viernes, 10 de abril de 2020

TRES DESEOS


Como muchas personas estos días, estaba de limpieza. No sé de dónde había aparecido aquella vieja lámpara de aceite pero, al pasarle la gamuza, se produjo una densa humareda de la que surgió un curioso personaje que me dijo: “soy el genio de la lámpara”, así que sin pensármelo dos veces le enumeré mis tres deseos.

Desearía que todos los ejércitos del mundo se reconvirtieran en milicias de salud y ayuda humanitaria, poniéndose al servicio de los sanitarios y que las empresas armamentísticas produjeran artículos que salvaran vidas, no que las mataran.

Querría que todas las religiones del mundo separasen sus intereses espirituales de los mundanos y, mientras dieran consuelo a los afligidos y consejo a los aturdidos, gestionasen sus bienes terrenales conforme a las leyes contributivas del resto de los mortales y pagasen sus impuestos como los demás, eligiendo a sus líderes y normas de funcionamiento por consenso entre todos sus correligionarios, sin marginar a las mujeres de ningún puesto ni función.

Me gustaría que, ya que a la gente de a pie se nos obliga a respetar la propiedad privada, a contribuir al gasto común que redistribuye la riqueza y a respetar las leyes, ante las que todos somos iguales al decir del Jefe del Estado, de los tratados internacionales y de las declaraciones de los derechos de las personas, se procediese a erradicar y anular todos y cada uno de los paraísos fiscales que hay en el mundo.


El personaje surgido como consecuencia del aseo del oleaginoso candil se me quedó mirando fijamente a los ojos y al cabo de unos segundos me preguntó: “¿Cuántos años tienes?”, “Sesenta y tres”, le contesté. Entonces, con gesto displicente replicó: “¿Y todavía crees en los milagros? Yo estoy aquí para hacer un estudio sociológico del comportamiento humano durante la cuarentena...” Entonces me desperté.

Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


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