sábado, 8 de noviembre de 2008

INESCRUTABLE


La Conferencia Episcopal Española considera inaceptable la elección del cigoto para evitar al recién nacido una anemia congénita severa y, gracias al trasplante de sangre de su cordón umbilical, sanar a su hermano de esa dolencia.

Haciendo alarde de su ignota sabiduría, igualan al embrión con la persona, equiparan los óvulos fecundados con su hermano real, desautorizan a los padres por querer tener un hijo sano y sólo ven en el procedimiento un mero valor de utilidad.

Si la condición de “persona humana” reside en la unión de óvulo y espermatozoide, no veo por qué no ha de estar intrínseca en cada una de las partes. Deberían promover la creación de un banco de esperma que de tanta utilidad se vislumbra para los efluvios amanuenses de adolescentes, solitarios y sacerdotes.

A su entender, las aspiraciones de los progenitores son indignas, pues la misma atención merecen los acompañantes del embrión seleccionado que el hermano, tras 6 años plagados de transfusiones, sufrimientos y un corto futuro en pronunciado declive. Se diría que, según su doctrina, hay que ser intransigente con niños y adultos vivos pero piadoso con las células embrionarias, aunque éstas ni sufran ni padezcan y aquéllos expíen achaques y malformaciones. Curiosa sensibilidad que refleja la complejidad de la interpretación del mensaje divino.

Afirman los obispos que “hay que dar voz a los que no la tienen” y yo aún diría más; demos elaborados discursos al incapaz de escuchar, herramientas al inútil y competencia a quien carece de entendimiento y juicio para que guíe nuestros designios.

A imagen y semejanza de la eclesiástica jerarquía.

En Pamplona/Iruña a 8 de noviembre de 2008
Juanito Monsergas

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