Se podría decir que, por una vez,
estamos de acuerdo la Conferencia Episcopal y yo en el sentido de
considerar que los hijos no son propiedad de nadie. Pero me temo que
no opinamos lo mismo a tenor de la labor que desarrolla la iglesia
católica con los menores, imbuyendoles unas teorías en clara
contradicción con la ciencia y el conocimiento y, aprovechando su
inferioridad de condiciones, adoctrinarlos sin esperar a que
desarrollen criterios suficientes con los que enfrentarse al sentido
de la vida.
Es responsabilidad nuestra, ya que los
menores han de ser tutelados hasta la mayoría de edad, que reciban
los cuidados y atenciones suficientes para su desarrollo y formación,
física e intelectual. Para ello se les lleva a los centros
educativos donde se socializan y adquieren los conocimientos
necesarios para incorporarse a la ciudadanía y desenvolverse
profesional, afectiva, personal y comunitariamente. Unos
conocimientos sometidos al juicio de la experimentación, la
inteligencia y la razón, lejos del oscurantismo del prejuicio, los
tabús y convencionalismos de otra época, en la que, la ignorancia y
la autoridad que da la fuerza, ejercían su dominio sobre todo y
todos.
Y para acabar, me gustaría subrayar
que la formación de las personas tiene dos ámbitos: el público,
que nos atañe a todos por igual, regula las leyes y ha de ser
obedecido y respetado por el conjunto de la sociedad y el privado,
que se recibe en el hogar, donde la familia nos transmite la moral,
la costumbre, la ética y lo que concierne a nuestra forma de
entender la vida y nuestras relaciones personales. Ahí podemos
pensar y actuar como queramos, siempre que no entremos en conflicto
con el primero, que es el conjunto de normas que rigen la
convivencia.
Así pues no puedes hacer con tus hijos
lo que te dé la gana con el falso argumento de la libertad
individual. Todos tenemos los mismos derechos pero no todas las
opiniones son igual de respetables. El problema está cuando una
creencia milagrosa, acientífica, indemostrable y que niega la
evidencia se empeña en sentar cátedra por encima de nuestras leyes
civiles, se llame Vaticano S.A., Jehová Corporation o Alí Alá
International Company. Esto, por si todavía no lo han asumido, se
llama dictadura clerical.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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