sábado, 25 de abril de 2015

MORIR DE ÉXITO


Hace años que lo vengo diciendo: los sanfermines han muerto de éxito y, hoy por  hoy, son más de los guiris que de los indígenas. El Casco Viejo “recibe” cada 6 de julio a un millón y medio de visitantes. Como si pudiéramos negarnos. Probablemente el resto de la ciudad inicia las fiestas sin la inquietud con la que las recibimos los vecinos de “intra muros”. Porque la ciudad amurallada sigue estando presente y quizás sea en sanfermines cuando más se note.

Muchas veces se me ha pasado por la imaginación la idea, que en una carta al director del Diario de Noticias le he leído a Julio Pablo Pérez, de convertir la ciudad en un parque temático donde se organicen encierros todos los días del año, se disfrace a los autóctonos con el atuendo blanquirrojo festivo y se oferte juerga y alcohol ininterrumpidamente. Aunque parezca una cuchufleta, la ocurrencia de hacer un doble de cartón piedra en algún polígono a las afueras de la ciudad donde recrear el casco viejo, murallas incluidas,  con bares, restaurantes, chiringuitos, puestos de venta y todo tipo de oferta comercial y donde las casas sean exclusivamente hostales y alojamientos no me parece más descabellado que la construcción del Navarra Arena. Organizar encierros, corridas de toros y dar trabajo a txarangas, peñas y figurantes podría sanear la economía navarra y, tengan por seguro, saldríamos en los telediarios de todo el mundo.

Lo cierto es que el encierro se ha convertido hoy por hoy (y en gran parte gracias a la promoción dada por autoridades y medios de comunicación) en una patata caliente de difícil tratamiento. ¿Se profesionaliza con la consiguiente pérdida del carácter popular y abierto? ¿Se limita el aforo y se restringe su condición universal? ¿Se deja como está, hasta que ocurra la próxima desgracia y le ponemos un pañuelico rojo al féretro? El código penal considera “imprudencia punible aquellos delitos en los que se origina un daño, sin intención, pero cuyo resultado puede evitarse o debió ser previsto”. ¿No está el Ayuntamiento poniendo en grave riesgo la integridad de las personas? ¿Podría algún familiar de alguien, accidentado o muerto en el encierro, iniciar una querella criminal contra el Consistorio?

Lo quieran reconocer o no, el encierro es una actividad extemporánea que casa difícilmente con los tiempos de legalidad, corrección y normativa que asola este siglo XXI. ¿Cómo defender que el Ayuntamiento promueva la suelta de unos animales salvajes por el medio de la ciudad, que promocione dicha atracción como la más importante de la fiesta (además de beber hasta caer desmayados/as) y se haga cargo de los accidentes que puedan sufrir los insensatos que se metan en una carrera tan suicida (por el doble peligro que suponen los astados y el resto de corredores, unos nóveles, otros borrachos, otros asustados, en un acto que se desarrolla a la velocidad de la luz)?  Si un alienígena viniera a Pamplona se quedaría patidifuso con la vorágine de las ocho de la mañana. ¿Qué coño hacen poniéndose delante de las astas de un morlaco de 600 kilos si no lo cazan ni se lo comen ni nada? ¿Sólo por vacilar se juegan que les metan un cuerno (astillado y empujado, como digo, por media tonelada larga de potencia) por el “chirimbolo” aún a riesgo de perder su “órdago” viril? ¿Y luego hacen campañas de salud pública y miran cuándo caducan los alimentos?

La otra opción es suprimir el encierro y dejar que las fiestas pierdan su dimensión universal y vuelvan a ser lo que fueron hace poco más de medio siglo: la festividad de una localidad divertida y entrañable. Como la de cualquier población: con los de casa, los de los pueblos de al lado y algún turista despistado. Creo que sería la única manera de que los de Pamplona recuperásemos nuestras fiestas.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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