lunes, 13 de julio de 2015

A VER...


Que me parece muy bien que te encuentres por la calle con los amigos y conocidos y te pares para charlar un rato, pero que te tengas que parar en la parte más estrecha de la calzada justo al lado del contenedor de la obra, donde la acera es más angosta, a la altura del kiosko de las chuches y encima con el carrito del crío cruzado es como si lo hicieras a mala leche. Haces como si no te enterases y te paras en el quicio de la puerta de salida, aparentando revisar si te han dado bien las vueltas o si de repente te hubiera dado por pensar (¡a quién quieres engañar!) o hubieras recordado algo que te ha dejado paralizado. Mentira. Sabemos de sobra que tu “parálisis entorpecedora” está directamente relacionada con el placer que te proporciona el tapón que estás organizando. Te paras aquí, donde más molestas mientras el resto del mundo pasa a tu lado apretándose, con dificultad y maldiciendote con la mirada. A ver, igual es tu manera de ocupar tu puesto en la sociedad, pero podías hacerte a un lado y resultar un poco menos molesto.

Entiendo que la soledad hace estragos, sobre todo con los años, que el único momento del día que tienes para socializar es cuando vas a hacer la compra y cuando le hablas al televisor, pero podías dejar de darnos el coñazo mientras los demás (el decorado) esperamos que acabes de coger una maldita barra de pan que probablemente no será la más “tostadica” o “mira esa a ver si es mayor” o “bah, deja dame la otra, no esa no, la que te he pedido al principio y después te he dicho que no, que me enseñes otras diecisiete...”. Y ya el colmo es que cuando ya parece que te has librado de personaje tan incordio, vas a la frutería y te lo vuelves a encontrar y si difícil es que elija una barra de pan ni te cuento lo que puede significar escoger la fruta. A ver, si quieres sentirte importante, en vez de hacer esperar a los demás con tus molestas manías, súbete a la mesa del comedor e imagínate que la ciudad te ha hecho una estatua: al personaje más pelma de los últimos dos siglos.

Todos comprendemos tu alegría, muchacho, pero repórtate que los demás no compartimos tu desaforada y gremial incontinencia. Ya sabemos que los logros que tu mediocre existencia te impide alcanzar, los compensas haciendo tuyos los éxitos de un equipo de fútbol, como si tuvieses algún mérito por jalear sus colores o si te perteneciese de alguna manera la habilidad con el balón que pueda tener un fulano al que no te une nada salvo tu adoración sospechosamente enfermiza. Parece que sentirte parte de la marabunta y que el equipo idolatrado haya conseguido meter una pelota en el umbral de una portería os invita y da derecho para que destrocéis el mobiliario urbano tan feroz como gratuitamente, para que gritéis hasta la extenuación consignas absurdas, salvajes y machistas molestando a todo aquel que habite a un kilómetro a la redonda de vuestro infausto recorrido y que vuestra absurda y extraviada fiesta tuviéramos que compartirla el resto de la humanidad obligatoriamente. Puedes decir que te sobran las razones, pues para ser tan energúmeno no te hacen falta muchas piruetas intelectuales, pero a ver, lo que salta a la vista es que te quedarías mucho más tranquilo y sosegado si alguien te echara un polvo. Igual hasta podemos hacer una colecta y, si no encuentras a nadie que lo haga voluntariamente, buscamos la opción profesional.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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