viernes, 4 de marzo de 2022

NO A LA GUERRA

 

Cuánto tiempo hace que no escucho aquello de... “que se pare el mundo que me bajo”, pero esa es la sensación que tengo ahora mismo. Desde el crack del 2008 se nos han ido acumulando las crisis y ahora nos encontramos estrenando una guerra a las puertas de casa, sin saber si al final uno de los gibones del laboratorio geopolítico apretará el fatídico botón rojo.


Las imágenes de la tragedia dan buena cuenta del drama que está viviendo tanta gente como consecuencia de la contienda y hace presagiar que las cosas pueden empeorar y que, probablemente, casi todos nos veamos perjudicados por sus efectos colaterales: desabastecimiento, crisis energética, extensión de las hostilidades, desplazados...


La intervención en el conflicto parece ineludible, aunque no falte controversia a la hora de apoyar a EEUU, un Estado que no respetó los acuerdos con Gorbachov de 1991, violó el derecho internacional en sus incursiones en Yugoslavia e Irak sin el aval de la ONU, contravino el Acta Fundacional sobre relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad Rusia-OTAN de 1997, poniendo en cuestión los acuerdos de desarme nuclear del tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972, impulsó el reconocimiento de Kosovo, violando nuevamente el tratado internacional y abandonó el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019, para enfrentarse al autócrata ruso que, saltándose también el derecho internacional, intervino militarmente en Georgia en 2008, ocupó Crimea, no tiene demasiado empacho en eliminar a disidentes y finalmente ha decidido invadir Ucrania a sangre y fuego, vulnerando la integridad territorial del país vecino.


No a la guerra. Parece fácil de decir y no tiene pinta de tener más trascendencia que clamar contra la estupidez, cuando muchas regiones en el mundo están sufriendo la misma lógica militar ante la indiferencia internacional. Con la perspectiva de que las guerras hace años que no tienen fin (Afganistan, Siria, Irak, Libia, Palestina, Yemen...) y que tantos mandatarios no tienen que dar cuenta de sus atrocidades dictatoriales, se augura un futuro bastante negro. Y más si al mono le da por jugar con las ojivas nucleares.


Según me contó hace ya muchos años Eugenio Menaya, abnegado pintor, excelente persona y gran conocedor del Carnaval pamplonés anterior a Primo de Rivera), el inventor de la bomba atómica era un guardia municipal de Pamplona, un tal Fradue (?), bastante chalado que, allá por los años veinte del siglo pasado, andaba con la idea de fabricar una fortaleza que terminase con las guerras. Lo llamó El Glóbulo Plano y parece ser que, entre los cachondos de la vieja Iruña , encontró seguidores y entusiastas que le hicieron diseños, planos y maquetas al dictado de sus indicaciones. Consistía en una plataforma cuadrada enorme, con unos globicos en las cuatro esquinas y uno grande en el medio, como una ciudadela volante, repleta de cañones, todos apuntando hacia abajo. Acudía allí donde había una guerra y a limpio tiro acababa con todo. Alimentada la locura por los guasones, el inocente “munipa” se sentía reconocido y hasta el Orfeón Pamplonés le hizo una coplilla que entonaba después de los ensayos:

Glóbulo, Glóbulo, Glóbulo Plaaaano,

el tormento del mundo serás,

el día que tu te eleveees,

las naciones sucumbirán.

Glóbulo, Glóbulo...”.


Con la merma de certezas que me proporciona la edad, me da en la nariz que a alguno no le parece tan mala idea resucitar tan genial solución.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


2 comentarios:

  1. Ojalá el glóbulo plano pudiera llegar a muchos lugares del mundo sin que le pincharan los globos.
    Sino, yo también digo que paren el mundo que yo me apeo.
    Un abrazo

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  2. Es posible que como dices "La merma de certezas que me proporciona la edad" es común a los que como tú, también se nos acumulan los años, y que cada día tengamos más deseos de gritar eso de, Que se pare el Mundo que yo me bajo. Un Abrazo y enhorabuena por la entrada, clara y precisa

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