sábado, 15 de diciembre de 2007

PARAISOS FISCALES


El dinero no tiene fronteras. Ahora menos que nunca. Las fronteras son para los pobres. Otra cosa es el parné, que ése sí que viaja que da gusto por todo tipo de países en forma de efectivo, divisas o apuntes cibernéticos. Por si ello no fuera suficiente facilidad, existen los paraísos fiscales, lugares donde se ocultan y limpian capitales de todos los colores.

Y no se piense que son sólo pequeñas islas o plataformas petrolíferas ancladas en medio del mar, que también existen paisitos de escaso territorio, enormes tragaderas, mucha corrupción y dependientes de otros muy democráticos estados, y que dicen respetar las normativas internacionales: hablo de Mónaco, Andorra, Gibraltar, Luxemburgo, San Marino, Malta, etc.

¿Por qué los organismos financieros internacionales admiten transacciones con estos piratas económicos? ¿Acaso no es posible ponerles veto a estos chiringuitos fraudulentos y dejarlos fuera del sistema bancario internacional? ¿No existe un consorcio llamado SWIFT (precisamente radicado en Bruselas) por donde pasan todas las transacciones internacionales para poder controlarlas? ¿Quieren hacernos creer que el dinero proveniente de las operaciones crematísticas ilegales no se mezcla con el resto de caudales hasta convertirse en una amalgama cuya licitud es imposible dilucidar?

Nos puede parecer que todas estas consideraciones no nos afectan a las personas de a pie y que son cosa de grandes mafiosos perfectamente delimitados. Sin embargo, todos los sectores económicos deben dirigirse a los mercados financieros para conseguir capitalización: los estados para financiar su déficit, las empresas para desarrollarse, los particulares para conseguir bienes de consumo, de vivienda, de jubilación, etc. Ya en 1995 (y el trasiego no ha parado de crecer) se transferían 1,3 billones de dólares al día en los mercados de cambio: 5 veces el presupuesto anual del estado francés y 70 veces las exportaciones mundiales diarias de bienes y servicios.

Esta Europa de cuentas numeradas, de enjuagues de billetes y de ingeniería financiera es utilizada por organizaciones criminales asegurando la impunidad de los defraudadores, mientras la gran mayoría de los ciudadanos temblamos con el repunte del euribor.

Los políticos nos aseguran que la economía va bien y nosotros les volvemos a votar como quien, preocupado por la bancarrota, se gasta sus últimos cien euros en lotería pensando que le va a tocar.

En Pamplona a 16 de diciembre de 2007
Juanito Monsergas

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