jueves, 14 de febrero de 2008

OCIO Y NEGOCIO


Mi cuñado, que es pintor aunque se gana la vida dando clases, está que hecha humo con el asunto del canon.

- “¡Nos han convertido a todos en delincuentes! Presuponen que vamos a transgredir la ley y nos obligan a comprar un servicio que no hemos solicitado”

No le valen las justificaciones en defensa del trabajo de creativos y autores. Para él, cuando compras un disco (desde los 15 céntimos que cuesta el soporte hasta los 18 euros que cobran), ya está incluido el beneficio de la tienda, la distribuidora, la discográfica, los interpretes y autores...

¿Y el uso comercial en emisoras y establecimientos?

- “Sirve para difundir el producto. Es propaganda. La música se promociona en las radios y en los bares ¡Quieren cobrar sin trabajar! ¡Que hagan giras y actuaciones! Además, ¿no es un impuesto indirecto? ¿Por qué lo tiene que gestionar una entidad privada?”

Hay quien le intenta hacer ver que la SGAE redistribuye entre sus socios las cuotas que recauda, pero ¡quia! no se baja del burro.

- “Ah ¿si?- contesta incrédulo- ¿Y qué hacen? ¿Contar cuántas veces suena Ramoncín en el bar y en la radio para liquidarle sus honorarios?”

Pacientemente alguien le explica que, a pesar de todo, sin la industria audiovisual, los autores no podrían subsistir, pero él se mantiene en sus trece. Del maletero de su coche saca uno de sus cuadros y me explica convencido:

- “Es como si me compras este cuadro y luego te pido una cuota mensual por mirarlo. Lo he vendido, ¿verdad? y sin embargo sigo cobrando a quien quiera ponerle el ojo encima. La transacción por la venta está hecha pero sigo sacando rendimiento de su disfrute”

Al final, después de mucho discutir, le acabé comprando el cuadro, pero eso si: me ahorré el canon.

En Pamplona/Iruña a 15 de febrero de 2008
Juanito Monsergas

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