domingo, 20 de julio de 2008

AGUA Y EXPO


Aunque sin demasiada convicción, acudo a la Expo de Zaragoza, no sé si movido por la curiosidad, por ser el agua sustancia imprescindible en nuestras vidas o por un insospechado sentido gremial.

Traspasados los detectores metálicos se accede a un inmenso recinto, donde un generoso ejército de voluntarios y azafatas encauzan adecuadamente la riada humana que se sumerge en un mar de edificios, pabellones y plazas referidos al líquido elemento.

Infinidad de paneles explicativos y audiovisuales nos conminan a un uso comedido del recurso, la desafortunada intervención de la mano del hombre y la posibilidad de su agotamiento.

Mientras, la megafonía nos recuerda que debemos beber para combatir el sofoco y la sed. A mí ni se me había ocurrido.

Multitud de países están representados en minúsculo tenderetes tan prolijos como repetitivos. Multinacionales, entidades bancarias, empresas energéticas y hasta alguna secta religiosa tienen así mismo su parcela. Es un alivio y resulta tranquilizador su inquietud por la sostenibilidad del planeta, abrazando la fe medioambiental.

Lamentablemente no hay entradas para el Acuario ni para Agua Extrema, así que deambulo entre cubos cristalinos que se riegan periódicamente, edificios emblemáticos de exigua utilidad pero rebosantes de simbolismo y expositores laberínticos de obligada lectura y recorrido eterno.

Agotado por tanto diseño, márqueting, conocimiento, 8 horas de trote y un sol abrasador, un espíritu simple y aldeanoide como el mío echa en falta un frondoso árbol bajo cuya sombra guarecerse, el murmullo refrescante de una fuente o por lo menos el común, sencillo, práctico y efectivo botijo.

Agua sí, pero embotellada.

En Pamplona/Iruña a 20 de julio de 2008
Juanito Monsergas

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