domingo, 30 de septiembre de 2007

CARROZAS Y CIMIENTOS


Cuando paso por la Plaza del Consejo, la de la estatua del Neptuno niño al que alguien privó de su tridente, me vienen a la memoria recuerdos de mocoso de bolsillos agujereados y postillosas rodillas, imaginando mil y una historias mientras contemplábamos maravillados la dorada carroza en el zaguán de la casa solariega de los condes de Guendulain.

Años más tarde, visité fugazmente el palacio que los nobles tenían en Guendulain, ya abandonado por el deterioro sufrido al ceder sus cimientos por las galerías de la mina cercana al decir de algunos o por el terreno calcáreo en opinión de otros y que, según me contaron, indemnizó la Diputación.

Hace ya tiempo que las puertas de la casona de San Antón están cerradas y dice la vox populi que los objetos que poblaban las estancias (carroza incluida) ya fueron liquidadas en subasta pública por sus herederos que, según parece, conocieron tiempos más boyantes.

Ahora, la Diputación, reconvertida en Gobierno Foral, ha ultimado la compra (apresurada) a los herederos de aquellos fijosdalgo con voz y voto en las Cortes de Navarra, de 3 millones de metros cuadrados a los pies del Perdón para dotar al ejecutivo de un Banco de Suelo que sirva para paliar la escasez de vivienda que (aseguran) necesitamos los ciudadanos. 19.000 pisos junto a la reciente autovía del Camino, cuyo trazado habrá que modificar para incorporar los accesos que comuniquen la nueva y gigantesca población con la capital, a la vez que se dote de todo aquello que necesita un erial para convertirse en ciudad.

Y se me ocurre que será entonces, una vez hechas las carreteras, el alumbrado, las canalizaciones y el resto de infraestructuras necesarias, cuando los hacendados del linaje de la carroza de san Antón saquen al mercado inmobiliario sus 2 millones de metros, que han conservado en aras de conseguir la benéfica y satisfactoria plusvalía.

Todo ello por el bien común (que suele resultar el menos común de los bienes), para vender a quien no puede optar a otro tipo de vivienda, una VPO asequible en la que albergar su existencia y en la que hacer sus ofrendas a la Madre Tierra y a Vulcano para que no agiten sus entrañas antes de acabar de pagar la hipoteca.

En Pamplona/Iruña a 30 de septiembre de 2007
Juanito Monsergas

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