sábado, 25 de abril de 2020

CONTRADICCIONES, PARADOJAS Y REMEDIOS


Los humanos somos seres contradictorios. Siempre hemos dicho que la salud es lo primero pero muchos de nosotros no hemos dejado de fumar hasta que el médico nos ha dado un ultimatum.

En este país, aconfesional según dice su Constitución, la iglesia católica tiene una posición preeminente y su jerarquía se empeña en pontificar cómo debe ser la sexualidad de creyentes y escépticos, con quién se puede casar cada uno de nosotros y cuándo tienen que parir las mujeres, a pesar de que esa misma autoridad eclesiástica ha renunciado al sexo, tiene prohibido contraer matrimonio y le está vedado tener hijos, según dicta su propia doctrina. Además el Estado subvenciona las clases de religión en las que se enseña el dogma que contradice al resto de asignaturas que se imparten en colegios e institutos. De todas formas, parece ser que ni Cristo ni Alá ni Jehová, ni tampoco el resto de divinidades que jalonan el arco religioso a lo largo y ancho del mundo, a pesar de su grandeza y omnipotencia, pueden hacer nada por combatir a este minúsculo ser acelular que necesita de un ser vivo donde replicarse para subsistir llamado Covid-19.

También dice la Constitución que todos somos iguales en derechos y deberes, pero no todos podemos ser Rey de España ni podemos tratar al monarca como a cualquier otro ciudadano, ya que no podemos juzgarlo aunque delinca, haya metido mano en el cajón, se haya servido de su puesto para cobrar mordidas y comisiones ilegales o haya evadido capitales y fortunas a escondidas de la Hacienda Pública. Por lo visto la ceguera de la Justicia hace que, lejos de tratar a todos bajo el mismo baremo, unos seamos más iguales que otros a la hora de pasar por los tribunales.

En estos días de cuaresma y cuarentena las contradicciones se nos amontonan. Paseamos a nuestros perros pero encerramos a nuestros hijos y eso que no tenemos que recogerles las cacas a la gran mayoría de ellos (de los hijos). Reforzamos nuestras fronteras aunque el virus es internacional y se transmite sin problemas. Los que pagaron mucho dinero porque les trajesen a Europa en una patera, ahora lo pagan por huir de ella. Calificamos de héroes y soldados a los sanitarios que salvan vidas y a los ejércitos de verdad los hemos puesto a limpiar y desinfectar, cosa que está muy bien, aunque estaría mejor si dejasen de gastarse el dinero en barcos, tanques y aviones carísimos que no sirven para nada y se dedicaran a comprar jabón y fregonas. También estamos viendo que, a pesar de tener cuatro administraciones: municipal, autonómica, estatal y comunitaria, no parecen muy eficaces ni hay mucha coordinación entre ellas y la europea no debe de valer para mucho, a pesar de lo mucho que cuesta, porque cada país hace lo que le parece, no hay una respuesta coordinada y abunda en paraísos fiscales. Se dona el dinero a los bancos y se especula con la ayuda humanitaria.

Pero lo más paradójico de todo es que, el líder del país más desarrollado del mundo, de los viajes interestelares, el que ejerce su hegemonía y poderío militar por encima de todos y que encabeza la economía más boyante del planeta, haya sugerido en una rueda de prensa que, ya que los desinfectantes matan el virus, se introduzcan dentro de los cuerpos de los contagiados para curarlos. ¿Muerto el perro se acabó la rabia? Parece cosa de broma si no fuera porque el más tonto de la tribu tiene en sus manos el botón nuclear.


Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas


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