miércoles, 18 de julio de 2007

Pías vacaciones

Me ha llenado de júbilo la última comunicación de nuestro dilecto arzobispo pamplonés en la que nos comunicaba que se iba de vacaciones y nos regalaba unos buenos consejos para disfrutarlas adecuadamente, en provechoso espíritu cristiano. A juzgar por el medio utilizado por su eminencia (la prensa diaria), entiendo que las recomendaciones nos las dirige tanto a creyentes como a infieles y es por ello que deseo contestarle tan cortésmente desde mi condición de ésto último.

No me cabe duda de que se ha ganado el asueto veraniego y si por mi fuera estaría encantado de que, en vez de las preceptivas dos o tres semanas que estará fuera de la ciudad, pudiera ampliarlo sine die. Tenemos tantas cosas que agradecerle...

Como no pude estar en el acto de desagravio que organizó el domingo 15 de julio, quiero, por la presente, reconocerle su contribución y, si bien estoy seguro que su intención al hacer el recorrido descalzo, hubiera sido caminar sobre los innumerables cristales que pueblan nuestras calles después de las fiestas, la impecable limpieza que precedió a acto tan piadoso, seguro que fue para evitar trabajo a los servicios sanitarios de la ciudad y no por despreciar un acto tan mortificante y de tanta espiritualidad. Los navarros de bien perdimos una inmejorable oportunidad de iluminarnos con su ejemplo que, a buen seguro, hubiéramos seguido gustosos.

Y pensando en su eminencia, me ha venido a la mente el consejo que nos daba para estos días el cura de religión mientras se olía los dedos que poco antes habían sobado el culo del pelota de la clase al que por c o por b siempre llamaba a su lado cuando los demás estábamos enfrascados con la doctrina religiosa: disfrutad del verano, niños, pero tened cuidado con las chicas, que en época estival, enseñan sus vergüenzas y os seducen (como Eva incitó a Adán) con los pecaminosos halagos de la carne. El diablo ronda a las féminas y en estos días en que vais ligeritos de ropa, se cuela por ríos y piscinas, para tentaros en la concupiscente obscenidad de los cuerpos mojados por la lascivia y el caprichoso goce de la maliciosa entrepierna.

Cuídese eminencia y le deseo tanta satisfacción y tranquilidad como la que nos ha proporcionado a tantos y tantas navarras con su elocuente verbo y su preclaro mensaje.

Desde Sodoma y Pamplona a 18 de julio de 2007

Juanito Monsergas

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