viernes, 20 de noviembre de 2015

MUERTE


“Vosotros amáis la vida como nosotros amamos la muerte y por eso venceremos” afirman los ejecutores de las matanzas que se han perpetrado en París recientemente. Frase tan rimbombante como estúpida solo puede venir de alguien a quien le han extirpado el entendimiento, porque así como la vida es pasión, sentimiento, razonamiento, acción, sensibilidad, imaginación, etc. etc. la muerte no es más que ausencia. ¿Serán más peligrosos muertos que vivos?

Estoy convencido de que la gran mayoría de musulmanes instalados entre nosotros prefieren esta sociedad, por muy decadente, materialista y pecaminosa que sea (o precisamente por eso) que aquella que preconizan los ulemas más intransigentes. Creo que la religión es la excusa y me inclino a pensar que intervienen otros factores como la situación de los deprimidos barrios de ascendencia emigrante de las naciones occidentales, la precaria situación económica de gran parte de los países del mundo y los tejemanejes y oscuros entresijos de la confrontación política mundial, en la que un enjambre de servicios secretos, ejércitos, traficantes, empresas de armamento y mercenarios trinchan el planeta para rentabilizar sus negocios e implementar sus estrategias geopolíticas. El tiempo lo dirá.

Las ampulosas declaraciones de los prohombres y gobernantes occidentales sacando pecho producirán risa en los promotores de las escabechinas pues saben que somos vulnerables y que nuestros gobiernos no van a poder preveer sus futuras ocurrencias. Perderemos la batalla si hipotecamos las libertades en aras de perseguir una seguridad total inalcanzable, si bombardeamos sus poblaciones apaciguando nuestra indignación con sus cadáveres, la mayoría de los cuales serán tan inocentes como los nuestros, si combatimos su intransigencia con xenofobia, si nos volvemos insensibles con los miles de refugiados que piden nuestro amparo. ¡Qué pronto se esfuma la memoria de lo que fuimos, de lo que sufrimos tras las guerras que, no hace tanto, inundaron nuestra existencia de deudos, miseria y desolación!

La muerte se nos aparece en el horizonte como una posibilidad que siempre estuvo ahí y que nuestra acomodada sociedad se niega a contemplar siquiera como colofón inevitable a la vida. Si nos agarramos a ella hasta alargar nuestras agonías negándonos ese paso final como algo necesario y evidente ¿cómo asumir que en cualquier momento la vida nos puede ser arrebatada sin otra razón que la parte alícuota de lotería que todos recibimos al nacer o la estupidez de nuestros congéneres? 

Necesitamos desterrar la certidumbre de la fe ciega y sustituirla por el conocimiento científico, la inteligencia y la duda sistemática para comprender, humildemente, nuestra dimensión existencial en un cosmos inconmensurable y, por lo menos para nosotros, eterno. ¿Cómo amar la muerte sin matar el amor?

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas

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