domingo, 30 de noviembre de 2014

ANTISISTEMA Y ESTUPIDOS


Sorprendido por los resultados del Navarrómetro, confundido por la reinterpretación del sondeo pocos días después y bombardeado insistentemente desde gran parte de los medios de comunicación y la clase política sobre los peligros del ascenso de Podemos, no puedo por menos que rememorar el discurso de los partidos que han ejercido la hegemonía gubernativa en estos 40 años de democracia y que ahora se muestran tan alarmados: “democracia”, “acatamiento de la ley”, “respeto a los derechos de las personas”, “estado del bienestar”... Aquellos que no asumían estos principios eran tildados de antisistema, enemigos de los demócratas y por tanto quedaban excluidos de opinión y discurso.

Pasados los años y una vez que la podredumbre inunda todas y cada una de las instituciones de nuestra administración con nuevos casos de corrupción, rapiña y saqueo diarios, nos damos cuenta de que los antisistema han resultado ser los que han copado los consejos de administración de las principales empresas, los que han impuesto su “vida pública” retorciendo las leyes hasta convertirlas en un sarcasmo y los que han esquilmado a la ciudadanía con fraudes y malversaciones que, fruto de su estúpida avaricia, empobrece a millones de ciudadanos, ahoga las arcas públicas y nos deja a todos (ellos incluidos) al borde del abismo. Bonita manera de proteger el sistema.

Los antisistema ya no van con rastas, emulan a los Sex Pistols o tocan la flauta por las esquinas como bandadas de perros hambrientos. No. Lucen trajes de Armani en exclusivos edificios, se indignan públicamente cuando son recriminados por sus robos y arremeten con furia y mentiras contra aquellos que, hartos de tantas promesas incumplidas y cínicos engaños, pretenden regenerar la política.

Sin embargo, para llegar a la situación actual, no basta con una buena porción de piratería y malignidad. Se precisa, además de una complicidad orgánica, una buena dosis de estupidez humana que aderece y sostenga tanta ignominia. Ya lo decía Carlo M. Cipolla: el estúpido (el que hace daño a los demás sin sacar ningún beneficio e incluso saliendo perjudicado) es el tipo de persona más peligroso que existe, más incluso que el malvado.

Está claro que hay menos “malvados beneficiados” que votantes en los dos partidos que han gobernado hasta ahora. Por tanto ¿qué otro calificativo merece el que vota a quien le sigue esquilmando?


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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