ahorro anual más que discutible ya que
contrató a otros mil nuevos empleados para atender su alocada
expansión y cubrir los puestos vacantes.
Con
la excusa de captar y fidelizar a empresarios e inversores, obsequió
a más de 150 personas (entre los que figuraban distintos directivos
de la entidad) con un viaje de lujo a París de un fin de semana, con
un vuelo charter
fletado
para la ocasión, alojándolos en hoteles de cinco estrellas, comidas
en excelentes restaurantes, cenas de gala y actividades de agasajo.
Una de estas era la visita al castillo de Fontainebleau, cuyo
traslado se realizó en varios autobuses y en el que, durante el
trayecto se fingió una avería y... ¡oh sorpresa!, los 150
invitados fueron embarcados en una veintena de helicópteros hasta el
señorial palacio. Otra de las actividades que se propusieron a los
invitados fue acudir una de las noches, a elegir, entre visitar de
forma privada el Petit
Palais,
un prestigioso museo que en ese momento exponía una colección
privada de altísimo nivel, o un típico vodevil
parisino.
A ver las pinturas acudieron tres personas.
En
otro de los “viajes comerciales”, en los que la mitad eran
ejecutivos de la entidad con sus esposas y el resto presidentes de
distintas empresas y cargos públicos, visitaron Londres, con paseos
en lancha por el Támesis, asistencia a un musical, visita al Museo
de Ciencia, al Acuario, la Noria del Milenio, visita a la Bolsa y
alguna miniconferencia donde echar una cabezadita tras las opíparas
comidas con las que se nutrieron. En Berlín tres cuartos de lo
mismo. De cueros ajenos largas correas, que dice el refrán.
Ni
qué decir tiene que entre 2005 y 2011 (únicos años en que existen
datos) se concedieron más de 8 millones en créditos, por debajo de
los precios de referencia, a consejeros, miembros de la Comisión de
Control, a familiares de primer grado y a sus empresas. También
altos cargos de la entidad y sus allegados (y de la entidad
resultante de su fusión con otras dos cajitas con las que se
conformó lo que eufemísticamente se llamó Banca Cívica),
se beneficiaron de estos préstamos blandos, algunos de ellos de
dudosa legalidad. Y si esta generosidad se tenía con su equipo, la
remuneración del timonel no estaba exenta de fabulosos
estipendios: más de 10 millones en sueldo bruto y más 2 millones en
un fondo de pensiones. Entre 2010 y 2011, justo cuando la entidad
obtenía los peores resultados de su historia, el iluminado ejecutivo
ingresó nada más y nada menos que 4 millones de euros.
Se
podrían seguir poniendo ejemplos de la megalomanía, incompetencia y
acumulación de chanchullos durante la vida laboral de este personaje
entre los años 2002 y 2012, año en que la entidad que presidía fue
absorbida por Caixabank. Para resumir su final baste decir que, tras
una ruinosa salida a Bolsa, la entidad paso de valer 1.300 millones
de euros a apenas 200. Las ruinosas inversiones en las distintas
empresas de sus allegados, el maquillaje contable y los despilfarros
durante los diez años de su gestión, dieron al traste con la Caja
fundada por la Diputación Provincial en 1921 para apoyar a los
pequeños ahorradores y que había sido el orgullo de la Comunidad.
La
gestión del avispado gestor, que cogió una Caja de Ahorros con una
cuota de mercado que rondó el 50% en la Comunidad, (la mitad de los
ahorros de sus habitantes y la mitad de los créditos concedidos, con
una solvencia de más del 75% en sus balances), y la dejó en
bancarrota, no puede ser tachada más que de desastrosa, por mucho
que se intente echar la culpa al mercado, a la situación financiera
del país o al proceloso devenir de la economía. Eso sí, bien
aderezado con “sinergias”, “perspectiva holística”, “actitud
proactiva”, “soluciones imaginativas” para venderle al cliente,
no lo que necesitaba, sino lo que sus directivos querían venderle,
lectura obligada de ¿Quién se ha comido mi queso?,
disponibilidad las 24 horas 7 días a la semana y, como no, Tiempo
de crisis, tiempo de oportunidades.
