miércoles, 17 de diciembre de 2008

MÓVILES


Algún día un psicólogo avezado interpretará la manía de no parar quieto mientras hablamos por el móvil. Cuando el auricular estaba amarrado al aparato, pocos había que se moviesen del sitio mientras lo utilizaban. Liberados de las ataduras por obra y gracia del wifi, los usuarios del telefonillo y el manos libres nos explayamos arriba y abajo como zombis o locos hablando solos. En ocasiones un grupo de personas camina, cada uno con su cháchara telefónica, dando la impresión de estar hablando entre ellos.

El particular tono con el que la máquina alerta a su dueño, himnos, tonadas de moda, carcajadas enlatadas o imprecaciones altisonantes, nos sobresalta en los sitios más insospechados. La privacidad en las conversaciones ha desaparecido, no hace falta que nos pinchen el teléfono pues nos prodigamos a viva voz y, alguno, a grito pelado. No sé para qué usan el aparato: se les oiría sin conectarse.

Otros pulgarean mensajes electrónicos en una jerga indescifrable que amenaza la lengua de Cervantes. Si no descubren otra forma de dictar, nuestra escritura sufrirá una metamorfosis absoluta.

Es el progreso que nos empuja a estar conectados a cualquier hora y en cualquier lugar. A veces echo en falta aquellos tiempos en los que el que tenía un "móvil" era tan sólo un sospechoso y una “perdida” era algo muy distinto a una llamada sin respuesta.

En Pamplona/Iruña a 17 de diciembre de 2008
Juanito Monsergas

1 comentario:

  1. Esta bien esto de tocar asuntos menos profundos por estas fechas en las que algunos andamos con el alcoholimetro a cuestas.Pero no tienes remedio, aunque empiezas así como frívolo, acabas metiendo el dedo en una tremenda problemática, la de las "perdidas".
    Es que no tienes remedio, lo tuyo es dar la monserga. Por eso te leo.
    Una abrazo amigo Juanito

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