jueves, 17 de abril de 2008

RAPACES DE CATEGORÍA


(Inspirado en EL ROBO de R. Barrett)

Siendo todo oficio susceptible de análisis para dilucidar su profesionalidad, eficacia y valía, no iba a ser la apropiación de lo ajeno una excepción.

Quien roba una minucia para subsistir, sufre el inflexible castigo de la ley, impartido sin piedad ni benevolencia: es tratado con desprecio y estigmatizado socialmente. Mas el que descuidó grandes sumas, se sirvió de su cargo e influencias y metió la mano en las arcas públicas, recibe exigua pena, aliviada por una corta y placentera estancia carcelaria, al cabo de la cual podrá recuperar lo escaqueado y las relaciones que tejió mientras delinquía. La categoría social de caco despreciable o respetable hombre de negocios depende del montante rapiñado.

Quizá por ser dinero público, la afrenta se estima menor que la de aquel que con engaños y malas artes desfalca los ahorros de toda una vida o arrampla con las joyas cargadas de recuerdos y emociones. Siendo inasible la memoria, alhajas y hacienda pueden tal vez ser repuestas.

En esta particular jerarquía de agravios es la apropiación de la creación intelectual la que parece irreemplazable, cuando el fraude despoja de autoría una obra de arte, un descubrimiento o un mérito propio. Se diría que no hay mayor vileza que sustraer lo que ya nadie podrá restituirnos.

Sin embargo, encumbrándose en la abyecta cima del latrocinio, aún hay quien supera el listón esclavizando a los inmigrantes (muchas veces paisanos suyos secuenciados por desalmados del país destinatario) y, birlándoles el fruto de su trabajo, los exprime hacinándolos en jaulas y les engaña vendiéndoles falsos papeles, robándoles esperanza, esfuerzo y vida.

Son los ladrones más notables que imaginar se pueda. Esta clasificación tan particular como pedestre seguro que es inversamente proporcional a la imperante en el Código Penal. Una pena.

En Pamplona/Iruña a 17 de abril de 2008
Juanito Monsergas

No hay comentarios:

Publicar un comentario