“Si me pega es porque me ama” se dijo, “si le resultara indiferente no me maltrataría” y aunque no llegaba a entender qué había desatado la furia de la bestia, pensó que alguna razón tendría que a ella se le escapaba, para darle los golpes que refulgían por todo su cuerpo.
No dudó ni por un momento ser la causante de la ira que, inevitablemente había tenido que descargar sobre ella. Algo habría hecho mal, en algo le habría molestado para que perdiese la paciencia y se liara con tal violencia.
Aquel hombre al que se sentía indisolublemente atada, tan atento en su querencia (quizá demasiado), tan celoso de su entrega, que invadía todo su mundo, le había hecho sentirse culpable sin saber muy bien por qué.
Se lo dijo cuando se conocieron: “te querré hasta la muerte”, así que cuando su amor flaqueó y su universo afectivo se desvaneció, no tuvo otro remedio que matarla. Él se vio obligado a castigarla y ella no dudó de lo justo de su agresión.
Seguro que fue por su bien.
Seguro que fue por su bien.
En Pamplona/Iruña a 15 de agosto de 2008
Juanito Monsergas
Acabo de escuchar como cayo la última amante en Madrid.
ResponderEliminarA veces siento vergüenza
por no tener un par de tetas.
A veces siento odio
por tener un par de cojones.
A veces siento que siento.
¡Uf! ¡Menos mal!
Saludos.