En estos tiempos convulsos de crisis y fenómenos insólitos, no dejan de sorprenderme las paradojas que se generan a diario. El absurdo se propaga cada vez con más virulencia en los discursos y las palabras pierden el sentido a base eufemismos y retorcimientos semánticos.
La extrema derecha y la derecha extrema se arrogan el monopolio de la libertad, de la libertad bien entendida, claro, la de mercado y la de pretender que la democracia se adecue a sus intereses y avaricia. Sorprende que se erijan en garantes del parlamentarismo cuando apoyan regímenes totalitarios, genocidas y corruptos de ayer y de hoy, tachando de dictaduras a gobiernos e instituciones respetuosos con las leyes y acuerdos nacionales e internacionales logrados tras la segunda guerra mundial.
Llama la atención que todos y todas aquellas que tanto claman por el derecho a la vida y se arrogan el poder de negar a todas las mujeres el derecho al aborto con el pretexto de salvaguardar la vida de los no nacidos, les importe tan poco el exterminio de más de cincuenta mil palestinos, la gran mayoría civiles, un tercio de los cuales son niños y niñas ya nacidas, aduciendo que los sionistas invasores tienen derecho a defenderse. Para la población palestina el horóscopo que marca su existencia se convierte en horroróscopo por el mero hecho de venir al mundo en el sitio equivocado. Hay que dejarlos nacer para luego poder matarlos de hambre.
Desconcierta sobremanera que el país constituido a base de emigrantes, muchos de ellos europeos, que consiguió ser la primera potencia del mundo y democracia de referencia, que acogió a Einstein, Tesla, Chaplin, los Marx, Levi Strauss, Houdini, Murdoch, Pulitzer... y a todos los congresistas senadores y presidentes, emigrantes ellos mismos en los dos siglos y medio de existencia de los Estados Unidos de America, se niegue a recibir nuevos habitantes en su territorio, hasta el punto de prohibir la entrada en sus universidades de mayor prestgio a los más brillantes alumnos enviados por otros países para cursar allí sus estudios. ¿Muerte a la inteligencia o es sólo un asunto de beneficios económicos cortoplacistas y plusvalías?
Aunque no hace falta irse tan lejos para quedarse pasmado con un monarca, instaurado por la gracia de dios y del dictador, capitán general de todos los ejércitos y cabeza del reino, que esconde su patrimonio y negocios a sus vasallos y fija su residencia fiscal para tributar en el Golfo con bermudas... o en Bermudas el golfo. Y esto a los paladines de la patria, del orden y de la honestidad les parece de lo más normal.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas