Ante esta crisis sanitaria mundial no
podemos obligar al resto de naciones a unificar criterios de
actuación ni forzar una respuesta coordinada de todos los países
pero sí que podemos tomar nuestras propias decisiones. Si algo ha
quedado claro a raíz de la epidemia del Covid-19 es que necesitamos
impulsar la fabricación propia de productos sanitarios, abastecer el
suministro alimentario de la población y garantizar el fluido
eléctrico que precisan negocios y particulares. Para ello quizá
haya que nacionalizar recursos y empresas o promocionar la creación
de industrias y comercios que lo posibiliten.
No parece descabellado aprovisionarse
mediante mecanismos solares, eólicos o hidráulicos, a través de
explotaciones controladas por el Estado en un mercado regulado, de la
energía suficiente para que nuestros hogares y fábricas dispongan
de la electricidad necesaria para funcionar.
Tampoco creo que sea mucho pedir,
después del esfuerzo realizado por el conjunto de sanitarios
incluidos geriátricos y centros de personas dependientes, una
reestructuración tanto de locales como de plantillas y
abastecimiento que posibilite un trabajo eficaz de estos
profesionales, que velen por una sanidad universal y unos cuidados
dignos para la población más vulnerable de nuestra sociedad como
son los ancianos y los dependientes.
Asimismo urge poder coordinar redes
efectivas de ayuda y voluntariado que, en caso de pandemias,
catástrofes o emergencias, puedan responder con eficacia y rapidez a
los nuevos retos que el futuro nos depara, optimizando conexiones
telemáticas pero también locales, regionales y peninsulares.
La financiarización del sector
energético, la deslocalización empresarial en muchos casos ligada a
paraísos fiscales y la dependencia en sectores imprescindibles como
la salud y la alimentación, nos aboca a un porvenir sombrío de
desigualdades cada vez más pronunciadas, burbujas especulativas y un
entorno ecológicamente insostenible.
Quizá sea complicado tomar las
decisiones adecuadas en medio de tanto ruido mediático pero hemos de
convencernos de que el futuro no es sino la consecuencia de nuestro
presente. ¿A quién echaremos la culpa de nuestra debacle?
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
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