¿Cuál
fue la deriva de este individuo? Pues que con la desaparición de la
caja que «no la iba a reconocer ni la madre que la parió», (como
dijo al coger la dirección de la misma), se le recompensó con la
dirección de Criteria, las empresas participadas de la nueva entidad
y, recientemente, ser nombrado director de la Fundación Telefónica,
demostrando fehacientemente el Principio de Peter, la Ley
de Parkinson, el Principio de Dilbert, el Principio de
Hanlon, la Ley de Murphy, la Navaja de Ockhan y avalando
las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana y dejando claro
que la diferencia existente entre la estupidez y la maldad es muy
difusa, cuando no van de la mano. Principios
tienen algunos pero final, afortunadamente, tenemos todos.
¿Y
qué dice ahora el fundador y presidente de la Fundación Hermes y
actual presidente de Fundación Telefónica?.
Pues
habla del agente tabaco, de cuando el tabaco dejó de ser
atractivo. «La IA, las redes y la plutocracia
digital dejan de ser atractivas. Este “efecto tabaco” está
produciendo un despertar. La ciudadanía está despertando».
Muy ilusionante su análisis. Yo también he dejado
de fumar: ayer tres veces.
Sostiene
que... «el modelo político europeo es un modelo moral, ético y
cultural antes que político y que no es posible hacerlo sin una
tecnología propia». ¿Modelo moral, ético y cultural?. Será por
la ultraderecha que crece de forma escandalosa o lo pusilánime que
se muestra ante el genocidio de Gaza...
También
dice que... «Europa tiene un problema: es un éxito de tal calibre
que no se ha reinventado». No sé si se refiere a la sumisión a
EEUU o a lo poco que pinta en el panorama mundial.
Apuesta
por una IA... «de modelo europeo, cuyo código fuente y cadena
algorítmica sea responsable, revocable, trazable y transparente».
«No
la veo como una amenaza. Tiene que ser civilizada». Muchos expertos
alertan de los peligros de la IA pero él, con su fino olfato, solo
ve bondades.
Opina
que...«Cuatro de cada diez unicornios en Estados Unidos han tenido
origen europeo»... y que … «El talento se va porque todavía no
tenemos un mercado de capitales estructurado». No sé si se acordará
de cuando él estuvo “en el mercado de capitales ” y precisamente
dejó un “mercado sin capitales”. Se lo gastó todo, no dejó ni
un céntimo.
E
insiste...
«Mi
concepto de IA europea es una IA que nos sirva datos que mejoren
nuestras decisiones».
Seguro
que la IA
ética (¿O
habría que decir Cívica?)
puede competir con lo que están haciendo los americanos o los
chinos. Como decía Montaigne, «Nadie está libre de decir
estupideces, lo malo es decirlas con énfasis».
Declara
que tendría que haber un sistema … «de certificación
algorítmica, que ponga un sello de usabilidad diciendo que una IA te
va a servir y no te va a comer, no se va a entrometer, va a ser
agéntica
con
límites. Para eso necesitamos una fórmula: R2T2». Mucha palabra
para no decir nada. La IA la controlan las empresas con intereses
comerciales incuestionables. ¿Son los gobiernos los que controlan a
las multinacionales o son las multinacionales las que están
imponiendo sus programas a los gobiernos?.
Y
acaba manifestando... «Yo no creo en el debate entre innovación y
regulación. A mí, si tengo talento y tengo dinero, la regulación
no me estorba». Eso lo dice un individuo que arruinó el buque
insignia de la economía navarra y sigue ponderando como si no
hubiera pasado nada. Como bien dijo Girolano Cardano, «la estupidez
consiste, fundamentalmente, en tener un concepto exagerado de sí
mismo» o como decía Erasmo de Rotterdam, «bien se alaba quien no
tiene quién lo haga».
Creo
que el número de estúpidos se ha incrementado exponencialmente en
los últimos años e inmediatamente me viene a la mente el chiste del
conductor que circula por dirección contraria en la autopista y, al
escuchar el aviso de la policía alertando de un piloto suicida, no
tiene otra ocurrencia que pensar: ¿Uno?
¡Son un montón los que conducen en sentido contrario!.
Así pues, ¿seré yo el estúpido o son los demás?. No sé, pero
casi estoy seguro de que un estúpido nunca se haría esta pregunta.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas