Muchos científicos, antropólogos y
arqueólogos afirman que el éxito de nuestra especie se debe a las
redes que hemos ido tejiendo a lo largo de nuestra andadura como homo
sapiens. La creación de grupos humanos cada vez más numerosos nos
ha proporcionado una eficaz expansión hasta límites insospechados y
alcanzar un conocimiento y una tecnología equiparable a la ansiada
piedra filosofal de los alquimistas medievales: el secreto de la
vida.
Sin embargo, los problemas a los que
nos enfrentamos parecen equiparables a los logros alcanzados. Ocho
mil millones de personas alimentándose, moviéndose y produciendo
bienes de un consumo goloso e ilimitado que, sumado a la basura
generada, ya está dejando secuelas en el hábitat que ocupamos. Las
desigualdades tan abrumadoras que se pueden apreciar en diferentes
partes del mundo, donde conviven sociedades que han pasado de la edad
de piedra al siglo XXI en apenas dos décadas o se han saltado el
Renacimiento, la Revolución Industrial y un siglo de desarrollo, con
otras comunidades con tecnología de cuerpos biónicos a punto de
crear una especie superior de humanos, provoca dudas sobre el buen
fin de desarrollos tan dispares. Las ciudades crecen y ya hay en el
mundo cincuenta y cinco urbes con más de los seis millones y medio
que tiene Madrid. ¿Qué nos depara el futuro? ¿seres superiores y
de segunda? ¿zonas V.I.P. y campos de concentración para pobres?
¿existencias paralelas?
Las dimensiones de estas macrociudades,
la mayor parte fuera de la seguridad efímera del mundo occidental,
nos advierte del panorama que se avecina, sobre todo teniendo en
cuenta que el aleteo de una mariposa en un remoto lugar del globo
terráqueo ocasionará un efecto insospechado en las antípodas. Todo
tiene relación y las fronteras, que hasta ahora han servido para
proteger espacios y culturas, se ven desbordadas por flujos
migratorios desesperados y consecuencias desconocidas, producto del
agostamiento de los recursos medioambientales y la insostenibilidad
de nuestros sistemas de producción. Ya no hay fronteras, por mucho
que se empeñen los caciques territoriales. La aldea es global y,
querámoslo o no, los aldeanos y aldeanas que la habitamos estamos
tomando conciencia de pertenencia a un único grupo, nuestra especie,
con un discurso unificado construido por la tecnología que comunica
de forma inmediata a toda la población mundial en cualquier rincón
del planeta: una misma referencia universal de valores, conocimientos
e interacciones se expande por el imaginario colectivo.
Organizar y cohesionar esta comunidad y
conseguir adaptarnos al nicho ecológico va a ser el reto al que
tendremos que hacer frente de ahora en adelante. No será fácil pero
tampoco imposible, a fin de cuentas el triunfo de nuestra especie ha
sido, a lo largo de su historia, la adaptabilidad y la comunicación.
Quizás esta epidemia que ha sacudido nuestra rutina nos haga
repensar prioridades, costumbres y objetivos o quizá sea el momento
de la congestión y extinción de la especie. Lo que está claro es
que el capitalismo y el sistema mercantil, financiero y comercial han
llegado al límite. Hay que repensarse o morir.
Probablemente soy un ingenuo, pero si
le preguntas a cualquier persona mayor de setenta años cuál es el
sentido de la existencia, lo más seguro es que te diga que el éxito
vital consiste en disfrutar de los pequeños placeres que nos otorga
la naturaleza, querer y ser querido, aunque algo dentro de mí me
dice que, lo que nos deparará el futuro, tendrá más que ver con
una gran clase no-trabajadora, ociosa y almacenada en reservas, con
una existencia supeditada a los algoritmos del bigdata y otra
superclase, poderosa, genómica y biológicamente modificada, con
visos de inmortalidad que, ejercerá su dominio desde una jaula de
oro en este u otro planeta, pero seguro que en otra realidad.
Suyo, afectadísimo: Juanito Monsergas
Yo también creo que es el momento de repensar sé creo que tendría que ser el fin del capitalismo neoliberal como lo conocemos pero desgraciadamente tengo mis dudas de que los grandes mangantes y magnates lleguen a las mismas conclusiones.
ResponderEliminarLa globalitzación es sólo para algun@s