En estos tiempos confusos en los que
una diputada ultranacionalista (española) asegura que “quien mejor
encarna los valores republicanos es el rey”, otra de parecido sesgo
ideológico afirma sin pudor que no sentirse (nacionalista)
“español-español” es de paletos y una tercera, ésta más
instruida que dice citar a Simone de Beauvoir, declara que las
feministas no son mujeres (¿serán extraterrestres? en ningún caso
españolas...), se ha creado una polémica porque, parece ser, que no
nos dejan educar a nuestros hijos en libertad.
Adalides de trayectoria libertaria y
socialista (en concreto nacional-socialista) como el PP, Partido
Popular, de ahí su nombre, y VOX, lo que sea que quiera significar,
que yo lo ignoro, se están afanando en atacar nuestro sistema
educativo usando para su reivindicación el llamado “pin parental”,
que no es otra cosa que la posibilidad de que los padres podamos
elegir qué aprenden nuestros hijos y qué no hay que contarles. ¡A
ver si no vamos a poder elegir las disciplinas y contenidos de la
educación de nuestros vástagos! Libertad de cátedra, pues.
Y que no nos hablen de que una cosa es
la ley, que regula nuestras relaciones cívicas y sociales de
obligado cumplimiento para la convivencia y otra la moral impartida
en la intimidad y donde inculcamos a nuestra descendencia los valores
que rigen las relaciones dentro de casa y la manera de ver e
interpretar el mundo. Que no nos intenten convencer de que la ley es
para todos y la moral para el hogar siempre que no contradiga a
aquella. Tanto que dicen de democracia... ¿No somos todos iguales?
¿No son todas las opiniones tan respetables unas como otras? Pues
nuestros descendientes estudiarán lo que a nosotros nos dé la gana.
Poco importa lo que diga la ley al
respecto si yo considero que mi sucesor pueda soltar una “toñeja”
a cualquier compañero de clase si lo considera oportuno, si se
quiere pimplar un garrafón de moscatel siendo menor de edad o si le
da por correr el encierro a los doce años: tiene todo el derecho del
mundo para hacerlo si yo le dejo. ¿Acaso no consideramos legítimo
respetar nuestras viejas tradiciones? ¿Hasta cuándo el
adoctrinamiento de nuestros retoños? Cualquier día les intentan
convencer de que la Tierra es redonda o algo peor... ¡que venimos
del mono!
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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