jueves, 10 de abril de 2008

IDENTIDAD


El hecho de haber nacido y residir en la pamplonesa Iruña, lugar de paso de innumerables pueblos y gentes a lo largo de la historia, tantos años una y trino (tres poblaciones distintas y una cohabitación verdadera) y cabeza de un reino que Shakespeare dijo que tanto daría que hablar (y a fe mía que así ha sido), equidistante de montaña y ribera, de Euskadi y España, explica por sí solo la esquizofrenia identitaria que padezco.

¿Soy navarro, vasco, español, norteamericano por la generación que me ha tocado vivir o chino-taiwanés a tenor de mi consumo? En esta batalla por el qué somos, qué queremos ser y cómo entendemos nuestra idiosincrasia hay un discurso envenenado del conmigo o contra mí que desvirtúa el debate, enfanga nuestros problemas y alimenta conflictos inexistentes. La adscripción a una cultura parece enfrentarnos al resto.

Por lo visto es difícil entender que nuestra identidad está compuesta por innumerables teselas que conforman un mosaico personal, coincidente y diferente de nuestros congéneres y que, desde la soberanía de nuestra libertad individual, podamos administrarnos como mejor nos plazca, desarrollando nuestra autonomía en los problemas que nos son propios y atendiendo a las cuestiones comunitarias con aquellos que las compartimos, sin atender a las ilusorias líneas fronterizas trazadas por mezquinos e inhumanos designios, de injustas guerras perdidas siempre por el hombre.

Porque ahí reside el meollo de la cuestión: aceptar las innumerables influencias culturales que poseemos (queramos verlas o no) y decidir (ya que en nosotros reside la soberanía) cómo queremos administrarnos. ¿Por qué no puede haber escisiones o uniones entre las comunidades autónomas? ¿Qué problema hay en establecer organismos supracomunitarios e incluso interestatales? ¿Acaso no compartimos montes y ríos? ¿No continúan nuestras comunicaciones en las comunidades y países vecinos? Cuando un monte se quema ¿se detienen en la frontera sus llamas? ¿No será que algunas poltronas tienen miedo a perder su cuota de poder si se diluyen las lindes?

No existe un “pueblo” en abstracto, somos las personas quienes decidimos cómo nos queremos gobernar y a lo largo de estos 30 años de (más o menos imperfecta) democracia, hemos expresado nuestro parecer.
Estoy convencido de que la mayoría de nosotros nos sentimos mucho más que una de las dos raquíticas concepciones de vascos o españoles.

Además, ¿no son los vascos los más genuinamente ibéricos y por ende españoles, al ser la cultura que, desde aquellos lejanos tiempos de los pueblos que habitaban la península antes de la llegada de los romanos, ha sobrevivido hasta nuestros días?

Un mundo inter relacionado, unido en la diversidad y fragmentado por una misma humanidad. Una aldea global de heterogéneas concordancias, de equivalentes diferencias. Compartiendo vicios y aspiraciones, miserias y filantropías, infortunios y grandezas. La avaricia de los ruines caciques, aventada por mediocres políticos, delimita las patrias mercantiles, disfrazándolas de señuelos vanidosos.

Beati Hispani, quibus bíbere vivere est
(Felices hispanos para quienes beber es vivir) Julio César

En Pamplona/Iruña a 9 de abril de 2008
Juanito Monsergas

1 comentario:

  1. Cada día hay más gente que va entendiendo eso de que la identidad de cada uno no tiene por qué necesariamente identificarse con la del poder/antipoder de turno, sino que tranquilamente puede ser la que le haya salido de los cojones irse fabricando con los retazos que ha ido pillando aquí y allá.

    El crepúsculo de los nacionalismos en Iberia ha empezado ya, y eso se nota en lo cabreados y agresivos que se van poniendo los nacionalistas de todos los pelajes cuando han de enfrentarse a respuestas del tipo "en mi identidad mando yo" y "mi identidad es la que yo me construyo cada día", ofensa para las que no están mentalmente preparados.

    Un saludo.

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