sábado, 17 de enero de 2009

DEBE Y HABER


En los tiempos pre cibernéticos, cuando legiones de administrativos se afanaban en llevar las cuentas a base de sumar a mano interminables ristras de dígitos o mediante máquinas accionadas con palancas, los encargados de impartir el conocimiento contable incidían en la importancia del concepto del debe y el haber.

Los gastos en el debe y los ingresos en el haber que, junto con el saldo anterior, conformaban el total que debía de haber en caja, se ha mantenido como verdad suprema e inalterable desde los primeros escribas asirios hasta nuestros días. Cualquier descuadre en el saldo final era prueba irrefutable de error o que alguien había metido mano en el cajón.

Sin embargo, nuestros administradores de la cosa pública, seguramente influidos por las nuevas tendencias de la ingeniería financiera, han descubierto modernas formas de contabilizar abonos y reintegros de las arcas públicas al margen de los libros de cuentas.

Tiene mérito el asunto, aunque parece comprensible que nuestras señorías no quieran compartir con la gente de a pie en qué se gastan el erario común y consideren algunas prebendas y regalos como “gastos de difícil encaje presupuestario”, “atenciones de protocolo” o “temas de seguridad y vigilancia” que deben quedar al margen de los balances presentables de su gestión.

Seguro que las débiles mentes del pueblo llano no podemos entender las excelencias de los prohombres y promujeres que gestionan de forma tan sui generis las arcas de la Administración estatal, ya que lo importante de todo este asunto no es que el saldo final de nuestros balances arroje unas cifras que debía de haber sino que “la gobernabilidad en las instituciones esté en manos de partidos que creen en el Amejoramiento y en la Navarra foral y española”, al decir del sumo pontífice autonómico. Osea: navarrrros con lo que se debe tener (o haber).

A pesar de las desavenencias que han aireado las irregularidades, no cabe duda que sociolistos y upepeneros seguirán tapandose las vergüenzas, alardeando de un modelo de hacer política muy distante del que proclamaba desde su mesa ministerial cierto político cubano: “aquí se puede meter la pata pero no la mano”. Ellos pueden meter ambas y además no contabilizarlo.

Suyo afectadísimo:
Juanito Monsergas

1 comentario:

  1. nosotros no tenemos upeneros, pero si peperos, que ahora se ha decubierto que en la anterior legislatura ( entre otros muchos escándalos y despilfarros, quien estaba al frente de la Funeraria ( tiene guasa la cosa) se fundió 6000 y pico de neuros en un viaje a Chicago para toda la familia....chicago me suena como ciudad mafiosa no? ferran

    ResponderEliminar