sábado, 20 de diciembre de 2014

PAÑOS CALIENTES



Sabido es que el casco viejo concentra gran parte de los eventos que se celebran en la ciudad, así como la diversión del fin de semana y, con especial intensidad, las fiestas de San Fermín. En “las fiestas de esta gloriosa ciudad” el vecindario disfruta o sufre (o desaparece) según sus apetencias e intereses pecuniarios aunque la gran mayoría lo acepta con mayor o menor resignación como algo inevitable.

Sin embargo, estos últimos años, durante los fines de semana, algunas calles del centro parecen un remedo de los sanfermines y el ayuntamiento no está ejerciendo sus funciones y responsabilidades para que el centro histórico no se convierta en una ciudad sin ley donde cualquier exceso es tolerable y la suciedad, la contaminación acústica y las gamberradas campan a sus anchas cada noche de viernes y sábado, como si nadie viviera ahí.

Bien es cierto que la ley anti-tabaco ha sacado a la gran mayoría de clientes de los bares a la calle, que nuestro ocio se concentra en esos días de la semana y que mucha gente elige el casco antiguo para solazarse tomando unos tragos, pero también es cierto que los locales de hostelería deberían de tener un aforo limitado (indicado en el interior del recinto), una terraza donde la amplitud de la calzada lo permita (¿cuántas personas pueden estar alrededor de una cuba?), una exhaustiva vigilancia horaria (y probablemente una legislación especial dadas las especiales características de sus calles) y exigir a los bares una limitación en la emisión de ruidos e implementar las medidas necesarias para minimizar su impacto en el vecindario (doble puerta, aislamiento, etc). Regular todo eso para permitir la convivencia de los locales comerciales con el vecindario entiendo que es labor del Ayuntamiento.

A partir de la hora de cierre, los vociferantes energúmenos que pululan por nuestras calles como si esto fuera suyo e imperase la ley de la selva, debería de ser quehacer de los agentes municipales o cualesquiera de los variopintos y coloridos cuerpos policiales que sustentamos la ciudadanía y que, por cierto, brillan por su ausencia en estas noches conflictivas. Estoy seguro de que otros puntos de la ciudad también disfrutan de estos inconvenientes y la actuación de las fuerzas del orden es bien diferente.

Así pues, me sorprende que, ante comportamientos tan incívicos, insolidarios y bestias, al Ayuntamiento no se le ocurra mejor cosa que presentar una campaña tan “asertiva” y apocada con mensajes tan timoratos como el de “gracias por hablar... tan bajito”, endilgar a los vecinos el control de los excesos en la emisión de decibelios o editar un disco con los sonidos de la noche (¿el camión de la basura?).

Vista la facilidad con la que el Ayuntamiento concede licencias para locales de hostelería aún en zonas que tienen más bares por habitante que obstáculos tiene el carril bici en sus tramos más densos, estoy pensando en la posibilidad de montar un chiringuito en mi piso donde ofertar cafés y almuerzos mañaneros, vermú con pintxos y poteo vespertino. A ver si me cabe una cuba en el balcón y puedo, también, metamorfosearlo en discoteca nocturna. Ya tengo hasta el nombre: Bar Cina. Lo voy a petar.

Suyo, afectadísimo, Juanito Monsergas

1 comentario:

  1. En Mallorca les podemos dar clases a vuestros gobernantes.... en Punta Ballena tenemos la ruta etílico-sexual de gran éxito sobre todo entre los holligans británicos... hay espacio en tu balcón para felaciones en cadena?

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